Estamos viviendo una etapa de grandes cambios,
donde el sindicalismo debe redefinir rápidamente su rol frente a las diferentes
modalidades del mercado y a las necesidades de su base. Se trata de incorporar
nuevas líneas de acción a los tradicionales métodos e ideales sindicales,
produciendo cambios esenciales en las estrategias, para lograr la defensa de
los derechos adquiridos y una más justa distribución de los ingresos, consumo y
producción. Como así también hacer frente a las políticas neo liberales –
conservadoras de devaluación, apertura indiscriminada de las importaciones,
endeudamiento, favorecer a los más poderosos para que estos derramen sobre los
que menos tienen, desindustrialización, recesión, abaratar el costo laboral con
desocupación crónica, salarios y jubilaciones baratos, flexibilización laboral,
desfinanciar empresas del Estado o Nacionales para generar ineficiencia y poder
privatizarlas con bajo costo, desfinanciar el ANSES y PAMI para crear fondos privados,
desfinanciar la salud y la educación pública para favorecer a entidades
privadas, etc, etc,. A esto vinieron y esto es lo que están haciendo.
La crisis por la que atraviesa el sindicalismo es
porque no supo o no quiso advertir, ni prevenir la naturaleza de los cambios
que traía el modelo neoliberal aplicado y el cambio de paradigma de la economía
(de un Estado regulador a dejar todo en manos del mercado) y sus relaciones
políticas sobre el mundo del trabajo.
Las poderosas fuerzas del capital han constituido
un nuevo orden internacional, basado en la preservación de las desigualdades y
la exclusión de los derechos sociales y laborales de los trabajadores. El
"Mercado" es un nuevo poder político que rige, domina y supera a los
Gobiernos, Parlamentos y Poderes de una Nación.
Como así tampoco respetan, es su afán de aumentar sus riquezas, destruir
el medio ambiente de los países no industrializados derrochando energía y otros
recursos naturales.
Hoy las fuerzas del capital mundial, tienen como
estrategia aplicar una nueva hegemonía capitalista, para tal fin promueven la
desunión de los trabajadores, aumenta la masa de desocupados y de trabajadores
precarios, congelan los ingresos y disminuyen las condiciones de trabajo y
bloquean la sindicalización. Con estas condiciones y las necesidades se crea un
clima favorable para la aplicación de esa estrategia. Con la división de la
fuerza del trabajo, se hace difícil unificar el accionar de los trabajadores y
se debilita la fuerza solidaria dentro de una misma empresa, de un sindicato u
organizaciones nacionales, enfrentándolos entre sí, creando un criterio
individualista que permite la explotación del trabajador y el debilitamiento o
destrucción de la función de los sindicatos.
Lo serio y grave de todo esto es que no es una
situación temporal o que se pueda revertir rápidamente, esto es una gran
operación que abarca sectores económicos y políticos del país y las empresas
multinacionales, con el claro objetivo de imponer un rápido proceso de ajuste
estructural y sinceramiento liberal-conservador, exponiéndolo como la única
alternativa. De ello se desprenden algunas leyes aprobadas y otras que vienen
anunciando, que perjudican al trabajador y su condición social, en favor de una
pequeña clase social cada vez más rica y poderosa. Los ricos se encuentran
estructurando su revolución, de la cual excluyen a los sectores medios, pobres e
indigentes, dado que consideran que no son su problema; esta política de
mercado ideada por ellos, pretende anular al ser humano, amenazando su
seguridad. Es evidente que los bienes materiales se reparten cada vez más
injustamente, demostrando que el crecimiento funciona gracias a la desigualdad.
Esta orientación se ha hecho evidente con las
declaraciones dichas recientemente
por el Economista Radical González Fraga y aliado del Gobierno Nacional: “Donde
le hiciste creer a un empleado medio que su sueldo servía para comprar
celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior" y luego reafirmado por la Sra. Vice
Presidenta Gabriela Michetti: “Les hicieron creer que podían vivir de esa
manera eternamente” y la Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires: “Nos
hicieron creer que podíamos tener calefacción, electricidad y servicios”, luego
siguieron comentarios en esta dirección de distintos funcionario y aliados del
gobierno, tratándonos de convencer de que los trabajadores no tenemos derecho
al acceso a una vida mejor, que el peronismo reivindico y otorgó, con la
excepción de Menem.
Este es un gobierno, como nunca antes, que
está integrado directamente por CEOs de las grandes corporaciones y medios de
comunicación hegemónicos; en lugar de poner políticos que cumplieran sus
mandatos, es por ello que toman medidas sin el menor tacto o sensibilidad,
porque creen que manejar un país es cómo manejar una empresa. Incluso con la
complicidad de algunos gobernadores y políticos de la “oposición” han puesto
jueces de la corte suprema que representan a importantes estudios jurídicos que
tienen como clientes a empresas monopólicas.
El Gobierno, los políticos aliados y los medios
de comunicación que los amparan, nos quieren hacer creer que la aplicación de
esta política económica es la única salida, echándole la culpa a la pesada herencia,
que no es tal. Esta aseveración ha sido aceptada en sectores populares, tratando
de crear una cultura de resignación por lo que les toca vivir y haciéndoles
creer que en un futuro, que no llegara, se estará mejor. La realidad es que la
sociedad está pagando muy caro este cambio de modelo económico, dependiente exclusivamente
del mercado, en lugar de subordinarla a un proyecto distributivo equitativo, humanista
y social.
Es conveniente analizar quienes son los que
proponen este sinceramiento, a quien beneficia este planteo. Acaso no pueden
ejecutar un programa más justo y equitativo, porque aceptar un tipo de
desarrollo que iguala a todos los trabajadores hacia abajo, creando una mayor
brecha entre los dueños del capital y el trabajo, donde el trabajador y su
oferta (la mano de obra) es lo que menos valor tiene y su vida como ser humano
e integrante de la sociedad no cuenta, de qué sirve el avance de la tecnología
si solo está al alcance de unos pocos. La única salida que le queda al
trabajador es sindicalizase y participar, porque a nadie más le interesa
revertir esta situación, dado que todos se benefician con la degradación del
trabajo, tanto el Estado como las empresas.
Actualmente, han comenzado desde los medios de
comunicación y asociaciones empresarias, para poner en agenda y para ser tomado
por el gobierno, la “reforma del modelo vigente de relaciones laborales” o sea una
nueva flexibilización laboral, reduciendo el ámbito y contenido de la
negociación colectiva. El argumento que esgrimen es que el alto “costo laboral”
impide el crecimiento de la empresa y frenan el ingreso de inversiones. Arguyen
la necesidad de la libre contratación de personal con menos impuestos y cargas
sociales (empleo joven), flexibilizar y facilitar la contratación, período de
prueba, contratos de plazo fijo flexible, negociar productividad, y acordar
diferentes salarios y condiciones de trabajo por empresa y región. No existe
posibilidad de un diálogo o negociación justa y racional en los actuales
niveles de desequilibrio de fuerzas.
Tanto se está avanzando contra los trabajadores,
sin que se haya hecho tronar el escarmiento, que el mismo Sr. Presidente de la
Nación Maurico Macri dijo que hace falta “una justicia laboral más equitativa,
no tan volcada a encontrarle siempre la razón a una parte” los trabajadores. Es
evidente que el Sr. Presidente piensa, se expresa y actúa como empresario y no
como representante de todos los argentinos.
Ante tantos ataques a la clase trabajadora y a
los sectores más vulnerables de la sociedad, se hace necesario que los
dirigentes gremiales estén a la altura de la circunstancias, poniéndose al
frente de los reclamos y en defensa de los derechos adquiridos, deben terminar
los cabildeos y los mezquinos intereses personales o sectoriales. El recambio
de dirigentes ha comenzado y es necesario profundizarlo para crear confianza en
la sociedad, como así también definir claramente qué modelo de País se quiere. Hoy
las bases se están moviendo y reclamando, si los dirigentes no se ponen a la
cabeza de esos reclamos, estas los pasaran por encima. Si no cumplen con las
demandas otros ocuparan su lugar.
Defender las negociaciones colectivas como único
instrumento para unir demandas y expectativas laborales comunes. Quizás se
pueda perder algún punto de aumento ante la inflación, lo que no se puede
perder ni negociar son los derechos adquiridos.
El principio básico es que el sindicalismo no deberá
aceptar los argumentos de reducir la negociación colectiva, ni aceptará cambios
en materia sobre estabilidad laboral para aumentar los beneficios empresariales
a costa de la superexplotación de los trabajadores y el debilitamiento de la
organización sindical. Intentaran debilitar a los sindicatos de actividad y
sustituirlos por sindicatos de empresas fácilmente dominables.
El sindicalismo está en presencia de una nueva lucha,
a la cual debe darle una respuesta inmediata, antes que sea tarde, porque las políticas
que aplica el gobierno llevan a acrecentar los despidos, lo que significa el
debilitamiento de los gremios. Los trabajadores están dispuestos a luchar por
sus derechos y hay que hacerlo antes que la inseguridad y el miedo a perder el
trabajo sea mayor a la voluntad de lucha. Ya en el seno de la sociedad ha
comenzado a percibirse la falta de seguridad en el empleo, del ingreso, en la
salud, la educación, estas inseguridades esclavizan al hombre y le hace perder
su libertad.
Es necesario concebir ideas comunes, crear una
plataforma sindical con las demandas y a partir de ellas desarrollar políticas
y tácticas conjuntas para captar y movilizar a los diferentes grupos de
trabajadores con reivindicaciones específicas. Es necesario impedir que los
trabajadores se dividan entre los incluidos y los excluidos del modelo de
ajuste, el sindicalismo debe cubrir las demandas de todos los trabajadores,
trabajadores desempleados, auto gestionados, subempleados o precarios, para
ello es necesario elaborar políticas puntuales para cada situación concreta,
buscando mejorar los salarios, las condiciones de trabajo y empleo. El
sindicato no podrá superar la actual situación si actúa en forma defensiva, sino
ofensivamente, no debe ser el furgón de cola de ningún gobierno, políticos o empresarios
ni dejarles la iniciativa, continuamente se debe generar y aportar alternativas
e ideas, que ellos llenen su tiempo pensando o resolviendo nuestras propuestas
y no nosotros las de ellos.
En estas ocasiones la unidad debe estar por
encima de las diferencias ideológicas y entre las muchas estrategias que se
pueden aplicar es buscar de unificar las distintas expectativas laborales,
defender la estabilidad laboral y los intereses globales de los trabajadores en
general.
El sindicato debe acentuar su participación en las
fábricas junto a los trabajadores, interactuar con otros gremios hermanos de la
zona, conformar cuadros para debatir situaciones diarias, insertarse en el
barrio junto a organizaciones sociales para hacer frente a las necesidades en
común.
Debemos revalorizar al trabajador como ser humano
y no como simple herramienta de trabajo.
La formación sindical es la llave para la consolidación
gremial y salida a la actual situación, es necesario estar preparado para poder
resolver los inconvenientes que se presenten en la aplicación de cada
estrategia sobre las distintas políticas económicas y laborales.
La sociedad que está en contra de este modelo
económico, que le ha quitado a los que menos tienen para darles a un reducido
grupo de los que más tiene, cree que la dirigencia sindical unida puede ser el
faro que los guie para combatir estas políticas y en la cual se sumaran las
organizaciones sociales.
Héctor Daniel Fernández
Julio 2016
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