martes, 19 de noviembre de 2019

LA CULPA ES DEL OTRO


 Hablando con algunas personas, me fui dando cuenta porque mucha gente de la clase media y no tan media (más vale baja), se siente identificada con Macri y su gobierno, porque los representa en sus pensamientos y sentimientos. Algunas  porque “odian” al peronismo o a lo que sea popular, como así también a lo diferente. Pero casi todos por la esencia e idiosincrasia de su comportamiento, no admiten errores y buscan siempre un chivos expiatorios para cargar sus equivocaciones. Los únicos buenos e infalibles son ellos.
Echar la culpa a los demás es muy fácil. Y muchas veces no es más que una forma de no reconocer los propios errores, de no ejercer la responsabilidad. Es apreciable ver a través del tiempo, como este sector social cae una y otra vez en un típico error: buscar culpables fuera de sí mismo, para cualquier problema. Si acertamos, es nuestra virtud, pero si erramos, seguramente será responsabilidad del otro. Antes de decir “me equivoqué”, es probable que digan que fue por la mala suerte, el clima, los de afuera, pasaron cosas, el zodíaco o la alineación de los planetas. No importa, cualquier excusa es buena para evitar afrontar la realidad y asumir los errores. (Macri: "Veníamos bien, pero pasaron cosas", “La tormenta”. Pichetto: "La oposición y algunos sectores de la Iglesia inventaron el hambre"
En muchos casos, estas personas abrazan el victimismo crónico y terminan alimentando sentimientos muy negativos, como el odio y rencor, que desembocan en un victimismo agresivo. Es el típico caso de quienes creen que todo lo que les pasa es por culpa de otros, entonces ataca y acusa a los demás, mostrándose intolerante. En realidad, el problema es que tienen una visión deformada de la realidad, creen que tanto las cosas positivas como las negativas que ocurren son por circunstancias externas. Han dicho hasta el cansancio “la pesada herencia” y ahora “es por culpa de la gente que voto a Fernández – Fernández”, “la inflación es por la falta de confianza de Fernández – Fernández”. O sea – para ellos - antes fue la pesada herencia y ahora es lo que vienen. Nunca es su culpa. Todas la variables económicas y sociales las empeoraron, inflación por las nubes, endeudamiento sideral, recesión, tasas de intereses exorbitantes, caída de la producción industrial, caída del consumo, desocupación, mayor pobreza e indigencia, caída del salario y las jubilaciones, tarifas dolarizadas (impagables), un dólar solo controlado por el súper cepo (el dólar pasó de $9,84 a los actuales 65, un incremento de más del 560%, bastante más que la propia inflación), pero afirman dejar todo bien. https://www.ambito.com/la-pesada-herencia-que-alberto-fernandez-recibe-macri-n5062122
Estas personas creen que son víctimas de los demás y de las circunstancias, por lo que no se sienten culpable ni responsables de nada de lo que les sucede. Son personas que asumen el papel de víctimas eternas, desarrollan una actitud recelosa, suelen creer que los demás siempre actúan de mala fe, solo para perjudicarlos. Por eso, suelen tener un afán casi morboso por descubrir agravios, sentirse discriminados o maltratados, solo para reafirmar su papel de víctimas. Los fanáticos son los otros, los que odian son los otros, los rencorosos son los otros. Proyectan sus propios defectos y sentimientos sobre los otros.
Es recurrente que culparan; primero fue civilización o barbarie: El “barbaro” es el que está afuera y su verdadera peligrosidad reside en el deseo de “entrar” (1). Con el advenimiento del Peronismo y el otorgamiento de derechos a los más marginados nace el antiperonismo y con él la repulsa y el odio al diferente, culpando de todos los males a los cabecistas negra o al aluvión zoológico, esas personas del interior de argentina que eran explotadas en las estancias ahora se les aparecía en la ciudad en busca de un mejor destino. Luego pasaron a ser el grasa, el pobre, el negro o el groncho y ahora el piquetero, villero, pordiosero, cartonero o chicos de la calle, planeros o choriplaneros. Tampoco quedan exentos los extranjeros (países limítrofes) que vienen a sacarnos el trabajo u ocupar los hospitales y las universidades. Aseguran que los planes sociales son el mal del país en lugar de los que evaden fortunas en la “timba” financiera. También suelen decir que estamos así por culpa de los argentinos, que somos vagos, pero hablan como si ellos fueran extranjeros, no fueran argentinos, se excluyen y no se hacen cargo de nada.  Traducido al presente, a nuestra historicidad de hoy, a la oligarquía de los cuarenta le pasó lo que quieren evitar los porteños de hoy: que la chusma se les venga encima.(1)
Estas personas están convencidas de que no tienen la culpa de nada, por lo que no hay nada que criticar en sus comportamientos. Como la responsabilidad es de los demás, no aceptan la crítica constructiva y, mucho menos, realizan un examen de conciencia a fondo que les lleve a cambiar su actitud. "Mi única autocrítica es que soy muy optimista" (Macri)
Para estas personas, los errores y defectos de los demás son intolerables, mientras que los propios son una simple sutileza. Los otros eran corruptos, ellos solo tienen conflicto de intereses. Lo que en los gobiernos peronistas era escandaloso es natural en el gobierno de Macri. Después de todo, las víctimas son ellos. Para que una persona pueda asumir el papel de víctima, tiene que haber un culpable. Por tanto, debe desarrollar una serie de estrategias que le permitan lograr que la otra persona asuma la culpabilidad en el asunto. Básicamente, la retórica de esta persona se dirige a descalificar los argumentos de su adversario. Sin embargo, en realidad no refuta sus afirmaciones con otros argumentos que sean más válidos, sino que se encarga de que la otra persona asuma, sin darse cuenta, el papel de atacante. ¿Cómo lo hace? Simplemente asume el rol de víctima en la discusión, de forma que la otra persona quede como alguien autoritario, poco empático o hasta agresivo. Es lo que se conoce en el ámbito de la argumentación como “retórica centrista” ya que la persona se encarga de mostrar a su adversario como un extremista, en lugar de preocuparse por refutar sus afirmaciones “¿En qué te han transformado, Daniel? Pareces un panelista de 678” (Macri). De esta manera, cualquier argumento que esgrima su adversario, será solo una demostración de su mala fe. Por ejemplo, si una persona se atreve a contrastar una afirmación con un hecho irrefutable o con estadísticas provenientes de fuentes fiables, la víctima no le responderá con hechos sino que dirá algo así como: “Siempre me estás atacando, sos un fanático, sos agresivo, sos un talibán” o “Estás intentando imponer tu punto de vista, haz el favor de disculparte”.
Ante este actual nivel de división, rencor y odio que han exacerbado en la sociedad con el fin electoral y copiando expresiones en otros Países (Bolsonaro – Brasil, Abascal – España, Salvini – Italia, Orbán – Hungría, Gauland y Weidel, Alemania, Marine Le Pen – Francia, Jussi Halla-aho Finlandia) no puede seguir si queremos tener un País con futuro. Todos tenemos que aportar a la reconciliación y al amor, dejar de agredirnos y respetarnos. Cada uno exprese su ideología, pero con respeto y tolerancia. Debemos realizar una profunda y radical transformación cultural de los hombres, de su conciencia, costumbres, valores, hábitos y de sus relaciones sociales. Como sociedad no debemos criticar o hacer apreciaciones desde nuestra comodidad o desde nuestros intereses individuales, sino que se debe hacer desde los valores "humanos y cristianos" que es la eliminación de las injusticias del hombre e igualdad de oportunidades para todos. Debemos proponer el justo reparto de los bienes y en igualdad y buscar activamente y no declamativamente, una sociedad más justa y equitativa.
Daniel Fernández
Noviembre 2019


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