Vengo de cuna Peronista, pero siempre soy critico de todo,
tanto de algunas políticas como de dirigentes, pero cuando me topo con algún ANTIPERONISTAS,
me aferro a mis convicciones, pero sin ponerme tan necios
como él.
Al respecto, José Pablo Feinmann (el bueno) dice: “Ocurre (y
veremos intensamente este aspecto) que la mayoría de los ANTIPERONISTAS, cuando
se llega al fondo de ellos, al abismo de su repulsa, priva el odio al diferente encarnado en la figura del grasa, del pobre o del negro o del groncho. Y sus actuales manifestaciones:
el piquetero, el villero, el pordiosero,
los cartoneros y los chicos de la calle. Que, con el mero
trámite de lanzarse a limpiar el parabrisas de los automóviles, arrojan al odio
a sus conductores, al desborde y a la frase que la mayoría de la clase media de
los “centros urbanos” destina al diferente
cuando busca solucionar el problema que plantean a la serenidad, a la
placidez, a la pulcritud de la polis: hay
que matarlos a todos. En resumen, el ANTIPERONISMO es una obstinación
argentina y esa obstinación alimenta al peronismo tanto (y a veces más) como él
alimenta a sí mismo.”
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