martes, 19 de mayo de 2009

MORIR TRABAJANDO O MORIR DE HAMBRE

Abril de 2006

Hizo falta otra tragedia para que muchas cosas salieran a la luz. La muerte ocurrida recientemente de trabajadores bolivianos y sus hijos en una fabrica textil, demuestra que en nuestro País, los responsables no cumplen o no hacen cumplir la ley, hasta tanto no aparecen los desastres. Pareciera que todo “está atado con alambre” o “a la buena de Dios”. Un Estado ausente, funcionarios que mira hacia otro lado mientras no ocurre nada y luego cuando hay una desgracia, se desgarran las vestiduras y salen desesperados a buscar culpables y justificativos, que nunca los alcaza a ellos.
Sería de hipócritas decir que ignoraban la existencia de estos talleres y en las condiciones que se trabajaba, hay probadas denuncias y hechos que así lo acreditan, como ocurrió con Cromañon. Mañana podrá ser otra cosa, una caldera, un tren, etc. Pero al parecer nadie se ocupó hasta que se incendió la fábrica y se llevó la vida de los trabajadores y las criaturas. Como ha ocurrido con la inundación de Santa Fe, la muerte en las minas del sur, en los tabacales, en la zafra, con el bagazo u hoy en Tartagal con el desborde del río, etc., los funcionarios y responsables políticos van detrás de los acontecimientos o – sino - viven alejados de las urgencias y realidad de su gente.
Un párrafo aparte merece lo que muchos trabajadores textiles bolivianos – sostienen – como defensa de la fuente laboral, no les interesa en las condiciones ni las horas que deben trabajan, privilegian comer todos los días a morir de hambre, pero esto no es un mal privilegio de esta comunidad o actividad, sino también de otras actividades y comunidades, y no sólo en Capital sino que se puede apreciar elocuentemente en algunas de nuestras provincias. Para que existan explotados debe haber explotadores y quienes lo permiten. El hecho tiene mayor repercusión porque ocurrió en la Capital Federal. Hay un cierto paralelismo con lo que ocurre con las papeleras de Uruguay o en los tabacales, se apuesta a comer hoy y morir enfermos por la contaminación dentro de unos años. Pareciera para muchos trabajar no es compatible con un trabajo digno, sano y con salaros justos.
Nada de todos estos hechos lamentables y deplorables debería existir, si los distintos gobernantes y funcionarios cumplieran con sus deberes y sobre todo con la leyes o si fuéramos todos iguales ante la ley. El Estado debe velar por una vida y trabajo digno. Nada de esto es casualidad, es producto de una sociedad – individualista y que a partir de mediados de la década del 70 en adelante se potencio sus peores cualidades – y que no tiene definida un postura determinante ante estos acontecimientos, mientras se puede beneficiar los tolera y acepta, cuando se ve perjudicado reclama. Exigimos que los demás cumplan aquello que nosotros tratamos de evadir.

Héctor Daniel Fernández

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