jueves, 19 de mayo de 2022

LUCHA POR LA VIDA

 POBREZA E INDIGENCIA: LA VIOLENCIA DEL CAPITAL



Los pueblos, como las personas se cansan de la miseria y la frustración, y no les queda más remedio que defenderse y hacer visible, por cualquier medio, sus necesidades. Los pueblos nunca eligen en la historia las formas de luchar, sino la que se presentan según el momento.

Alguien piensa que se puede vivir tranquilo con los niveles de pobreza e indigencia que venimos arrastrando de años, cuando hay familias que no tiene un plato de comida para sus hijos o para ellos. Mientras que un tercio de los asalariados no alcanzan para superar la línea de pobreza. Trabajar para ser pobre. La mitad de los niños vive en hogares pobres, no tienen futuro. La economía argentina creció en 2021 a una notable tasa del 10,3%. Los salarios retrocedieron 4,86 puntos como proporción del valor total de la producción y que esa pérdida fue a parar a los bolsillos del sector empresario, que mejoró 3,84 puntos su participación en el ingreso global. Mientras una minoría acumula riquezas con el pan escamoteado al hambriento, con la ropa que sustrae al desnudo y con el techo ausente de los pobres. Los desequilibrios están en la explotación del hombre y ese desequilibrio trae violencia. Violencia que según el tiempo se expresa de distintas maneras. Estos niveles de desigualdad y desequilibrio no serán gratis para nadie.  

Sin ir muy lejos, a fines de los 60 e inicio de los 70, muchos jóvenes de clase media y pudiente, consideraron injusta e inhumana esa desigualdad y decidieron revelarse contra ella. Algunos incluso eligieron como único camino el de la armas para cambiar este sistema de explotación y miseria. Por entonces se decía que la violencia de arriba engendra la violencia de abajo.

Hoy alguien puede decir que los niveles de violencia que se viven es producto solo de la inseguridad?. Hoy hay violencia en las escuelas, en la calle con los automovilistas o peatones, en las canchas, en los barrios, en los hogares, con las mujeres. Pensemos a que nivel de miseria humana hemos llegado, que hay individuos que sienten que su vida no tiene valor, por lo tanto, tampoco tiene valor la vida de los otros. Nadie está libre de esa violencia. Además la violencia de hoy está alimentada por discursos violentos de algunos políticos y replicado y amplificado por los medios de comunicación. También en los medios se fogonea la intolerancia, el odio racial y xenófobo, el odio de clase y el odio de género. Cierto sector de la sociedad apoya el corte de ruta y marchas de sectores ruralistas o terratenientes, pero detestan y piden represión para poder circular libremente, con aquellos que piden trabajo, salarios justos o comida. Buscan una alternativa integral que no les den solo migajas, que no le cambie de amo, sino que los coloque en una situación de igualdad. Esa es la violencia que se acrecienta día a día. Nadie educa para la paz, la solidaridad, la empatía o la tolerancia.

Mientras que los sectores de mayores ingresos han sido premiados mediante una diversidad de maniobras legales e ilegales, las mayorías que nunca lograrán acceder a dicho status (más allá de las absurdas ilusiones de cierta clase media) son los que pagan la fiesta de las elites, pero se ponen en contra de los “perdedores”.

Son, los “perdedores” un grupo cada vez más numeroso, quienes soportan todo el peso de la injusticia distributiva, son los que realizan el mayor esfuerzo para pagar el festín de los ricos con la desocupación, la pobreza estructural, la exclusión, la marginalidad, el hacinamiento, la persecución, la estigmatización, la cárcel.

A esa violencia están empujando a la población, como recurso no deseado para barrer con la injusticia social en lo que los han ido sumergido. Por las buenas jamás los privilegiados han cedido ni un solo de sus privilegios. Son los poderosos los que introdujeron la ley de la selva y conculcaron el derecho a justicia, por lo tanto ellos serán los responsables de la reacción de los desposeídos.

Cuando los dirigentes no saben comprender a los pueblos, darles un camino, calmar su sed de justicia, cuando esa justicias es solo para los poderosos, cuando la injusticia es generalizada, cuando el hambre y la miseria se expande en la mayoría de la población, la violencia se hace ineludible como un recurso final, como límite dramático.

Crece – otra vez – el descreimiento en que las dirigencias le den solución a los problemas de la mayoría de la población, entonces se llega a creer en la insuficiencia del camino electoral para tomar el poder. La única salida es la movilización de la conciencia popular y que esa presencia activa, sea permanente, acorralando al sistema para no dejarle más salida que respetar la voluntad del pueblo.

Mientras haya estos niveles de pobreza, indigencia e injusticia, la violencia ira escalando, de distintos formas y quizás no conocidas. Solo una distribución justa de la riqueza, que haga que el pueblo tenga sus necesidades básicas satisfechas, hará a un pueblo feliz y en un pueblo feliz no hay violencia.

El peronismo – generalmente - atendió lo urgente, las necesidades prioritarias. Mientras que los demás proponen o piden tiempo para acumular y luego derramar. Solo el que tiene riqueza tienen tiempo, el que no tiene para comer, un techo o un trabajo digno, ese no tiene tiempo. 

Daniel Fernández

Mayo 2022






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