lunes, 18 de mayo de 2009

PARTIR DE PERON Y EVITA

Agosto de 2002

Partir de Perón y Evita.

Me da vueltas por la cabeza la frase “volver a Perón”, tan conmovedora como provocativa para nuestra memoria , que enarbolan muchos compañeros. Es una frase entrañable. (Se, por su puesto, que es mas que una frase; es una consigna y encierra una idea fuerza que los peronistas raigales entendemos). Y es, también, una búsqueda.
Sin embargo es a partir de esa consigna que me he puesto a meditar si el rumbo perdido (cuestión por la que reclamamos el retorno a las fuentes) lo fue por negarnos a mirar hacia atrás (como el navegante presuntuoso o soberbio que pretende ignorar el faro del puerto de donde partió) o por creer que había opciones y equivocar la ruta. Aún mas: cabe preguntarse si, siendo algo vivo y necesitando de aportes y enriquecimientos, el Peronismo no fue tomado como un cristal o una fotografía que se agotaba en lo vivido, sin que nadie se creyera obligado (hablo de aquellos que actuaban de buena fe) a crear nada mas que lo continuara. Seguramente hay de las tres cosas, aún cuando no debemos desconocer que cualquiera de esas posibilidades podía ser vivida y ejercida de mala fe y en provecho propio o ajeno . Y no me parece una cuestión menor dilucidarlo en forma urgente. Porque hoy estamos todos en Cabildo Abierto permanente. Y porque hoy corremos el riesgo (final diría) de quedar definitivamente en la historia como los que permitimos la extinción de la mas grande esperanza de la Argentina: la de que existiera un Movimiento que propusiera y lograra La Liberación Nacional y Social y la integración continental y con los pueblos del Tercer Mundo. Esa esperanza, aunque parezca contradictorio, también encerraba la posibilidad de que ese Movimiento fuera derrotado, pero dando a la Historia y a las generaciones por venir el ejemplo de no entregar nunca sus banderas.

Es duro decirlo: el Peronismo siempre tuvo en si mismo el germen de la destrucción: la mentalidad oligárquica de muchos que se incorporaron al vendaval revolucionario para favorecer sus intereses personales o solamente sectoriales; esos que fueron progresivamente enquistándose en forma y con estilo de burócratas, manteniéndose en la sombra en los momentos duros y reapareciendo como “dirigentes” a la luz del día en las épocas de bonanza. Pero el Peronismo también tuvo (lo decía el General al hablar de los “anticuerpos”) a Evita primero y luego de su muerte a Perón. Y siempre al pueblo trabajador. Pero sin Evita y sin Perón la dirigencia pactista, civilizada y tan políticamente correcta, logró ser aceptada por el enemigo imperialista ( el mismo que desde el nacimiento del peronismo bombardeó, fusiló, secuestró, torturó y desapareció a miles de compañeros, como lo hizo y lo sigue haciendo en toda Latinoamérica) y para hacer posible esa nueva sociedad desmovilizó al pueblo trabajador y lo fue eliminando físicamente, desmantelando el trabajo productivo y reduciendo a niveles exasperantes su retribución y sus derechos colectivos e individuales. Y, sobre todo, entregando la herramienta política mas formidable, el Partido Justicialista, para completar el trabajo sucio que no pudieron terminar las dictaduras militares.

Nos encontramos en este momento con la cruel pesadilla histórica (pero avalada como real por hechos incontrastables) de la existencia de dos peronismos. El que inició la revolución , nacional, popular, antiimperialista, antioligárquica que incluía a todo el pueblo trabajador y no sólo a dirigentes y grupos de luchadores aislados de las grandes mayorías populares, y puso en marcha la liberación nacional y social asegurando la propiedad soberana de las herramientas fundamentales del desarrollo productivo, desafiando al individualismo al proponer una ética basada en la solidaridad y proponiendo la justicia social en la distribución de la riqueza. Pero también la historia da cuenta de un peronismo que hizo todo lo contrario. Y no basta con que algunos (que nos consideramos sobrevivientes del primero) sepamos, en nuestro fuero íntimo o lo digamos en las charlas de a dos, que no son lo mismo.

Sobre todo porque en este momento “ese” peronismo (que es un verdadero antiperonismo para nosotros), que tiene nombre propio pero que no se agota sólo en Menem, está de vuelta. Y está de vuelta porque los peronistas no cumplimos con la historia revolucionaria del peronismo. Debemos ser duros con nosotros para no permitirnos mas la complicidad del silencio o el rezongo en voz baja: Menem no es sólo hijo de las elecciones de 1989, donde podíamos decir que fuimos traicionados. Menem, Dhualde, Ruckauf, De la Sota, y siguen las firmas porque son muchos, son hijos de años de paciencia, comprensión, verticalismo, sentimentalismo, ignorancia, distracción, desmemoria parcial primero y olvido total después, cansancio, egoismo, complicidad, aprobación sistemática y apoyo irrestricto, entre otras variadas actitudes, disímiles tal vez, pero todas con igual resultado, en las que fuimos protagonistas por acción u omisión muchos, pero muchos peronistas. No todos, claro está, pero muchos. Y ese es el incumplimiento con la historia revolucionaria del peronismo. Porque para que Menem y cia. no sigan jodiendo a la Nación como “peronistas” deben ser condenados expresamente como traidores al Peronismo. Y ese día, el peronismo reconociéndose a sí mismo como la formidable fuerza modificadora de una sociedad injusta que fue en su origen, podrá retomar el camino ( y no me interesa ni creo que lo deba hacer solo) junto a todos los que sienten, piensan y luchan por la Liberación Nacional y Social de la Argentina. Ello permitirá corregir los desvíos que antes señalé como hipótesis de trabajo: el desconocimiento del origen, la equivocación sobre el camino, la ausencia de propuestas continuadoras (coherentes con aquellos orígenes y con la historia) y sobre todo terminará con la impunidad para los que actuaron en provecho propio y ajeno al movimiento, es decir en contra de la Argentina, Latinoamérica y todos los pueblos oprimidos, porque para ese servicio existió el Movimiento Peronista.

Anatematizados los traidores y concientes los peronistas sobrevivientes de que eso significa haber cumplido con la idea fuerza primordial encarnada por Eva Perón, deberá discutirse cuál es el vació ideológico que debe ser llenado después de años de ostracismo del Peronismo peronista. Seguramente no estamos solos en eso y aunque nos sangre el corazón y la vergüenza (por nuestro olvido) debemos revolver la historia de mártires, de silenciados, de proscriptos interiores y de ignorados no sólo en los discursos del peronismo oficial. Esa revisión es un compromiso que tenemos con Evita y con el Perón que nos legó, dolorosamente, su testamento y despedida aquél 12 de junio de 1974.

Nada de esto está en la mente de los que hoy se postulan a continuar la ficción de peronismo oficial (antiperonismo esencial). Todos dan por hecho que lo que ocurrió es irreversible o a lo sumo una deformación natural del Peronismo, ocasional y olvidable (en el mejor de los casos, según su visión y, probable o seguramente, porque todos fueron cómplices largo tiempo). No es cierto. No se puede avanzar (o retomar el camino) sin el Juicio y Castigo a los culpables. Tampoco se puede avanzar o reconstruir lo posible, sin reunir el pasado con su consecuencia o con lo que debió ser su continuación.
Recrear el segmento histórico no vivido que debía recorrer el Peronismo (y no lo hizo) es un desafío intelectual y moral de los sobrevivientes. Porque ha de ser la respuesta para saber dónde (y con quiénes) debemos estar hoy para prestar un servicio a la Gran Nación Latinoamericana y a los pueblos oprimidos por el imperialismo.
Esa tarea que llamé intelectual no es tan abstracta como parece por el deficiente vocable utilizado, cuando vemos al Pueblo dolorido, marginado, excluido, y reprimido, abandonado por el peronismo antiperonista, como ha logrado susbsistir mediante sus organizaciones comunitarias de base y , muy precariamente, alimentarse, educarse, construir sus viviendas y hasta defenderse de la represión.
No es menos cierto que habrá también que observar a los sectores medios y su reacción (aunque, se dirá, precaria y hasta egoísta ), y la organización barrial de lucha inmediata y su incipiente solidaridad con los mas desposeídos.
Y también asumir que los lugares vacíos de conducción o de sustento ideológico de esas resistencias han sido llenados por otras organizaciones populares, políticas o no, porque el peronismo antiperonista estuvo justamente enfrente y se convirtió en el enemigo integrante de la corporación política hambreadora y represora.

Llegado a este punto creo ver con mayor certeza qué lejos estamos de ese “peronismo” antiperonista; asimismo cuántos elementos nacidos de la realidad tenemos para recrear el camino inconcluso. Sólo que ahora ya no podemos pensar como depositarios únicos de un legado que otros, tal vez con diferencias ideológicas mas teóricas que prácticas, han recogido y en esa práctica siempre dinámica y modificadora, han llevado a la acción como si fueran verdaderos continuadores del pensamiento revolucionario que la muerte de Evita dejó vacante y expectante para ser llenado por el Pueblo organizado.

Hoy, por eso, humildemente creo que volver a Perón es partir de El y, sobre todo, partir de Evita y continuarla. Ya no se da la lucha por una Argentina Potencia, tan lejana como tal vez innecesaria (como objetivo individual) en este mundo actual hambriento de integración, sino por la subsistencia primero y construcción después de una sociedad, nacional y continental a la vez autónoma, pero solidaria e integrada al mundo antiimperialista, donde se haga cierta la justicia social.

Es decir, partir de Perón, partir de Evita, para llegar a la Liberación y a la Justicia Social.

Juan Carlos Padín

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