martes, 19 de mayo de 2009

CRISIS

Diciembre de 2008

¿UNA CRISIS SOCIAL PRODUCTO DE LA CRISIS FINACIERA – O – UNA CRISIS FIANCIERA PRODUCTO DE UNA CRISIS SOCIAL?

El comportamiento social ha sufrido una degradación que nos debe preocupar. No solo se ha degradado y es creciente el descreimiento entre representantes y representados, sino que también afecta la observancia de las leyes, el funcionamiento de las instituciones e incluso en el comportamiento diario en la calle.
En la década de los noventa se alcanza el cenit de los cambios sociales y culturales que hacia años se venían gestando, está época estuvo marcada por el fundamentalismo de mercado que trajo aparejado una caída profunda en los valores que eran el basamento de la sociedad. Se instalo en casi todo el mundo el neo-liberalismo o capitalismo salvaje, perdiendo la economía la ética y la equidad. A consecuencia de ello surgieron factores como la desocupación, eliminación de las pequeñas empresas, salarios inmóviles, privatizaciones, recicladotes de basura, trabajos informales, etc., que hicieron que cambiara el comportamiento general. Pero uno de los hechos más grave fue la perdida de la cultura del trabajo, debilitando las bases sociales y poniendo en riesgo las instituciones, comenzando con la familia, forjadora de valores éticos y morales.
La degradación social que estamos viviendo es el reflejo de la degradación de la familia. Los valores morales surgen primordialmente en el individuo por influencia y en el seno de
la familia, y son valores como el respeto, la tolerancia, la honestidad, la lealtad, el trabajo, la responsabilidad, etc. Algunas de las causas, son los conflictos familiares, intolerancia y la situación económica, ésta ha traído aparejado que tanto la madre como el padre tengan que salir a trabajar, quedando los hijos al cuidado de familiares o extraños, doble escolaridad o cuando no en la calle. Cuando los padres regresan al hogar luego de una larga jornada de trabajo, están agobiados y cansados, escasamente pueden contener o atender las demandas de sus hijos, produciéndose un relajamiento de la autoridad, pérdida de disciplina y de respeto, lo cual se refleja en el comportamiento en el colegio y ante la sociedad. En definitiva la formación queda en manos de terceros, que no siempre tienen el mismo celo e interés que los padres, quienes además tiene la obligación de esa labor.
La resignación, el conformismo y el desaliento se instalan en vastos sectores de la sociedad adulta y el desinterés y descreimiento en la juventud, doblegados ante un discurso aplastante que predica que el destino de hombres y mujeres se juegan en el terreno del mercado - donde impera la ley del más fuerte y el "sálvese quien pueda" - y no en el ámbito de la sociedad, política y el Estado. Gran parte de la Juventud descreen de todo y no quiere participar en nada, porque suponen que serán usados y nada podrán cambiar. Algunos sectores expresan su rebeldía con violencia, violencia en las canchas, en los recitales o simplemente en las calles, otros se hunden en el alcohol y las drogas o caen en la marginación al no vislumbrar un futuro. Quizás todas estas reacciones sean una forma inconsciente de revelarse contra este sistema que los expulsa y abandona y a la vez serle inservible al mismo.
Nos hemos convertido en una sociedad individualista, intolerante y agresiva, la única verdad es la nuestra, el único reclamo valedero es el nuestro, el de los demás sólo molesta. No hay respeto por espacio público ni conciencia por el bien común. Así vemos como automovilista se quejan porque manifestaciones de trabajadores o desocupados cortan las calles reclamando en defensa de su fuente de trabajo, pidiendo trabajo o mejores condiciones de vida. Pero esos mismos automovilistas que reclaman por su derecho a transitar libremente, toman la calle y la cortan para reclamar que no levanten más edificios, para que ponga un semáforo, pero les es indiferente si se cortan avenidas y calles por un corso, un recital, un partido de fútbol, una maratón o cualquier otra acontecimiento. Se está obstruyendo en once una calle por cuatro años, que nada tienen que ver con el dolor y legitimo reclamo de justicia, pero se está perjudicando a vecinos, comerciantes y usuarios de colectivos sin que a nadie convoque o utilice el sentido común. Se corta indefinidamente un puente internacional como protesta contra una empresa en un País vecino porque supuestamente nos va a contaminar. Se cortaron las rutas del País en reclamo de beneficios a un sector de la producción, perjudicando a otros sectores con desabastecimiento y aumento de precios en los alimentos. Pareciera que solo es valedero nuestro reclamo o del sector al que pertenecemos.
Sin ir muy lejos, en pleno 2001, el fulgor de las asambleas populares y la caída estrepitosa a nivel social de la clase media, con alta tasa de desocupación, corralito y saqueos incluidos, los hizo acercarse a los más pobres, y como gran acontecimiento los vecinos de Caballito recibieron a los pobres de La Matanza (luego piqueteros), con D´elía a la cabeza, en su marcha hacia Plaza de Mayo, con agua y comida, en un gesto de solidaridad y comunión social. No hace mucho, los vecinos de Caballito cortaron la Av. Rivadavia pidiendo que saquen un “asentamiento” de cartoneros que se encuentra sobre las vías del Ferrocarril Sarmiento, porque dicen que ellos provocan la ola de delitos que padecen. No se congregaron porque viven en condiciones inhumanas, sino porque supuestamente “los marginados” son generadores de inseguridad.
La inseguridad es un serio problema, pero no es independiente del problema social que vivimos, sin inclusión no habrá seguridad. Aquellos a quienes se les da la espalda, hoy nos piden, mañana reclamarán y luego, nos quitaran con violencia lo que ellos creen que les corresponde de una mala distribución de los bienes.
Es positivo que los ciudadanos se manifiesten y movilicen por aquellas cosas que lo afectan y no son atendidas, pero se tiene que tener un criterio para analizar que es lo relevante o lo que no lo es tanto, que es prioritario y lo que no lo es, de acuerdo a esto debe ser nuestro comportamiento en la calle con manifestaciones o manifestándonos.
También es permanente la queja sobre la suciedad y el tránsito, pero los que generamos la suciedad somos los mismos ciudadanos, los que violamos las reglas de tránsitos somos los automovilistas. Es indudable que hay una profunda incultura ciudadana y falta de ejemplos. Por lo general aquellos que deben hacer cumplir disposiciones, ordenanzas o leyes, son lo primeros en violarlas o individuos omnipotentes que no les toca las generales de la ley. Estamos colapsando como sociedad y no sumergimos en una crisis muy peligrosa.
Declamamos por las dirigencias corruptas, inmorales, comportamientos mafiosos, ineficientes, etc. Pero no podemos negar que esos dirigentes nacieron del ceso de nuestra sociedad. No se hicieron corruptos, mafiosos o ineficientes con el solo hecho de arribar a un cargo político.
Además pareciera que la sociedad le gustara suicidarse, cuando asume un gobierno democrático –cualquiera su signo político - y con el cual no se esta de acuerdo, queremos inmediatamente que fracase. Cuando fracasar significa que nos ira mal a todos o casi todos. Sectores de poder comienzan a operar en su contra para debilitarlo y desgastarlo. Se apoya a cualquier sector o persona que critique o ataque al gobierno, sin importarnos que ideas sustenta o si esta a las antípodas de nuestro pensamiento. Se producen las alianzas más sorprendentes, carentes de coherencia y sustento ideológico, aquellos a quienes criticaron o descalificaron, hoy son sus nuevos aliados. Nadie analiza la información, de donde proviene o que intereses tiene, se la consume tal cual se da. Aún existen conductas con reminiscencia golpistas. Así cuesta mucho crecer, como País y como sociedad.
En definitiva es una actitud egoísta de esta sociedad, privilegiamos nuestros intereses por sobre los del conjunto, no importa si el País se hunde, lo importante es salvarnos únicamente nosotros.
Se tiene una visión muy escueta de País, producto de un trabajo planificado que viene de muchos años atrás que tuvo por objetivo crear esta sociedad individualista y destruir los valores solidarios que existían. Hoy suponemos que “el País” es sólo el ámbito que nos desenvolvemos o el sector social al que pertenecemos o tenemos contacto.
Nuestra sociedad olvida rápidamente ciertos acontecimientos, no recuerda lo duro que fue superar anteriores crisis y cuanto nos costo salir de ellas, principalmente la más reciente del 2001. Como en toda crisis el trabajador y los pobres son los que más pierden y deben pagarla con una alta cuota de sacrificio.
Ahora cuando hablamos de sociedad, por lo general nos referimos a ámbito que nos rodea. Pero en realidad la sociedad está conformada por distintos estamentos sociales. Entre esos estamentos se encuentran los pobres y marginados, quienes no especulan, no se preocupan por la caída de la bolsa o si sube el dólar, sólo pueden preocuparse en comer ese día y estos son millones de ciudadanos. Así que cuando se dicen, “la sociedad esta preocupa por ....” no es toda la sociedad. Parecería que para algunos solo cuenta aquellos de cierto poder adquisitivo.
Si el reparto de la riqueza fuera más eficaz y equitativo y se invirtiera en educación, salud y trabajo digno, no habría tantos marginados y pobres, se recuperaría la cultura del trabajo y se eliminaría muchos de los males que hoy nos aquejan, entre ellos la violencia, seguramente no habría que invertir tanto dinero en policías, cárceles, barrios cerrados, guardias privados de seguridad, etc. La acumulación de riquezas en manos de unos pocos, trae aparejado la acumulación de pobreza en la mayoría de la población.
Estamos ingresando a una nueva crisis mundial, iniciada en Estados Unidas y que no se sabe a ciencia cierta, cuando o como terminará. Algunos vaticinan el final del fundamentalismo del mercado, ese que por si sólo todo lo arreglaba. En EE.UU el mismísimo Estado, conservador y defensor del libre mercado, “intervino” para que no se les derrumbara todo el sistema. No se puede distinguir si es una maniobra más de la economía capitalista para bajar los precios de las materias primas, congelar y bajar salarios, ajustar las plantas permanente de trabajadores y flexibilizar las condiciones laborales. Una historia ya vivida o se les pincho la burbuja financiera especulativa improductiva, que se apropiaba de la riqueza creada por el trabajo. Mientras la producción este en manos de grupos inversores, financistas o accionistas, donde las ganancias son el único criterio, en lugar de los productores o industriales con intereses propios, solo prevalecerá la especulación. Mientras existan empresas con más poder que un Estado, no existirá una democracia verdadera y mucho menos se podrá pensar en una economía social. La falta de equidad del capitalismo, genero que el trabajador produzca riquezas para otros, mientras producía su propia pobreza material y moral.
Toda crisis trae cambios, estamos ante la posibilidad histórica de producirlos, se requiere una transformación económica, social y política, enfocada en la producción y no en la especulación, reparar los profundos daños en el tejido social y una democracia verdadera apoya sobre la base de una mayor participación y consenso.


Héctor Daniel Fernández

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