lunes, 18 de mayo de 2009

LA RUPTURA DE LOS CIUDADANOS CON LOS DIRIGENTES

Marzo de 2002
La democracia se enfrenta hoy ante el cinismo, y la mirada de un público que descree de su dirigencia y expresa disconformidad con los bajos niveles de eficacia de sus gobiernos para hacer frente a los problemas sociales existentes o para cambiar las condiciones de una sociedad donde las inequidades y privilegios adquieren un carácter casi obsceno. Los ciudadanos apoyamos mayoritariamente la democracia como sistema, pero expresamos nuestra insatisfacción con su funcionamiento.
Muchos de los políticos no quieren entender el mensaje que la gente les dio en las últimas elecciones de octubre con una avalancha de votos negativos y en las gestas de diciembre, han cambiado el discurso pero no cambiaron su soberbia, todo es un maquillaje no un cambio real, hace falta un cambio profundo y revolucionario de la política, romper con ese circulo cerrado donde nada ni nadie fuera de ella puede entrar, donde se favorece a los Lobby (coima), el clientelismo político, el acomodo de amigos y familiares, la impunidad y la corrupción generalizada. Es altamente irritativo saber que los hospitales no tienen insumos para atender a la gente, tampoco el PAMI (obra social de los jubilados) atiende a los ancianos y enfermos especiales, donde la crisis social es tremenda, donde casi la mitad de la población es pobre y una gran mayoría de trabajadores están siendo suspendidos o no cobran y hasta países como España e Italia solidariamente hacen colectas para nuestro pueblo, los “Señores Políticos – Funcionarios - Legisladores”, se niegan a ajustar sus gastos y privilegios. Ante el repudio manifiesto de la gente a los políticos en cualquier lado que estos se encuentren, que los está marginando a su ámbito, esto les provoca irritación y florecen espíritus autoritarios, ante esta realidad desconocida, algunos están pensando en crear una ley que castiguen como sediciosos aquellos ciudadanos que los desprecian o lo expulsan socialmente. Consideran que así podrán amedrentar o apaciguar la tensión que existe. Tan sólo con hecho de transparencia y honestidad, y la voluntad de producir cambios profundos en la forma de hacer política – la clase dirigente - podrán recuperar el prestigio perdido entre la gente.
La ciudadanía ha producido un cambio muy importante, ha abandonado su indiferencia y salió a la calle para hacer escuchar sus reclamos. Lo más destacado de estos hechos es que ha cambiando la forma de pensar y ver las cosas, por lo menos en un sector importante de la sociedad. Todo aquello que se nos presentaba como una panacea hoy ya ha dejado de serlo. Es innegable que esta clase dirigente está en el poder por el desinterés de los ciudadanos por la cosa pública, por no participar, por el famoso “no te metas argentino”, además es indiscutible que ellos – los dirigentes - son parte de esta sociedad, no han venido del espacio exterior. A cada uno nos cabe la pregunta “que hice yo para cambiar esto”. Ahora gran parte de la sociedad está asumiendo su error y trata de enmendarlo y de apoco ha ido tomado conciencia de lo que aconteció – porque esto no es nuevo - y acontece, primero salieron los trabajadores despedidos de las empresas privatizadas, posteriormente los jubilados, sectores de trabajadores reclamando contra la flexibilización laboral, los desocupados, los sin vivienda, los marginados, los sin justicia, para llegar a los asalariados que le confiscaron sus salarios. Hoy es la suma de todos estos conflictos sociales los que están en la calle y entre todos ellos nació una relación solidaria y el propósito de querer cambiar esta partidocracia y sometimiento, que aún se resiste, con algunos tristes hechos de violencia e intolerancia, al cambio propuesto. Es necesaria una revolución ética y moral que nos involucre a todos.
El transito a un cambio será lento y estará plagado de dificultades, pero todos los inconvenientes se superan con más participación, con más interés en todas aquellas cosas que hacen al conjunto de la sociedad, con más solidaridad, con más compromiso con el País y sobre todas las cosas con un mayor entendimiento “que aquello que le afecta a un sector de la sociedad nos afecta a todos” y entre todos lo tenemos que solucionar, que cada persona o sector no es una isla (abandonar el individualismo). Expandir la idea de cambio para que abarque a todos los sectores sociales, porque no se puede tener la soberbia de pensar que un sector social es todo el pueblo o que un sector de “iluminados” piense que ellos son los que pueden dar respuesta al resto de la sociedad, si no se entiende que el cambio se hace entre todos, este movimiento se diluirá y desaparecerá apenas de iniciado.

Hector Daniel Fernandez

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