Por
años la humanidad tuvo como consigna que el futuro era símbolo de progreso,
vivió construyendo teorías que dieran sentido al mundo y una razón para
existir. Las distintas teorías ponían en el centro al ser humano y la
solidaridad. Se luchaba por ideales que dieran lógica a la vida, había
esperanza y fe, había valores inclaudicables y porque luchar, y se creía en un
futuro mejor para todos.
Hoy
nuestra sociedad ha sufrido profundos cambios, el comportamiento social ha
sufrido una degradación que nos debe preocupar. Nos hemos convertido en una
sociedad individualista, intolerante, hipócrita y agresiva, la única verdad es
la nuestra, el único reclamo valedero es el nuestro. Se ha perdido el respeto
por el otro, por las leyes y normas, por el espacio público y el bien común.
Sólo impera la ley del más fuerte y el sálvese quien pueda. La ética y el valor
de la palabra son cosas del pasado.
Transformaron
la cultura, nos llevaron de la cultura de la solidaridad a la del
individualismo, somos nosotros sobre todos los demás, todo se mide con la vara
de lo que nos beneficia o perjudica personalmente sin evaluar el conjunto,
dejamos de lado los ideales para aferrarnos a la cultura del materialismo.
Debemos
aclarar que esta degradación y violencia no es patrimonio exclusivo de un
sector social, sino que abarca a todos los niveles por igual, con distintas
características, pero con el mismo fin.
Pareciera que estamos ante una sociedad que ensalza a los charlatanes,
la vulgaridad o lo mediocre. Se los aplaude, se los pontifica y se los premia.
Nadie se salva de querer ser algún otro, con gloria, poder o dinero; es difícil
encontrar quien se conforma en ser como se es y tal cual es. Valoramos a las
personas por lo que tienen, por sus bienes materiales o el poder que ostentan,
sin importar como los adquirieron. Al “pillo” o “vivo” que actúa al margen de
la ley o disposiciones, se lo celebra, y
aquel que vive cumpliendo con todo, es calificado como un “tonto”.
En la década de los noventa se alcanza el
cenit de los cambios sociales y culturales que hacía años se venían gestando,
está época estuvo marcada por el fundamentalismo de mercado que trajo aparejado
una caída profunda en los valores que eran el basamento de la sociedad. Se
instaló en casi todo el mundo el neo-liberalismo o capitalismo salvaje,
perdiendo la economía la ética y la equidad, se destruyó el estado de bienestar.
A consecuencia de ello surgieron factores como el cierre masivo de empresas, la
desocupación, recicladores de basura, trabajos informales, etc., que hicieron
que cambiara el comportamiento general. Pero uno de los hechos más grave fue la
perdida de la cultura del trabajo, debilitando las bases sociales y poniendo en
riesgo las instituciones, comenzando con la familia, forjadora de valores
éticos y morales.
La
degradación social que estamos viviendo es el reflejo de la degradación de la
familia. Los valores morales surgen primordialmente en el individuo por
influencia y en el seno de la familia y son valores como el respeto la tolerancia,
la honestidad, la lealtad, el trabajo, la responsabilidad, solidaridad, etc.,
que se les trasmitía de padres a hijos, que con el tiempo se fueron perdiendo,
como así también se produjo un relajamiento de la autoridad, pérdida de
disciplina y de respeto, lo cual se refleja en el comportamiento en el colegio
y ante la sociedad.
La falta
de respeto se puede experimentar a diario, tanto en los transportes públicos,
en el tránsito como en la calle, cada uno piensa en su comodidad o beneficio
sin importarle si está perjudicando a los demás. Muchos usuarios de los
transporte públicos se sientan en el suelo, obstruyendo puertas y pasos, viajan
con mochilas en sus espaldas o pecho que ocupan el lugar de otra persona sin
importarles las molestias que ocasionan, no se le cede el asiento a ancianos,
embarazadas o criaturas, en los trenes los que suben atropellan a los que
pretenden descender por conseguir un asiento, aunque viajen apenas unos
minutos. Otros se sientan y apoyan las zapatillas en los asientos. Si comen
algo los restos los arrojan al piso del transporte o en la calle como si fuera
todo un gran basurero. El trato es despectivo y prepotente y si alguien,
recrimina algún comportamiento incorrecto, recibe una contestación violenta y
airada, sin reconocer la falta. En el tránsito a diario se ve la prepotencia
del más grande y fuerte, los camiones y colectivos sobre la automóviles y los
automovilistas sobre los peatones. Se viola a cualquier hora y lugar la luz
roja, ponen las balizas y se estacionan en doble fila como si tal cosa,
circulan por la banquina de rutas, etc. Así mismo hay que destacar el
irresponsable andar de los motociclistas. Pareciera que a diario es una
competencia para ver quien viola más disposiciones. El peatón cruza la calle
por cualquier lado, caminando te atropellan y nadie pide disculpas o pide
permiso para pasar, te empujan y listo. Vecinos que ponen la música fuerte que
molesta a los demás, arrojan la basura en las esquinas o en la puerta de algún
otro vecino, aquellos que pasean su perro y no recogen la suciedad. Como estos
casos a cientos que se viven a diario y que ha hecho que no nos respetemos unos
a otros para hacer una convivencia más armónica, todo parecería que es una
jungla, donde sobrevive el más fuerte o violento. Seguramente en esto, cada uno
puede sumar historias similares que le causan indignación e impotencia.
Lo que
lamentablemente nos está ocurriendo es que las conductas negativas han
eclipsado los principios éticos y morales de tal manera que han logrado confundirse
y ya hay mucha gente que titubea o no sabe en realidad lo que es bueno o malo,
porque muchos que de cualquier forma adquieren notoriedad sin ceñirse a los
patrones de conducta que deberían servir de modelo, incluso se convierten en
figuras exitosas a las que no solo se les concede impunidad, sino que les
otorgan incluso privilegios. Desgraciadamente la sociedad no ha creado
antídotos necesarios que los proteja de esas malas influencias y de estas
personas que logran escalar a base de conductas no deseadas. Tampoco existe un
castigo legal y social, para aquellos que se compartan en forma indebida.
Es necesario que quien
cumple con los preceptos legales, reciba el premio justo y el amparo del Estado
y que quien infringe la ley, debe recibir la sanción que la mismo impone, por
igual a todos nuestros semejantes. También es necesario contar con una justicia
ecuánime, igual para todos, sin privilegios.
Cuando
una sociedad está en decadencia sus miembros exhiben comportamientos que
reflejan la corrupción de los valores, la falta de ética y la falta de respeto
por la vida humana, pero ninguna de estas cuestiones deben contaminar la
honestidad si todos hacemos nuestra parte y empezamos a darnos una dura mirada
ante el espejo y analizamos con frialdad y sin pretextos los defectos
personales inherentes y los abordamos para mejorar quienes somos. Si mejoramos
nosotros mejoramos al sociedad.
Héctor
Daniel Fernández
Enero
2015
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