lunes, 18 de mayo de 2009

PARTICIPACIÓN SINDICAL

Septiembre de 1996
No hace mucho en algunas publicaciones apareció una encuesta en la que se mostraba el descrédito de los Sindicatos, según esa encuesta el 72% de los trabajadores cree que no defienden los intereses de los trabajadores, un 31% opina que nunca solucionan nada y entre otras críticas aparecen que los sindicatos están más cerca del Gobierno o los empresarios que de sus representados, o que las elecciones no son limpias o que en las elecciones no hay listas opositoras.
Quizás muchas de éstas opiniones sean ciertas, pero en que medida cada uno participa activamente en su sindicato como para cambiar en algo esta situación. Es hora de que cada uno de los trabajadores nos hagamos una seria y profunda autocrítica y evaluemos hasta que punto nosotros no somos culpables de todo lo que está ocurriendo. Ayúdeme a hacer un pequeño y sincero análisis y veamos si coincidimos.
Hace mucho tiempo comenzó, en general, una vuelco al individualismo, primero por medio del miedo que generó el terrible período de los militares, en esa época muy pocos se animaban a participar o agruparse por temor a desaparecer, prevaleciendo esa instancia hasta ahora, los medios periodísticos oficialistas e interesados acompañaron este proceso con un constante bombardeo de información que preparó el terreno a los cambios económicos y sociales que vivimos hoy, entre ellos desprestigiar la actividad sindical. El objetivo de atacar y desacreditar a todos los sindicalistas por igual, fue destruir la organización en si.
No pretendo, con esto, justificar o defender algunos de los grandes dirigentes que a menudo aparecen en revistas frívolas haciendo ostentación de una riqueza inmoral y obscena para el momento que están padeciendo los trabajadores, o aquellos amigos del poder político que se prestan a entrevistas con periodistas oficialistas, mostrándose como el nuevo sindicalismo racional que negocio por nada todas las conquistas laborales. También están aquellos que ocupan y ocuparon cargos públicos o electivos, y no dudaron en cumplir con los designios económicos que precarizaron y quebraron el principio protector del derecho del trabajo. Recién ahora, cuando se perdió casi todo y tienen menguado el apoyo de la sociedad por la falta de confianza, intentan una reacción, presionados por las circunstancias insostenibles que se viven y por sindicalistas más comprometidos con los trabajadores.
Pero volvamos a nosotros, que somos quienes formamos los sindicatos, dado que sin afiliados no existirían los sindicatos ni dirigentes. Hicimos algo para revertir todo eso ?. Ustedes me contestarán que puede hacer una persona contra ese tremendo aparato; yo sostengo que se puede hacer mucho más de lo que se imaginan; pero para ello es fundamental la participación desde la base y la firme voluntad de ejecutar una transformación. Comencemos por su fábrica, cuántos están afiliados ?, cuántos son los que se postulan para delegados ?, cuántos son los que van a los sindicatos ?, cuántos están dispuestos a tomar medidas de acción contra los patrones cuando no cumplen con el convenio o lo estipulado ?. Acaso no sabemos que son muy pocos los que se juegan si hay que hacer reclamos, solo se hace algo cuando ya esta todo perdido, por lógica, muy tarde. Todos tememos perder el trabajo, por más mísero que sea el sueldo o por más explotados que seamos, ésta economía nos llevo a denigrarnos como personas, a ser sumisos ante el atropello del patrón, damos trabajo y recibimos desprecio, se nos considera como animales de trabajo y no como seres humanos, nuestras afecciones o problemas no interesan, lo que importa es la producción, uno puede ser cumplidor y excelente empleado, pero cuando llega el momento de reducciones o despidos, nadie se acuerda de lo que dio. Somos un simple número, única variable de ajuste. Hoy el trabajo no dignifica, denigra. Es deplorable observar como a diario se menosprecia al trabajador cuando va a ofrecer su única riqueza, que no es otra que su conocimiento, su trabajo y esfuerzo, se lo trata como un mendigo o paría, se le ofrecen condiciones de trabajo injustas y magros salarios al faltar empleo. En ocasiones deben realizar extensas y penosas esperas para tener una ínfima posibilidad de ingresar a trabajar. En la gran mayoría de los casos es en vano, son discriminados injustamente por ser jóvenes, adultos, casados, tener hijos, ser mujer, etc., vuelven a sus casas derrotados, con las manos vacías, sintiendo que la sociedad no los contiene, por el contrario, los expulsa, los descalifica sin darle una oportunidad, no logran vislumbrar una salida para ellos y su familia, se ven sitiados por la marginalidad, perdiendo la esperanza y la fe.
Pero no hacemos casi nada, no reaccionamos en la medida de las circunstancias, es tanta la presión que ejerce el modelo en que vivimos que nos quedamos impertérritos ante este atropello, solo atinamos a salvarnos solo, olvidamos la solidaridad, el compañerismo o aquello de que la unión hace la fuerza. Cada día ejercen una mayor presión con el fin de desunirnos, como método de opresión. Nos hablan de flexibilización, de aplicarnos las condiciones de trabajo de Malasia, donde viven miserablemente y sin ningún tipo de cobertura social, solo para privilegiar la economía de los empresarios y la recaudación fiscal, todo contra nuestra pobre y alicaída economía doméstica y nuestra seguridad social. La estrategia de supervivencia a que tienen que recurrir los trabajadores sólo constituye un paliativo y no debe servir como pretexto para que el Estado eluda su responsabilidad y esquivar luchar contra las raíces de la exclusión. Es evidente que casi todos que proponen o apoyan la flexibilización laboral, jamás trabajaron en un fábrica, ni se molestaron en conocer en las condiciones que se trabajan y aquellos que lo hicieron, ahora desde una posición económica opulenta, en su mayoría de dudosa adquisición, actúan con tal saña como si así pudiera borrar sus orígenes al cual deploran. Pero todos ellos ven a los trabajadores - pobres como seres inferiores, desde un pensamiento cercano al nazismo y actúan como tales.
Una de las tantas muestra de la dirección infligida por el Gobierno Nacional en materia de leyes laborales, además de las ya aplicadas, son los cambios propuestos, Aguinaldo fraccionado en tres o más meses; vacaciones fragmentadas según la necesidad empresarial; parte del salario móvil, de acuerdo a la situación empresarial; margen empresarial para cambios en tareas, horarios y lugar de trabajo; fondo de capitalización mixta por despido; sistema indistinto de convenios o sea la discusión por empresa de las condiciones de trabajo y salarios o hasta la pretensión de hacerlo en algunos caso en forma individual, esto no es otra cosa que debilitarnos en la negociación e implantar normas cada vez más injustas de trabajo. Porque no es lo mismo negociar con la fuerza de todo un gremio solidario, que con una o un grupo de personas, unos pocos no puede tomar medidas contra la intolerancia del patrón, en cambio, si son muchos los que se quejan, hay mayor posibilidad de ser escuchado. Hasta ahora todos los sacrificios lo estamos haciendo los trabajadores en pos de una mejora en la oferta de empleo, pero los empresarios no están dispuestos hacer ninguna concesión, solo pretenden aumentar sus ganancias a costa del empobrecimiento del trabajador, un ejemplo de ellos es que cuando se propuso, entre otras medidas, aumentar el impuesto a las riquezas, que toca el patrimonio personal de cada uno, se negaron. Con esto quiere decir que los trabajadores por ser pobres debemos ser quienes afrontemos este destino, que no creamos, ni deseamos. Aparte podemos observar que nos mienten cuando dicen que la situación va a cambiar, porque ya bajaron los aportes patronales y el desempleo aumento, se sabe que las inversiones extranjeras más importantes ya se hicieron y el empleo no aumento y como contrapartida a los vaticinios las quiebras de empresas baten récord mes a mes, la reactivación en estas condiciones no esta a la vista, es más, a los empleadores los beneficia estas condiciones, tienen mano de obra barata y condiciones de trabajo a su voluntad, por lo tanto no les interesa cambiarlas, sino profundizarlas. Estamos a pasos del año 2.000, vemos asombrados los avances tecnológicos y científicos, se viaja por el universo en busca de otras civilizaciones y aquí en la tierra, se vuelve a un nuevo tipo de esclavitud encubierta detrás de una democracia débil dominada por una economía globalizada.
Como esas, hay una infinidad de preguntas y situaciones, tan solo pondremos excusas para ocultar nuestra pasividad, temor o simplemente para eludir nuestra responsabilidad de ser participes de un cambio. Los cambios se hacen desde adentro, un profeta decía "Es preferible encender una humilde vela, en vez de despotricar secretamente contra la oscuridad", comencemos de a poco, afiliándonos, cumpliendo con nuestras obligaciones y exigiendo que se cumplan nuestros derechos, debemos concurrir a los sindicatos para conocer que nos ofrecen y aprovechar sus beneficios, elijamos delegados que se comprometan con nuestros ideales y no aquellos que solo buscan representarnos para tener permisos. Presionemos desde abajo para que la cúpula cumpla con nuestras inquietudes y controlemos a los dirigentes para que no negocien las pocas conquistas que nos quedan. Participando revertiremos esta situación y capacitándonos encontraremos mejores métodos de lucha y evitaremos ser engañados.
EVITA decía: "LOS MEDIOCRES NUNCA QUIEREN COMPROMETERSE Y DE ESOS CONOCEMOS MUCHOS, SON COBARDES, NUNCA SE JUEGAN POR UNA CAUSA, NI POR NADIE. NO ALCANZAN A SER JUDAS, PERO SON TAN REPUDIABLES COMO PILATO".
No nos quedemos solo en la critica, demostremos que nosotros lo podemos hacer mejor, no nos escondamos detrás de las excusas o deleguemos nuestro destino y responsabilidad en otros, nadie defenderá nuestros derechos como nosotros mismos.
Recuperemos nuestra capacidad de reacción y luchemos por nuestra dignidad, demostremos que aún estamos vivos y que lucharemos para que economía este al servicio del hombre. Nuestras sociedad está pagando muy caro su dependencia exclusiva de la economía, en lugar de subordinar ésta a un proyecto social democráticamente elaborado. Estos modelos copiados de los países industrializados dieron como resultado el beneficio de una minoría.
Optar por la esperanza y la acción supone una cierta forma de interpretar la realidad, hacer incapié con lucidez en las posibilidades de cambio, reaccionar positivamente ante las señales de peligro, de tomarlas, no como señales de desesperanza, sino como ocasiones de renovarse, como posibilidades de cambiar el rumbo, es una posibilidad.
El reto es concebir una política donde se coloque al ser humano en el centro del desarrollo y la modernidad, donde el crecimiento económico sea un medio y no un fin. Se debe promover el desarrollo humano sostenido que favorezca a la persona, que promueva el empleo productivo, reduzca la pobreza, aliente la integración social y la regeneración del medio ambiente.


Héctor Daniel Fernández

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