Los
acontecimientos sociales, económicos y políticos, tanto en Grecia como en
España, que hace unos años atrás fueron de público conocimiento y que aún hoy
no lo han podido superar en Grecia y España son de suma importancia para la
clase trabajadora de Europa e incluso del mundo. Más recientemente, en Francia
hubo una serie de multitudinarias manifestaciones realizada por sindicalistas y
jóvenes contra la pretensión del Gobierno socialista de precarización laboral,
facilitando los despidos, reduciendo la indemnización, aumentar las horas de
trabajo y un sistema de empleo joven, según el gobierno lo hace para generar más
trabajo, una historia ya conocida. Desde América Latina lo debemos seguir con
mucha atención, porque está visto, que todo ello repercute con más o menos retroactividad
en nuestro continente. El amplio plan de recortes sociales y de derechos que se
han efectuado en los países antes mencionados, es una muestra de lo que se
puede esperar en otros lugares del mundo. Es como una reacción del capitalismo
para poner las cosas donde ellos quieren. Dentro del mercado y de la sociedad
de consumo, la lógica de producción no se mide por la satisfacción de las
necesidades básicas de la sociedad (comida, vivienda, salud, educación, etc.)
sino por los parámetros de optimización de la rentabilidad capitalista privada.
La lógica del capitalismo es producir sólo para quien puede pagar los bienes y
servicios producidos. La producción no está basada en la búsqueda del bien
social, sino por la búsqueda de la rentabilidad. Por lo tanto, en crisis como
la que está afectando a parte de Europa y las medidas que han tomado para
superarla, han producido recesión, menores ventas y acumulación de producción,
lo que se traducirán en una mayor expulsión de empleados y trabajadores. Con
este sistema la rentabilidad y concentración de riquezas queda en pocas manos.
La gran masa expulsada de este circuito, le sobra al sistema.
El hecho es que
la crisis descarga su peso sobre los trabajadores. Siempre son los trabajadores
quines deben pagar las crisis, nunca es el capital o los que más tienen son
afectados. Siempre los sacrificios y los recortes a los derechos sociales y
laborales se hacen sobre la clase trabajadora, nunca sobre los dueños de las
grandes riquezas y rentabilidades, la crisis la terminan pagando los más
débiles. Todos estos planes prosperan en la medida que la masa expulsada o en
peligro se lo permita.
Cuando nos referimos
a la concentración de riquezas en pocas manos, hoy los sistemas de producción y
de comercialización a escala global están hegemonizados por unos 200 bancos y
corporaciones empresarias transnacionales. Con este diseño de economía global,
no son los gobiernos ni los países quines deciden cuánto se produce y para
quién, sino estas corporaciones y bancos trasnacionales, dado que son ellos
quienes manejan la estructura de la producción, comercialización y
financiación. Los Estados sólo cumplen una función reguladora y ordenadora, sin
peso e incidencia en la producción y comercialización. Los grandes pool de las
corporaciones son los que forman los precios y deciden sobre los volúmenes y el
destino de la producción mundial y no los gobiernos.
En la crisis de
EEUU aumento el desempleo a un 10%. Pero el abultado salvataje estatal estuvo
direccionado a los bancos y grandes empresas con problemas económicos y
financieros. Quienes promovieron “grandes ajustes”, cerrando sucursales,
talleres, plantas industriales, oficinas, etc, cesanteando personal, reduciendo
ingresos y flexibilización laboral. La
variable una vez más fueron los trabajadores y sus familias y no las ganancias
o los ingresos de los principales directivos o dueños.
En la crisis
que se desató en el 2010 en Grecia; España, Portugal e Irlanda, la receta aplicada
fue la misma, salvar los bancos y las grandes empresas y castigar al pueblo
trabajador, recortando los gastos sociales, los derechos laborales, despidos
masivos, privatizaciones, etc. El plan de “ayuda” que la Comunidad Europea y el
FMI que le otorgaron a Grecia y que su gobierno desoyendo el voto popular
aceptó, sólo persiguió un fin: salvaguardar los intereses de la banca europea a
costa de que el nivel de vida de los trabajadores retroceda décadas.
Acostumbrados a la movilidad social ascendente (que sus hijos estén mejor que
ellos), hoy se encuentra que todo eso se derrumba y esa movilidad social será
descendente. La inyección de dinero fue a los bancos y a los tenedores de la
deuda externa griega, quienes cobran altos intereses para refinanciar esa deuda
pública y salvaran con creces sus cuentas. De esta forma Grecia “honrara” su
deuda externa, ahora quién “honrara” a los trabajadores y pensionistas griegos
(deuda interna), si su propio gobierno los castiga y los deja sin nada, sobre
todo sin sueños ni esperanza. Lo mismo ocurrirá con aquellos países que esta
crisis afecte. No hemos visto que tanto la banca como las grandes empresas
hagan ningún tipo de ajuste, privilegiando el mantenimiento de la fuente de
trabajo y salarios a su holgada rentabilidad, porque ajuste no es echar gente,
eso es depositar todo el peso de la crisis a los que trabajan. Da la impresión
que nadie se preocupa de salvar a los pueblos, sino la preocupación reside en
salvar los bancos y empresas transnacionales.
Esta receta ya
fue aplicada en los 80 y 90 en América Latina y principalmente en la Argentina,
privatizaciones, apertura de los mercados, aumento de la edad jubilatoria,
congelación y recorte de salarios y jubilaciones, falta de inversión pública, aumento
de impuestos, flexibilización laboral, etc. Todo ello fue la antesala a un gran
estallido social, alcanzando una desocupación del 21,5%, la pobreza trepo al 57,5%
y la indigencia al 27,5%.
Nuevamente en
América Latina está volviendo a tomar ese rumbo con la caída de los gobiernos progresistas
y principalmente con la crisis político – económica de Brasil. Por distintos
medios los gobiernos de derecha que se vienen dando en la región, están llevando
de una forma u otra a la aplicación de estos idearios capitalistas.
De modo que la
crisis es fomentada y utilizada como una excusa para avanzar con políticas neo
liberales, afectando seriamente los ingresos y condiciones de vida de los
trabajadores y favoreciendo a los capitales especulativos. Esta es la nueva
cara de la explotación, cuando los pueblos alcanzan cierto estado de bienestar,
el capitalismo actuá para arrebatarles las conquistas y sumirlo en la
desesperación y la angustia, obteniendo mano de obra barata y sumisa. Este
fenómeno ataca también los estamentos sociales que contienen a los
trabajadores, debilitando y desorganizando a las organizaciones sindicales y
políticas de los trabajadores.
La
subordinación del Estado al capital necesita ser cuestionada por los
trabajadores para que la crisis se transforme en una oportunidad para los
cambios de sistemas de producción y el objetivo de satisfacer las necesidades
de todos, de lo contrario las grandes masas de expulsados del sistema podrán
causar ardientes conflictos sociales de impredecibles resultados.
Héctor Daniel
Fernández
Mayo de 2016
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