Una ejemplo de fe y esperanza, un ejemplo de necesidad, un
ejemplo de no creer en aquellos que deben dar y crear trabajo, un refugio en la
fuerza de un milagro divino.
Una vez más, miles de fieles hicieron largas y penosas
colas, soportando las inclemencias del tiempo, para pedir trabajo o agradecer
al santo por tenerlo. En los rostros y las manos de la mayoría de los
asistentes se veía como el sacrificio y el esfuerzo del trabajo duro de sus
vidas va dejado sus huellas. Humildes trabajadores que se resisten a caer en la
marginación, rezan para que esta sociedad individualista de hoy, no les cierre
las puertas. Muchos de los fieles llevaban sus hijos en brazo, imitando a San
Cayetano, como un símbolo de esperanza en un futuro más justo.
Esa multitud que peregrino por el santuario de San
Cayetano, es un grito silencioso que reclama trabajo digno, salarios justo,
estabilidad laboral, una vida decorosa para su familia, además de educación,
salud y oportunidad para sus hijos.
Junto a ellos, en esas largas filas, no se distinguen empresarios,
políticos o gobernantes, los principales sordos de este grito piadoso de la
multitud, indiferentes al padecimiento, soberbios en sus determinaciones, insensibles
ante el sufrimiento. Su única preocupación es por el porvenir y riqueza
personal y de su sector social, lo que les produce una ceguera intolerable
frente las angustias de los que menos tienen. Hacen ostentación de sus riquezas
en un marco de inmoralidad sobre la creciente pobreza del pueblo. Nunca afectan
los intereses de los más poderosos. Las leyes del mercado, son para ellos, más
poderosas y respetadas que la ley de Dios.
Los políticos, muy locuaces, se ocupan obscenamente de los
pobres cuando quieren su voto, pero los arrojan a la marginación ante la
primera imposiciones del mercado. Se aprovechan de sus necesidades y de su
renovada esperanza, para inmediatamente proponerles sacrificios que ellos no
harán.
Esa creciente multitud que venera a San Cayetano desde la
fe, esa otra multitud que perdió la fe y la esperanza y que se siente
abandonada, es la cara más amplias y tristes de nuestro país, que se contrapone
con la opulencia y el despilfarro de una minoría inmoral.
Dios quiera, que estas minorías soberbias e indiferentes
escuchen este grito silenciosos y pacifico de los humildes, abran sus ojos a la
realidad y sus corazones a la solidaridad, para que ésta peregrinación de amor,
no se transforme en ira y venganza, porque serán ellos los únicos culpables de
un desenlace incierto.
ORACION
San Cayetano, hemos
venido hasta aquí como peregrinos para decirte,
A vos, que por amor a Dios nuestro Padre, pudiste abrir las puertas de tu corazón a todos
tus hermanos y sobre todo a los más necesitados para que tuvieran un lugar en
la sociedad de tu tiempo;
A vos, que por amor a Jesús, supiste derribar los muros del egoísmo personal y social y construir
puentes entre los hombres;
A vos, que lleno del Espíritu Santo, experimentaste lo que
es estar preso, y dedicaste tu vida a romper
las cadenas de la desvalorización a que lleva toda exclusión;
A vos, que por amor a la Virgen María, luchaste para levantar las barreras que en tu época
imponían a los más pobres, a los marginados, a los que no tenían trabajo;
Te pedimos que nos
ayudes:
ü a abrir las puertas de nuestro
corazón a nuestros hermanos, a hacer un lugar,
ü a derribar los muros que no
nos dejan ver ni escuchar lo que sucede a nuestro alrededor.
ü A romper las cadenas que nos
encierran en nuestro propio egoismo.
ü A levantar las barreras que
no nos dejan tender la mano hacia el prójimo.
Y te suplicamos que
intercedas ante Jesús, Señor de la Historia para que en nuestra Patria
Ø Se abran las puertas a los pobres;
Ø Se derriben los muros para escuchar a los que sufren;
Ø Se rompan las cadenas que excluyen a tantos hermanos;
Ø Se levantan ñas barreras a los que no tienen trabajo.
Agosto
2016
Daniel
Fernández
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