Apenas asumió este
nuevo Gobierno, un sector importante de medios, políticos y personas comenzaron
a critican todo lo que hace, no hace, dice y no dice, incluso han salido a la
calle a manifestarse en plena pandemia y en el pico de los contagios. Ahora las
críticas van por la nueva fórmula jubilatoria presentada ante el Congreso, la
eliminación del IFE y ATP, el Aporte Solidario a las grandes fortunas, el
presupuesto, el acuerdo con los bonistas, la pobreza y la indigencia. Cuando
antes- sin pandemia - convalidaban, justificaban u ocultaban todo las medidas
que nos llevó a un desastre social y económico. Pareciera que sufren de
amnesia, no recuerdan que no hace un año eran gobierno. Es válido criticar dado
que estamos en democracia, lo que si deberían tener cierta coherencia. Resulta insólito
que este sector, en ciertas ocasiones, quiera correr al gobierno por izquierda
y luego pide ajuste fiscal, pero que se haga con los de abajo, porque los de
arriba no están dispuestos a sacrificar nada. Como también es un clásico que
los trotskistas exijan que se vaya por todo, cuando ellos nunca gobernaron nada
en ningún lado.
Antes de desarrollar
mi pensamiento, quiero dejar sentada mi postura: considero que los aumentos por
decretos a las jubilaciones han sido insuficientes. Que la nueva fórmula, por
la experiencia anterior, podría ser positiva, pero debería tener una cláusula
gatillo que actualice la probable pérdida que puedan tener las jubilaciones en
relación a la canasta familiar, principalmente a las jubilaciones más bajas. Creo
que todos esperamos que las jubilaciones - principalmente de la mínima y medias
– cubran la canasta básica. Para ello hay que garantizar la sustentabilidad del
sistema de seguridad social. Tengamos en cuenta en todos los que no aportan: un
40% (antes de la pandemia) de trabajadores no registrados, los desocupados, los
que cobran parte de sus salarios en negro, los empresarios que no hacen los
aportes de sus empleados. También rescato que hubo algunos beneficios para los
jubilados, se repusieron medicamentos gratuitos, no hubo aumento de tarifas de
servicios, cancelaron deudas contraídas para pagar los servicios, entre otras
cosas. Eso si, quiero que el Presidente cumpla lo que prometido en campaña: “él
elegía a los jubilados antes que a los bancos”.
También me pareció
escaso lo otorgado en el IFE y se tendría que seguir pagando porque la
emergencia no ha sido superada, a pesar del aumento de la tarjeta alimentar. Los
REPRO, que reemplazan a los ATP, deberían cubrir los montos necesarios para los
trabajadores.
Sobre el aporte
solidario, estoy de acuerdo, pero es insuficiente. Aunque creo que es más que
nada simbólico, es una puja de poder. El poder real quiere imponer sus
condiciones y establecer un freno a posibles medidas que vaya en contra de sus
intereses, entre ellas, a una reforma impositiva progresiva o una reforma
profunda de la justicia. El gobierno pretende imponer el derecho que le dan los
votos, sobre un poder que siempre le ha sido esquivo.
También me preocupa cómo
se va encarar la pos pandemia, la situación socioeconómica es muy difícil. Las
dudas son con respecto de cómo va a ser la trasferencia del ingreso para la
generación de puestos de trabajos, la mejora de los salarios por encima de la
inflación para estimular el consumo interno y recuperar la economía para un
crecimiento con inclusión. Como va a influir el FMI en todo esto.
Este es un Gobierno
con buenas intenciones, que por errores propios y acciones ajenas, se queda en
ocasiones a medio camino.
Yo, un ciudadano común
sin responsabilidad de gestión, hubiera ido por la estatización de los
servicios, con el fin de tener energía barata que el desarrollo industrial. Al
manejo de la comercialización de granos, para abastecer de materia prima
subsidiada a la industria alimenticia, evitar evasiones y fuga de divisas,
además de un importante ingreso de dinero. A la investigación de la deuda y
fuga de capitales. A un mayor de control en los precios y desarmar la
concentración de empresas alimenticias, para defender el poder adquisitivo del
conjunto de los argentinos. El
interrogante es cuál es la correlación de fuerzas, que control se ejerce y la
capacidad para contrarrestar el poder de quienes tienen el manejo irrestricto
productivo.
También debo reconocer
que se han tomados medidas, quizás con sabor insuficientes, para cubrir
necesidades alimentarias en medio de esta catástrofe. Que se trabajó
fuertemente para adecuar la situación sanitaria, que era deficiente, para
sobrellevar de la mejor manera esta pandemia. El Gobierno viene haciendo más de
lo que trasmite, pero adolece de severos problemas de comunicación o como dice
en un posteo que copio completo al final de Jorge Alemán: “Difícil situación, porque a veces fingir que se está quieto puede tal
vez ser la única forma de resistencia posible. Ese fingir no es un no hacer, no
es una claudicación pasiva, es intentar sortear el éxtasis acelerado y
paranoico de la derecha neoliberal para darle el tiempo pertinente a una agenda
de trabajo y a la política en medio de un quiebre civilizatorio desconocido aún
en sus consecuencias.” Además de tener enfrente una máquina destructiva,
que genera ataques de los sectores más concentrados del poder, en términos
económicos, mediáticos y judiciales con el fin de desgastar e imponer sus
condiciones de máxima. Aunque sí podrían: voltearían al gobierno.
Reconocer aciertos y
dificultades no significa la defensa a ultranza del proceder del Gobierno.
Siempre he tenido un pensamiento crítico, pero eso sí, tengo identificado donde
está el enemigo y procuro no hacerle el juego a un poder insaciable.
No puedo dejar de
reconocer que han dejado un país endeudado y sometido bajo la presión de los
acreedores externos e internos, que extorsionan con devaluación, reforma
laboral y jubilatoria y ajuste fiscal sobre las clases bajas y medias. Tampoco puedo
dejar de ver que el 46% de los diputados que representan el 40% de la población
defienden al 0,02% de personas más ricas del País. Son los que a diario se
quejan de que un pobre cobra un plan más o menos, que jubilaron a muchas amas
de casa, que es un despropósito la AUH, que si toman tierras (que está mal)
para escapar al hacinamiento, pero NO critican a los que evaden verdaderas
fortunas, que tienen cuentas en paraísos fiscales, los que extorsionan con el
mercado cambiario perjudicando al conjunto de los argentinos. A los formadores
de precios que no para de aumentar con una economía virtualmente inmovilizada,
sin aumento de energía ni devaluación del tipo de cambio que rige las
transacciones comerciales. Los que concentran las riquezas en pocas manos en
desmedro de los que menos tienen, los que como Vicentín estafan a trabajadores
y productores. Contrabandean granos y hacen triangulaciones para no pagar impuestos.
http://lzrsocialypopular.blogspot.com/2020/06/vicentin-entre-errores-propios-el-poder.html.
Los que tienen a los trabajadores en negro o no pagan los aportes patronales. Los poderosos son los que hacen inviable
este País. Además cuentan con los medios de comunicación más
importantes y la justicia a su servicio. Una Justicia contaminada y desprestigiada
que representa los intereses de los poderosos y defiende su corporación. La
Corte Suprema es un poder aristocrático-corporativo que le marca la cancha a la
política.
Ahora, me sorprende
mucho que aquellos que hoy critican estas medidas, no dijeron nada cuando el
anterior gobierno endeudo al País, condicionando las políticas futuras. Pero
ahora critican el acuerdo con los bonistas, porque prorrogaron los pagos para
el próximo gobierno. Tampoco levantaron su vos al ver que ese récord de
endeudamiento en tan corto plazo sirvió tan sólo para la continua fuga de
capitales. Tampoco cuando cerraron miles de empresas y se perdieron miles de
puestos de trabajo registrado. No escuche quejas de cuando líquido acciones del
Fondo de Garantía de Sustentabilidad. No
dijeron nada cuando no cumplieron con las promesas de campaña como la
eliminación del impuesto a las Ganancias a los trabajadores o pobreza cero.
Recordemos un poco
algunos datos y tan solo algunos, de cómo dejo el gobierno de Macri el País: La
actividad económica cayó a niveles mínimos desde 2001. Con un consumo que en
los 45 meses de gestión de Mauricio Macri registró caídas en 42 meses,
hilvanado 21 meses de retroceso en las ventas minoristas. Macri decía: "La
inflación es la demostración de tu incapacidad para gobernar”, y vaya que
demostró incapacidad para domarla. En el 2019 la inflación fue el 53,8% y en
los cuatro años de mandato acumulará más de un 290%. El aumento en las tarifas
de electricidad totaliza 3.240,1% y en el gas 4.096,3%. El dólar pasó de $9,84
a $ 65, un incremento de más del 560%, bastante más que la propia inflación. La
deuda pública argentina creció más del 50% entre diciembre de 2015 y junio de
2019, lo que representa un monto de más de u$s334.000 millones. En ese periodo,
también se fugaron u$s73.160 millones. Argentina debería enfrentar vencimientos
en dólares por un total de u$s100 mil millones en el periodo 2020-2023”. Macri
acuñó la frase “por la meta que quiero que se me juzgue es si pude o no reducir
la pobreza”, consignó que la pobreza saltara al 35,4% durante el primer
semestre de 2019, con lo que ya afecta a casi 16 millones de personas, siendo
la cifra más alta de la era Macri. En el periodo de diciembre de 2015 a junio
de 2019 cerraron 23.051 empresas y se perdieron 146.855 empleos industriales.
Tras esto, tuvimos una
pandemia que afecto al mundo y mucho más a nuestro País que venía de la
pandemia amarilla. Por eso sorprende que muchos políticos de la oposición que
fueron gobierno, ahora quieren decir cómo hay que hacer las cosas, por el bien
del pueblo y el País.
El gobierno de Macri tomo
medidas para favoreces a los más ricos, inversores y empresas, con el fin de que
llegara la lluvia de inversiones, las que nunca llegaron.
Lo que no hay que
perder de vista, que este Gobierno pudo y puede equivocarse o dar signos de
titubeo, está bien que se debatan aspectos, manifestaciones o dudas sobre
algunas medidas, está bien que los propios marquen la cancha y hacer todo tipo
de elucubraciones sobre la coyuntura, lo que no se puede confundir quien es el
enemigo, porque sabemos que intereses representan cada uno.
Daniel Fernández
Noviembre 2020
Derechas y pandemia en la guerra política
Por Jorge Alemán
Las derechas empujan y
atropellan todos los límites democráticos. Es su nuevo sello, el Neoliberalismo
no encuentra fácilmente modos democráticos de legitimación. El mundo de las
mediaciones se le ha vuelto totalmente ajeno. Para las derechas el primer
mandato es estigmatizar al otro como dictador autoritario, sellar al gobierno
democrático como un nuevo tipo de comunismo generador de un caos social y
económico. Todo esto en una política de guerra donde lo que es progresista o
popular nunca es un adversario, es un enemigo a abatir. Incluso horadando las
razonables medidas que se toman con respecto a la pandemia.
Lo hacen, cuando se
trata de gobiernos progresistas o populares, para obligarlos a existir de un
modo defensivo en la propia agenda de las derechas y para también provocar que
los gobiernos progresistas o populares, llegado el caso, tomen medidas
contundentes que luego no encuentren los verdaderos recursos para sostenerlas.
La terrible paradoja
de esta situación es que las derechas están esperando que esas medidas
contundentes se lleven a cabo para así confirmar definitivamente que los
gobiernos progresistas o populares son dictaduras totalitarias.
Las izquierdas que
apoyan críticamente a estos gobiernos, y que habitan espontáneamente en el
mantra de avanzar y radicalizar, ya que si no actúan así entonces los gobiernos
caerán por su debilidad. Ciertas izquierdas tienen siempre el hábito de pensar
que sólo se avanza en línea recta. Y por ello exigen avanzar sin dilaciones con
respecto a lo que se supone que habría que hacerse sin concesiones.
Sin embargo deberían
admitir las nuevas paradojas de la situación pandémica en su peligroso devenir.
A veces avanzar es quedar expuestos a un fuego internacional donde tarde o
temprano se perderá todo. Se olvida de qué se trata siempre de avanzar para
intentar la difícil tarea de ganarle al enorme poder neoliberal. Es cierto que
hay instantes de la historia en donde el imperativo exige luchar,
independientemente de si se gana o se pierde. Son aquellos instantes históricos
donde está en juego el honor y la ética más allá de todo cálculo y previsión.
Aquellos instantes donde no se puede retroceder aunque cueste la propia vida.
Las señas de la historia así lo indican. Y podría ser, nunca se sabe de
antemano, que un momento histórico de semejante gravedad al fin suceda. No se
sabe pero no es imposible.
Sin embargo esta vez
la derecha espera la radicalización para ahogar a los proyectos democráticos.
No se trata para los poderes si los gobiernos son moderados o no, el problema
es que existan. Porque la dominación mundial ya no sólo no soporta ni un mínimo
de soberanía, sino que no sabe si cuando los movimientos sociales recuperen la
calle aparecerán medidas exigidas por las propias demandas sociales
absolutamente insoportables para la derecha neoliberal.
La conformación
heterogénea de los frentes y coaliciones progresistas aumenta la hipótesis
cínico -conspirativa de las derechas. Difícil situación, porque a veces fingir
que se está quieto puede tal vez ser la única forma de resistencia posible. Ese
fingir no es un no hacer, no es una claudicación pasiva, es intentar sortear el
éxtasis acelerado y paranoico de la derecha neoliberal para darle el tiempo
pertinente a una agenda de trabajo y a la política en medio de un quiebre
civilizatorio desconocido aún en sus consecuencias.