Este Gobierno de Javier Milei que
se inicia, nos advirtió de tiempos difíciles, sin embargo, recalcó una y otra
vez, que en esta oportunidad el esfuerzo lo haría la política, a la que
identificó como casta, por tratarse de una minoría que gozaba de condiciones
más beneficiosas que el resto. Nada de esto se ha visto reflejado en las
primeras medidas.
Ante el fracaso de las políticas del
Gobierno de Alberto Fernández, por falta de claridad o información, muchos trabajadores
votaron a Milei con la esperanza de un cambio, que no fueran siempre los
trabajadores y los pobres los que pagaran el ajuste. Es más él dijo que el
ajuste no recaería sobre el común de la gente. Poco a poco se van dando cuenta
que no cobraran en dólares y que la única variable son ellos una vez más, que
los poderosos, la verdadera “casta” empresarial, financiera, política y
judicial no es tocada, es más está Gobernando. Los que se fueron en helicóptero
dejando muertos, descomposición social y caos económico, volvieron!!!
El sindicalismo debe redefinir
rápidamente su rol frente a un Gobierno que viene a aniquilar todas las
conquistas laborales y sociales en el más corto plazo, aplicar un despiadado
ajuste que implicará una fenomenal transferencia de ingresos de los
trabajadores a las empresas, la liquidación del patrimonio nacional y todo esto
aunado a una represión violenta y sin límites. Los tiempos de la dirigencia no
es el tiempo de sus bases, necesitan que sus representantes salgan en su
defensa sin demoras especulativas, si quieren volver a ser la columna vertebral
del Movimiento Nacional y Popular.
Las consecuencias de la
devaluación anunciada y las medidas que vienen son previsibles. A esto se
sumarían: Fin del programa Precios Justos, Fin del Fideicomiso del Aceite, Fin
del Fideicomiso del Trigo, Fin de la política de cupos para maíz, trigo y carne,
Desregulación del precio de los combustibles, Desregulación de las tarifas de
luz, gas y agua, Desregulación del precio de las telecomunicaciones, Derogación
de la Ley de Alquileres, Devolución del IVA, que caduca el último día del año.
Simplificando, esto significa mayores aumentos y pérdida del poder adquisitivo
del salario y jubilaciones.
Es el momento de la unidad de
acción y concepción, además de incorporar nuevas líneas de acción a los
tradicionales métodos e ideales sindicales, produciendo cambios esenciales en
las estrategias, para lograr la defensa de los derechos adquiridos y una más
justa distribución de los ingresos, consumo y producción. Como así también
hacer frente a las políticas de devaluación, apertura indiscriminada de las
importaciones, endeudamiento, favorecer a los más poderosos para que estos
derramen sobre los que menos tienen, cierre de pymes, recesión, abaratar el
costo laboral con desocupación crónica, salarios y jubilaciones baratos,
flexibilización laboral, desfinanciar empresas del Estado o Nacionales para
generar ineficiencia y poder privatizarlas con bajo costo, desfinanciar el
ANSES y PAMI para crear fondos privados y apropiarse del Fondo de Garantía de
Sustentabilidad, desfinanciar la salud y la educación pública para favorecer a
entidades privadas, etc, etc,. A esto vinieron y esto es lo que han comenzado
hacer.
Las poderosas fuerzas del capital
han constituido un nuevo orden internacional, basado en la preservación de las
desigualdades y la exclusión de los derechos sociales y laborales de los
trabajadores. El "Mercado" es un nuevo poder político que rige,
domina y supera a los Gobiernos, Parlamentos y Poderes de una Nación. Como así tampoco respetan, es su afán de
aumentar sus riquezas, destruir el medio ambiente de los países no industrializados
derrochando energía y otros recursos naturales.
Hoy las fuerzas del capital
mundial, tienen como estrategia aplicar una nueva hegemonía capitalista, para
tal fin promueven la desunión de los trabajadores, aumenta la masa de
desocupados y de trabajadores precarios, congelan los ingresos y disminuyen las
condiciones de trabajo y bloquean la sindicalización. Con estas condiciones y
las necesidades se crea un clima favorable para la aplicación de esa
estrategia. Con la división de la fuerza del trabajo, se hace difícil unificar
el accionar de los trabajadores y se debilita la fuerza solidaria dentro de una
misma empresa, de un sindicato u organizaciones nacionales, enfrentándolos
entre sí, creando un criterio individualista que permite la explotación del
trabajador y el debilitamiento o destrucción de la función de los
sindicatos.
Lo serio y grave de todo esto es
que no es una situación temporal o que se pueda revertir rápidamente, esto es
una gran operación que abarca sectores económicos y políticos del país y las
empresas multinacionales, con el claro objetivo de imponer un rápido proceso de
ajuste estructural y sinceramiento liberal-conservador, exponiéndolo como la
única alternativa. De ello se desprenden algunas medidas tomadas y otras que
vienen anunciando, que perjudican al trabajador y su condición social, en favor
de una pequeña clase social cada vez más rica y poderosa. Los ricos se
encuentran estructurando su revolución, de la cual excluyen a los sectores
medios, pobres e indigentes, dado que consideran que no son su problema; esta política
de mercado ideada por ellos, pretende anular al ser humano, amenazando su
seguridad. Es evidente que los bienes materiales se reparten cada vez más
injustamente, demostrando que el crecimiento funciona gracias a la desigualdad.
El Gobierno, los políticos
aliados y los medios de comunicación que los amparan, nos quieren hacer creer
que la aplicación de esta política económica es la única salida, echándole la
culpa a la pesada herencia. Esta aseveración ha sido aceptada en sectores
populares, tratando de crear una cultura de resignación por lo que les toca
vivir y haciéndoles creer que en un futuro, que no llegara, se estará mejor. La
realidad es que la sociedad está pagando muy caro este cambio de modelo
económico, dependiente exclusivamente del mercado, en lugar de subordinarla a
un proyecto distributivo equitativo, humanista y social.
Es conveniente analizar quienes
son los que proponen este sinceramiento, a quien beneficia este planteo. Acaso
no pueden ejecutar un programa más justo y equitativo, porque aceptar un tipo
de desarrollo que iguala a todos los trabajadores hacia abajo, creando una mayor
brecha entre los dueños del capital y el trabajo, donde el trabajador y su
oferta (la mano de obra) es lo que menos valor tiene y su vida como ser humano
e integrante de la sociedad no cuenta, de qué sirve el avance de la tecnología
si solo está al alcance de unos pocos. La única salida que le queda al
trabajador es sindicalizase y participar, porque a nadie más le interesa
revertir esta situación, dado que todos se benefician con la degradación del
trabajo, tanto el Estado como las empresas.
Una vez más vienen por la
“reforma del modelo vigente de relaciones laborales” o sea una nueva
flexibilización laboral, reduciendo el ámbito y contenido de la negociación
colectiva. El argumento que esgrimen es que el alto “costo laboral” impide el
crecimiento de la empresa y frenan el ingreso de inversiones. Arguyen la
necesidad de la libre contratación de personal con menos impuestos y cargas
sociales, flexibilizar y facilitar la contratación, período de prueba,
contratos de plazo fijo flexible, negociar productividad, eliminar el pago de
indemnizaciones por despido, y acordar diferentes salarios y condiciones de
trabajo por empresa y región. No existe posibilidad de un diálogo o negociación
justa y racional con un desequilibrio de fuerzas.
Ante tantos ataques a la clase
trabajadora y a los sectores más vulnerables de la sociedad, se hace necesario
que los dirigentes gremiales estén a la altura de la circunstancias, poniéndose
al frente de los reclamos y en defensa de los derechos adquiridos, deben
terminar los cabildeos y los mezquinos intereses personales o sectoriales. El
sindicalismo está en presencia de una nueva lucha, a la cual debe darle una
respuesta inmediata, antes que sea tarde, porque las políticas que aplica el
gobierno llevan a acrecentar los despidos, lo que significa el debilitamiento
de los gremios. Aún los trabajadores pueden estar dispuestos a luchar por sus
derechos y hay que hacerlo antes que la inseguridad y el miedo a perder el
trabajo sea mayor a la voluntad de lucha. Ya en el seno de la sociedad ha
comenzado a percibirse la falta de seguridad en el empleo, del ingreso, en la
salud, la educación, estas inseguridades esclavizan al hombre y le hace perder
su libertad.
La sociedad que está en contra de
este modelo económico, que le ha quitado a los que menos tienen para darles a
un reducido grupo de los que más tiene, puede volver a ver a la dirigencia
sindical unida como el faro que los guié para combatir estas políticas y en la
cual se sumaran las organizaciones sociales.
Héctor Daniel Fernández
Diciembre 2023