lunes, 18 de mayo de 2009

EL MUNDO AL REVES

Agosto de 1998
El otro día volvía a mi casa, luego de trabajar casi once horas, cansado y deseoso de tomarme un descanso. Aborde el colectivo, por supuesto, lleno, porque viajar es un trabajo más. El tránsito estaba muy lento, hasta que en un momento se detuvo un largo tiempo, el colectivero se puso nervioso, tocaba bocina y un agente le informa que había una manifestación que tenía que desviarse.
Apiñados como sardinas en lata, cansados y sin un mango, todos comenzamos a protestar y a despotricar contra quienes estaban manifestando, no sabíamos por que lo hacían y si la causa era justa o no. Todos los pasajeros sólo queríamos llegar a nuestras casas, para descansar, hacer la comida o lo que fuere. Maldecíamos esta actitud, justo ahora se les ocurre manifestar, a esta hora, con todo lo que tengo que hacer en mi casa, porque no buscaran otra forma de expresarse sin joder a otros, porque no se irán a su casa, etc., etc.
El ambiente estaba caldeado, mientras el colectivo daba vueltas y vueltas para conseguir alguna calle para escaparle a la aglomeración de vehículos, algunos esbozaban algunas razones por lo cual estaba la avenida cortada, unos decían que eran trabajadores que reclamaban contra ley de flexibilización, alguien comento que eran obreros de una empresa que estaban pidiendo que reincorporan a unos compañeros que habían despedido, otro dijo que eran maestros y alumnos que protestaban contra la ley de educación, alguno por el fondo manifestó que eran vecinos de un barrio que no se que problema tenían y así se fueron sumando motivos.
En un asiento, de esos de a uno, había un hombre mayor, morocho, con el rostro lleno de arrugas y curtido por el sol y el viento, vestía muy humildemente y tenía un pequeños bolso que sostenía con sus manos gastadas. Miraba asombrado como muchos de nosotros, oficinistas seguíamos criticando.
Este hombre, con vos tenue pero firme, interrumpió un dialogo que habíamos comenzado entre un grupo de pasajeros circunstanciales que estabamos cerca de él. Pregunto; por qué critican tanto a la gente esta manifestando ?. Al unísono y sin hacerse esperar la respuesta nuestra; le dijimos airadamente, que le parece nos están perjudicando.
Este hombre, sin abandonar su parsimonia al hablar, volvió a preguntar; ustedes saben por qué será que salieron a la calle ?. La respuesta fue, NO, pero sea lo que fuera nos están haciendo perder tiempo, nosotros tenemos que hacer cosas, venimos de trabajar todo el día y no es justo que nos hagan esto. Si tienen de que protestar que lo hagan de otra forma sin molestar al que trabaja, porque en definitiva siempre perjudican al que trabaja, que es el que va en colectivo o auto.
Entonces el morocho, sin alterarse comenzó a decirnos: saben; yo viajo todos los días en este colectivo más de una hora, voy hasta la provincia, lo tomo a las cinco de la mañana y regreso generalmente a esta hora, las seis de la tarde, cuando el patrón nos deja y el trabajo se haya terminado. Y saben; no me parece mal que la gente proteste.
Todos lo miramos con caras extrañas, un poco de odio y otro poco de asombro y antes que pudiéramos meter bocadillo, continuó: Seguramente ellos son trabajadores, vecinos o hijos como yo o los míos, que trabajan, que tienen las mismas necesidades y desean estar tranquilos en sus casas, en cambio se vieron obligados a salir a la calle a luchar por lo que ellos creen justo. Les puedo decir que los entiendo, que me hago solidarios con ellos, porque son como yo. A mi tampoco me agrada llegar más tarde, se que al otro día tengo que madrugar y rendir como si estuviera fresco, porque sino el trompa me raja, y a pesar de los pocos pesos que me gano, si ello ocurre difícilmente pueda conseguir otro trabajo. Pero yo critico a los señores que deben darle respuesta a los que manifiestan, a esos que ganan mucha plata sentados en sus sillones, que no le importa nada de la gente. Esos que esperan que la gente este harta y genere inconvenientes, para que de esa forma se creen conflictos entre nosotros, los que trabajamos, y así desmerecer sus reclamos, como lo estamos haciendo ustedes. Ellos son malos, no escuchan las necesidades de la gente y si lo hacen es porque no les queda más remedio o porque están perjudicando sus intereses. Mientras a ellos no le afecte, la gente no será escuchada y los dejarán que se desgasten protestando.
Acaso todos los que trabajamos no sufrimos los atropellos del los empresarios, no nos explotan, no nos pagan cada vez menos, nos ponen mil escusas, que el mercado, que la globalización, que esto o que aquello, todas cosas que no entiendo, lo único que si entiendo es que ellos cada día tienen más plata y nosotros trabajamos más horas y tenemos menos plata. Ah y no te quedes sin trabajo, porque si no conseguís otro y te morís de hambre. También no vemos como arreglan los funcionarios aumentos de servicios con las empresas o las dejan hacer lo que quieren con tal de que den trabajo, sin importarles las condiciones. En los barrios, las municipalidades dejan que empresas privadas se hagan dueñas de la zona, nadie las controla, tiran desperdicios, contaminan, construyen donde no se puede, atropellan los derechos de los vecinos, les cambian las costumbres de vida. etc., etc. Entonces quien tiene la culpa, los que protestan o los que tienen que dar solución inmediata ? o por lo menos atender sus problemas y juntos buscar la solución. No deberían especular con que la gente se harte de esperar pacientemente que algún responsable se ocupe de sus problemas y genere conflictos, para amagar un solución. Por qué nosotros debemos ser siempre los que tenemos que agachar la cabeza y soportar calladamente las decisiones y el atropello del poderoso, llámese patrón, gobierno, político o funcionario ?. Cuál es el límite.
Todos nos quedamos sorprendido, comenzamos a darnos cuenta que este hombre tenía razón. Comprendimos que mañana podríamos ser nosotros los que tuviéramos que salir a protestar, dado como vienen las cosas nadie esta libre, tampoco es lógico entrar en la confusión que nos están proponiendo, de criticar a las víctimas en lugar de los victimarios. Hemos perdido la conciencia de clase, muchos suponen que porque trabajan en una oficina, visten saco y corbata y portan un mivicon son más que un obrero, alguno hasta llegan a compadecerse o defender en algunos casos, la posición del mismísimo patrón. No se porque esa voluntad permanente de sentirse diferente, si ambos padecen, exactamente, los mismos problemas, inestabilidad, largas jornadas laborales, bajos sueldos, la única diferencia que a estos les hacen creer que son importantes en la estructura de la empresa, pero llegado el momento son tan reemplazables como los otros, el capital no tiene estima ni corazón. Creo que cada vez nos están metiendo más en el mundo del revés, donde lo correcto es incorrecto y lo lógico, ilógico. Cada uno comenzó a sacar a luz una serie de problemas que padece por culpa de funcionarios indiferentes y a remarcar que cada vez es mayor la desprotección que vivimos. Entonces entendimos, que un rato más de retraso no era para tanto, que había gente que estaba peor que nosotros. Acaso, en ocasiones no nos debemos quedar en el trabajo más de la cuenta a pedido del patrón, además le debemos poner buena cara y todo, y no nos paga ni un peso de más.
Ese hombre, al cual habíamos ignorado, de aspecto provinciano y sabiduría de pueblo no contaminado por los medios, un trabajador común, como cualquier otro, nos dio una lección de solidaridad y desde su humilde posición nos mostró lo equivocado que vivimos muchos que nos creemos que la sabemos todas, además de lo egoístas e individualista que somos al pensar sólo en nosotros.

Hector Daniel Fernández

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