Uno de los problemas que se nota últimamente
en la sociedad actual, es que está sumida en un individualismo, violencia, egoísmo
e indiferencia, que la lleva a no respetar valores morales, éticos y cívicos
que son necesarios para la mejor convivencia colectiva. Cada uno trata de
imponer su voluntad a como dé lugar, no se respeta al otro y se avasallan los
derechos de los otros sin el menor atisbo de arrepentimiento. Lo vemos a
diario, en el tránsito, en la calle, en el transporte, en los negocios, en el
uso del espacio público y en las redes sociales, entre extraños, amigos o
parientes: “todo es igual, nada es mejor”. Como si la condición humana se haya degradado. Si no tratamos de
conducirnos en nuestra vida cotidiana, tomando como referencia ciertas reglas
morales, éticas o de conducta, estaremos viviendo en iguales condiciones que en
aquellas etapas de la historia humana, donde prevalecía la intolerancia,
violencia y la inmoralidad, como forma de vida, sin medir los resultados de
tales acciones.
En los últimos años han florecido
conductas antisociales y deshumanizadas que desafortunadamente cada día que
pasa se están instalando más dentro de la sociedad actual. Conductas cargadas
de odio, egoísmo, violencia e indiferencia ante el prójimo, son nuestro día a
día. La razón de esto, quizás sea responsabilidad de nosotros mismos, ya que
poco a poco el ser humano se ha deshumanizado, convirtiéndose en una maquina
presa del stress diario, tras objetivos meramente económicos y consumistas e
inmerso en la tecnología, dejando de lado el convivir cara a cara con sus
semejantes.
Últimamente, unos de los sitios que más se nota el funcionamiento
del discurso del odio, cada vez de manera más abierta y desvergonzada son las
redes sociales. En medios digitales no sólo se está generando violencia, se está dando un
fenómeno que había quedado en el pasado: La humillación pública y el menoscabo de la dignidad del ser humano. Hoy se
apela a linchamientos digitales. Las redes sociales, más allá de ser un medio
excelente para el encuentro y la comunicación entre personas, operan como un
sitio adecuado para la agresión pública. Estas plataformas participativas y
dinámicas son funcionales a cierto tipo de ataques perjudiciales para la
dignidad y la honra de los individuos, que se ven favorecidos por factores como
la facilidad en la construcción de publicaciones infamantes y noticias falsas,
la velocidad y los alcances de su difusión y el potencial anonimato de los
responsables, todo tendiente a dirigir la voluntad de los individuos en la toma
de decisiones esenciales para su futuro. No busca una respuesta ni un espacio
para el diálogo o un debate enriquecedor; solo busca agredir y provocar dolor a
su mensaje, incluso a personas que dice amigo o que aprecian. Es muy habitual,
en nuestras redes sociales, recibir de conocidos, amigos o parientes que opinan
diferente en ciertos temas, publicaciones saturadas de agresiones
verbales, discriminatorias, xenófobas, raciales o descalificadoras con insultos
y rencor, generalmente de escasa o nula veracidad, de incomprobable realidad y
así y todo lo retransmite por la red social. Seguramente estamos frente a
alguien que expresa todo su resentimiento por conflictos no resueltos.
Lamentablemente, esas personas – conocidos, amigos o parientes - que dicen que
te aprecian o te quieren, te hieren sin el menor cargo de conciencia,
degradándose como seres humanos, mostrando un comportamiento
antisocial de personas enfermas del alma.
También vemos en algunos medios que hay muchos comunicadores y políticos
que incentivan la violencia. Hay muchos que siguen a estos ídolos de barro y
dañan al conjunto de la sociedad, no son determinantes, pero si perturban la
paz y la convivencia social
Una sociedad desigual es una sociedad más violenta. Lamentablemente vivimos
en una sociedad desigual y el caldo de cultivo son las necesidades
insatisfechas de la población que requiere más salud, educación, más viviendas
dignas, más escuelas, más seguridad, infraestructura, una sociedad más
inclusiva que no fermente más odio ni rencor. En fin solo nosotros tenemos la
respuesta en el día a día por la forma en que nos comportamos, nos
relacionamos, positivamente y pacíficamente, nos esforzamos por ser personas de
bien para que nuestras próximas generaciones se sientan orgullosos de nosotros
por dejarles no riquezas materiales sino riqueza espiritual de calidad.
Debemos recuperar el respeto y la solidaridad por el
prójimo, pero también por las disposiciones y leyes.
Debemos incentivar en la familia, en la sociedad, en
los colegios, en los foros sociales valores tales como la amistad, solidaridad,
cooperación, justicia, equidad, confianza y tolerancia.
Daniel Fernández
Noviembre 2021