lunes, 2 de marzo de 2020

SIN ESPACIO PARA QUEBRARSE


Siempre he dicho que suelo recurrir con frecuencia a personas que escriben y dicen lo que uno piensa con mayor claridad y calidad, es el caso de Eduardo Aliverti, aquí copio una parte de su editorial del 24 de febrero, que me pareció muy acertada y les recomiendo leer. Gracias 

Sin espacio para quebrarse
Los pasos del Gobierno, hasta acá, están en línea con lo prometido en campaña.
Eso significa haber amortiguado por abajo el oprobio del hambre entre los sectores del fondo del pozo, siempre con reparos sobre el olvido de comunidades indígenas.
Frente a las clases medias, hay moratorias impositivas para pymes, el despunte de algunas líneas de crédito y, nada menor, congelamiento de tarifas en los servicios públicos que el Presidente ratificó como asegurado hasta ver (lo dijo en palabras apenas más elegantes) cuánto se chorearon las empresas lloronas.
Hay además el “privilegio” para los jubilados de la mínima, tras la polémica medida de aumentarles menos a los de las escalas inmediatamente superiores. El paquete debería verse en conjunto, pero es muy difícil. Consabidos errores comunicacionales produjeron no haber atenuado, en parte, un malhumor que todas maneras es permanente, y comprensible, entre esa franja de la población.
Otras medidas y gestos, efectivos y simbólicos, eran impensables hasta diciembre último.
El retorno del programa Remediar. Algún límite contra las tasas usurarias en la financiación de las tarjetas de crédito. La propuesta de que se revise el régimen jubilatorio de los jueces. Y, no de interés masivo, el trabajo silencioso para cortar de cuajo la relación íntima entre tribunales federales y servicios de inteligencia.
Es un conjunto que va en dirección reparadora y sigue, y no es escaso. Sin embargo, es entendible que en la calle todavía no se ven, no se sienten, efectos reactivadores. Dudosa la legitimidad de reclamarlos cuando no van ni tres meses de gobierno, con una herencia devastadora, aunque -ya para ser cansadores con el designio- es cuestión de que tarde o temprano se dificultarán las medias tintas.
La paciencia frente a que todavía no se tocaron grandes intereses económicos (hablamos de cómo ampliar realmente la torta distributiva, no de infantilismos extremistas) tiene la frontera de que el Gobierno corra riesgos de agotar crédito.
Es lo que el economista Ricardo Aronskind previene como el peligro de lo que fue el decurso alfonsinista en la transición de los ‘80. Un gobierno honesto, de perfil socialdemócrata, que termina sometido por el golpe de los mercados locales e internacionales; por la campaña incansable en su contra de los emporios de comunicación asociados a los intereses del capital financiero; por una sociedad olvidadiza, de memoria cada vez más corta. Y continúan no tantos etcéteras que debieran registrarse de inmediato.
Nada indicaría, desde el optimismo de la voluntad, que eso vuelva a suceder.
No cabe en la cabeza, y mucho menos con Cristina de por medio, que vaya a haber traición a las expectativas centrales del grueso que votó al Frente de Todos.
Pero no es solamente por aquello de las buenas intenciones.
Es porque cualquier salida que no acabe mejorándole la vida y las ilusiones a una mayoría popular, básica, implica suicidio político.
Macri y los suyos podían permitírselo, porque jamás tuvieron el objetivo de repartir mejor.
Este Gobierno no.
No tiene espacio para quebrarse. Ni él ni las minorías socialmente intensas a las que deberá recurrir si se ve cercado.


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