Algo que me ha asombrado últimamente es el fastidio y rechazo que cierto
sector de la sociedad le ha ido tomando al Papa Francisco. Cuando se enteraron
que fue electo Papa hubo algarabía y felicidad en general y principalmente
aquellos que estaban en contra del Gobierno de Cristina Kirchner, porque
pensaban que iba a pasar algo similar de lo que ocurrió en el papado de Juan
Pablo Segundo con Polonia, con su apoyo al Sindicalismo de Solidaridad de Lech
Walesa. Este Sindicalismo de raíces cristianas nació de
las luchas obreras y campesinas por la libertad sindical, en la búsqueda de
poder constituir organizaciones independientes al Partido Obrero Unificado
Polaco (Marxista), que gobernaba el país, y en contra del gobierno
popular. Esta organización, que acabó convirtiéndose en partido político y su
líder, Lech Wałęsa, llegó a la presidencia del gobierno polaco, apoyado por los
gobiernos conservadores de Estados Unidos (bajo la presidencia de Ronald
Reagan) y Gran Bretaña (bajo la presidencia de Margaret
Thacher). La Iglesia Católica participó activamente en la
organización del sindicato en la línea política y social que el mismo defendía.
Estos sectores sociales y la oposición, suponían que
iba a ocurrir lo mismo con el Papa Francisco y les iba a ayudar a liberarse del
gobierno popular de Cristina Kirchner.
Al poco tiempo, con las medidas que tomaba el Papa,
con sus discursos y sus actos a favor de los pobres, de los desprotegidos, de
los marginados, de los inmigrantes, de los trabajadores y en contra del
capitalismo, comenzaron a disgustarse con él y a criticarlo.
En nuestro País, los medios de comunicación
comenzaron una furibunda campaña contra él, tanto que la Iglesia argentina tuvo
que salir a criticar a esos medios. Era lógico que lo atacaran los dueños de
los medios monopólicos, porque indirectamente los menciona a ellos también,
como una parte necesaria para que el capital pueda explotar a ser humano.
Ocurre que este Papa se salió de los libretos que
traía la Iglesia tradicional, lo que sorprendió a nuestra sociedad conservadora
y burguesa, y sus imitadores de la clase media, egoísta e individualista, donde
la culpa siempre la tienen los otros, que sólo ven lo que quieren ver y que
nada pasa mientras no les pasa a ellos. Las palabras del Papa calaron hondo en estos
sectores sociales de los creadores y repetidores: nos vienen a quitar el
trabajo, a usar nuestros hospitales (como si ellos lo usaran), son “todos” vagos,
tienen hijos para cobrar la asignación, no quieren trabajar, les gusta vivir
así y muchas otras más que marcan el desprecio por el ser humano. (http://lzrsocialypopular.blogspot.com.ar/2017/12/sociedad-desquisiada.html)
El Papa Francisco además de los tradicionales
sermones religioso, los pecados, ser buen cristiano, ir a misa, adulterio,
aborto, etc, y avanzo sobre otros aspectos de un buen cristiano y eso molesto. Con
lo tradicional a muchos con la confesión y una limosna creían que le bastaba
para limpiar su alma, rezaban algunos padre nuestro y ave María solucionaban
sus pecados y en algunos casos atroces. No hay arrepentimiento verdadero y
cambio. En este sentido, subrayó la
importancia de la coherencia de vida cristiana: “Esa misión debe hacerse con el
testimonio y con la Palabra, porque si yo explico cómo es Jesús, y cómo es la
vida cristiana, y luego vivo como un pagano, entonces no sirve de nada. La
misión no funciona”.
En este sentido el Papa comenzó a interpelar a la
sociedad y a las personas, sobre lo ético, lo moral, sobre el compromiso
social, defiende a los pueblos originarios, a los inmigrantes y les pide perdón
por los genocidios ocasionados en nombre de Dios en la conquista.
Francisco expresó que “muchas veces nosotros
estamos también convencidos de no haber hecho nada malo y así nos contentamos,
presumiendo de ser buenos y justos. Pero, de esa manera corremos el riesgo de
comportarnos como el siervo malvado: tampoco él hizo nada malo, no destruyó el
talento, sino que lo guardó bien bajo tierra”.
“Pero no hacer nada malo no es suficiente,
porque Dios no es un revisor que busca billetes sin timbrar, es un Padre que
sale a buscar hijos para confiarles sus bienes y sus proyectos. Y es triste
cuando el Padre del amor no recibe una respuesta de amor generosa de parte de
sus hijos, que se limitan a respetar las reglas, a cumplir los mandamientos,
como si fueran asalariados en la casa del Padre”, añadió.
El Santo Padre también dijo que “quien se
preocupa sólo de conservar, de mantener los tesoros del pasado, no es fiel a
Dios”.
A este respecto, “la omisión es también el
mayor pecado contra los pobres”. “Es mirar a otro lado cuando el hermano pasa
necesidad, es cambiar de canal cuando una cuestión seria nos molesta, es
también indignarse ante el mal, pero no hacer nada. Dios, sin embargo, no nos
preguntará si nos hemos indignado con razón, sino si hicimos el bien”.
Molesta aquí que bendiga a los Curas por la Opción
por los Pobres, que trabaje con las organizaciones sociales, que reivindique al
Padre Mujica, quiera canonizar al arzobispo Oscar Romero y a Pablo VI,
Molesta lo que dice: "¿Qué le pasa al mundo de hoy que, cuando se produce
la bancarrota de un banco de inmediato aparecen sumas escandalosas para
salvarlo, pero cuando se produce esta bancarrota de la humanidad no hay casi ni
una milésima parte para salvar a esos hermanos que sufren tanto?".
Igualmente pidió, liberarse de
"ataduras" como "el apego a las cosas materiales o por el
espejo", el gusto por "el dinero, los banquetes exuberantes, las
mansiones suntuosas, los trajes refinados o los autos de lujo".
Con
contundencia, habla del «dios dinero».
El Pontífice es contundente en este campo, cuando critica el afán por acumular
riquezas, es consciente de que «el dinero es importante, sobre todo cuando no
está y de ello depende la comida, la escuela y el futuro de los hijos.
Pero se convierte en un ídolo cuando es el fin
último». El capitalismo actual anda por este camino. Así lo ha
denunciado, al afirmar que «cuando el capitalismo hace de la búsqueda de
beneficios su único objetivo, se convierte en una estructura idolátrica». «El
mejor modo y más concreto de no convertir el dinero en un ídolo es
compartirlo, compartirlo con los demás, con
los pobres, o para permitir estudiar y trabajar a los jóvenes venciendo la
tentación idolátrica con la comunión», ha dicho.
Haciendo
un repaso por las formas de solidaridad desarrolladas para ayudar a los más
desfavorecidos, ha hablado incluso de la evasión fiscal.
Eludir impuestos es una «negación de la solidaridad»
que, «además de constituir un acto ilegal es un acto que niega la ley básica de
la vida: la ayuda recíproca». Quizás sea por ello que los funcionarios y amigos
de este gobierno que tiene sus fortunas en Paraísos Fiscales les molesten y lo
vean como un enemigo. Ahora no entiendo a las “personas” – que se dicen
cristianas - que están a favor de estos evasores y en contra del Papa.
También
ha puesto el dedo en la llaga al señalar otro de los vicios del capitalismo:
«El principal problema ético del capitalismo es la creación de descartados a
los que después quiere esconder». Para explicarlo mejor ha usado un gráfico ejemplo:
«Las casas de juego financian programas para ayudar a los ludópatas que ellos
mismos crean». Por eso, el Papa ha invitado a los empresarios a que no solo se
ocupen de estos descartados del capitalismo sino a que sigan luchando
para que el sistema no deje a nadie atrás;
que no se conformen con la filantropía que pone en práctica el capitalismo sino
que vivan una auténtica comunión porque «es fácil dar una parte de los
beneficios sin abrazar y tocar a las personas que reciben esas migajas».
Los
que están fastidiosos y critican al Papa Francisco, es porque les ha tocado su
fibra más intima, esa que tienen escondida muy adentro y que ocultan bajo mil
llaves, los ha hecho mirar ante un espejo que les muestra sus peores miserias
humanas, su egoísmo, su bajeza, su individualismo, su hipocresía y desapego a
Dios y su Amor al Dinero y a lo material.
Daniel Fernández
Marzo 2018