viernes, 12 de junio de 2009

SOCIALIZAR LAS PERDIDAS COMO LAS GANANCIAS.

Junio de 2009
Una vez más los trabajadores debemos pagar los desatinos de un sistema capitalista que en nada nos beneficia y solo protege los intereses de los sectores más poderosos de la economía.
El proyecto neoliberal de los años 90, motorizado por las grandes corporaciones económicas y financieras, como así también por los empresarios, sostenía la minimización del Estado, como así también la eliminación de todo intento de regulación de la actividad financiera y económica por parte de éste. El mercado por si solo podía regular todo. La consigna era: todo aquello que era público debía pasar a ser privado.
Este nuevo orden económico fue aplicado minuciosamente en nuestro País y puesto en marcha por el Gobierno de Carlos Menem. Se hizo una gran campaña – en los medios - de desprestigio de todas las industrias y servicios en manos del Estado (YPF, Somisa, Aerolíneas Argentinas, Junta Nacional de Granos, Junta Nacional de Carnes, Flota Mercante, Telefónica, Ferrocarriles, Gas del Estado, etc., etc,) Comenzó la fiesta de la privatizaciones, el Estado “saneaba” las empresas (con despidos masivos) y luego las privatizaba a precios y condiciones muy beneficiosas para sus compradores, incluso con casi ningún tipo de control sobre ellas, con que hoy seguimos padeciendo, porque los ente reguladores poco pueden controlar o cambiar. Las empresas privatizadas y los grupos financieros giraban sus suculentas ganancias al exterior invirtiendo ínfimamente en el País. Muchos eran sólo ave de paso (Buitres).
Los trabajadores pagamos estas políticas, donde un solo sector se beneficio, el especulativo y las empresas privatizadas. Aumento de la desocupación, flexibilización laboral, pérdida de las conquistas sociales y laborales, regímenes de trabajo cercanos a la explotación, negativa al aumento de salarios, anulación de las discusiones paritarias, perdida de mano de obra especializada y de oficios, expulsión de grandes masas de trabajadores de pueblos y ciudades pequeñas a las grandes urbes en busca de algún tipo de subsistencia. Crecimiento de villas y asentamientos, pérdida de la capacidad laboral y de la cultura del trabajo. Corrupción y farandulización de la política. Todo un verdadero cambalache, con la pérdida de valores importantes para la vida institucional de un País.
Las empresas cerraban o eran vendidas a capitales extranjeros. No quedaron casi Pymes en pie. Se hacía imposible competir con la libre importación de productos desde el exterior. Aumento aún más la desocupación. Pero era la ley del mercado, así que los industriales, financistas y productores agrícolas acataban obedientemente y sin protestar. Era época de las relaciones carnales, del poder viajar a EE.UU o Europa con el “famoso” uno a uno y el déme dos. Mientras unos pocos se beneficiaban, millones se hundían cada vez más, la plata de las privatizaciones solo servia para sostener un peso irreal.
En el comienzo del derrumbe asume un gobierno – De la Rúa - inoperante e incapaz, intenta manotazos de ahogado y abandona el poder dejando al País a la buena de Dios. Incertidumbre y temor.
En el 2001, este País de las fantasías, exploto. Una crisis financiera profunda que no pagaron los beneficiarios del sistema “Bancos y Financieras”, sino el pueblo. Una descomunal tasa de desocupación, mayor pérdida del poder adquisitivo del salario por la desvaluación (los salarios perdieron un 30%, más lo que se venía arrastrando de los 90). Un verdadero vaticinio de la crisis mundial que estamos viviendo ahora.
Por una serie de medidas “proteccionistas” del Estado y un cambio (dólar-pesos) acorde a la realidad y a las necesidades del País, se fue dando una recuperación lenta pero continua, muchos sectores comenzaron a recuperarse, subió la ocupación, abrieron nuevas empresas, comenzaron las discusiones paritarias, el poder adquisitivo del salario comenzó a subir, aunque jamás alcanzo los niveles perdidos. Se recuperaron algunas conquistas laborales y mejoras en las condiciones de trabajo. Eso si, ningún órgano financiero internacional (FMI, BM, club de Paris, etc.), que aplaudían y supervisaban las políticas del Estado en los 90, previeron la hecatombe del 2001, como tampoco esta crisis mundial. Catalogaron al País como no confiable, por lo que nadie nos presto un solo peso, hubo que arreglarse con lo que se podía recaudar en el País y eventualmente alguno que quería comprar nuestros bonos – caso “Venezuela”. Todo los poderosos que nos ponían como ejemplo – como era lógico - nos dieron la espalada, ninguno asumió sus errores de imponer políticas recesivas, anti obreras y arrastrar al País al desastre. El que nadie nos quisiera prestar, evito que esta crisis nos golpeara más fuerte.
Como correlato de todo este proceso, tenemos hoy empresas y medios de comunicación más poderosos que el propio Estado. Empresas de apariencias nacionales, pero controladas por capitales e intereses internacionales. La mayor brecha entre aquellos muy pocos que tienen mucho y los muchos que tienen muy poco. Además de una masa critica de ciudadanos – principalmente los jóvenes - que han perdido la cultura del trabajo y son excluidos sociales.
Esta Crisis mundial, nacida en EE.UU., en seno del capitalismo, se inicia con una crisis hipotecaria, rápidamente afecta a los bancos y empresas financieras que se creían sólidas y solventes, alcanzó a las grandes automotrices insignias, pero ahora no se sabe donde concluirá. El Estado tuvo que salir a socorrer a bancos, financieras y empresas para que no entren en la bancarrota y dejen un mayor tendal de desocupados. Aquí si sirve la intervención del Estado, en las perdidas, pero no en las ganancias. En definitiva con la ayuda que le proporciona el Estado, termina siendo el propio ciudadano quien acude en salvaguarda de las empresa privadas responsables de la crisis. Lo publico asiste a lo privado, lo que no genero el mínimo de pudor o retractación en los defensores del libre mercado. Lo que si se sabe, es que la economía de las empresas podrán tardar un año en recuperarse, pero al empleo le llevara entre cuatro y cinco años alcanzar los niveles que tenía.
Este proceso de salvataje de las empresas por parte del Estado (ciudadanos), de socializar pérdidas, nos recuerda a otro hecho de nuestro generoso País, que fue la nacionalización de la deuda privada (Domingo Cavallo - 1.982). A lo que jamás accederán – las empresas - es a socializar las ganancias, proponer algo así sería descabellado o dictatorial, incluso podría causar la caída de un gobierno democrático.
En general, el sector empresario de nuestro País, está utilizando esta crisis mundial, para hacer pagar a los trabajadores sus errores e incapacidades, como así también poner a salvaguarda sus ganancias.
Durante todos estos años han tenido importantes ganancias, que por lo general no fueron reinvertidas en el País, sino que fueron desviadas a paraísos fiscales, sólo en lo que va del año han sacado 23.000 millones de dólares.
Abiertamente solicitan una mayor devaluación para ser mas competitivos, pero sin ajuste de salarios. Administran “erróneamente” las empresas y luego solicitan la participación del Estado para no ir a la quiebra o cerrar. Dónde quedó la minimización del Estado que proclamaban?. Pero si les molesta y sobre manera, que como contrapartida al aporte de fondos provenientes de la recuperación del dinero de las AFJP, el Estado ponga directores en sus empresas, porque no quieren que les controlen el destino que le dan al dinero.
Ante la crisis, vemos – nuevamente - el accionar de las patronales que pretenden o imponen condiciones laborales desfavorables a los trabajadores ante la amenaza del despido o cierre. Suspensiones, adelanto de vacaciones, eliminar turnos, rebaja de salarios, no aplicación de las convenciones colectivas de trabajo, en fin, un sinnúmero de medidas que nos hará retrotraer a la famosa flexibilización laboral.
Una vez más el trabajador – el más vulnerable - debe salir a solucionar el problema del poderoso empresario, so pena de quedar en la calle y no tener recursos para mantener su familia. Una vez más la confrontación es desigual e injusta. Los trabajadores no deben amedrentarse ante estas chicanas empresarias, debe defender con toda su fuerza sus derechos . Además si se deben dar concesiones, el trabajador debe tener el poder de controlar el destino que la empresa da al dinero que ellos generan.
El que hoy despide personal, si la situación se revierte, difícilmente vuelva a incorporar la misma cantidad trabajadores, la tendencia de las empresas modernas tienden en general a incorporar mayor tecnología y desplazar el trabajo humano, si no se encuentra pronto una salida, el panorama será bastante complejo y negativo. Más gente sin trabajo, mayor marginalidad, mayores conflictos sociales, mayor inseguridad.

Héctor Daniel Fernández

1 comentario:

Anónimo dijo...

Justísimas tus apreciaciones. Algo te agregaría: creo que gran parte de los empresarios no administran erróneamente y trasladan a los trabajadores el riesgo, aún cuando hay pequeñas empresas que, ciertamente sin equivocarse, padecen fuertemente las crisis, pero porque todo lo que tienen lo ponen para poder sobrevivir. Esa otra gran parte se caracteriza por ser el modo argentino de ser empresario que consiste en distribuir las utilidades, sacarlas del país, y enfrentar con lo que queda la administración que puede estar sujeta a errores o crisis, pero que ya se da en el área de los daños colaterales que no afectan su riqueza. Es mas o menos (o mas bien es así) como hicieron las privatizadas y las extranjeras, lo cual demuestran que no es un invento de nadie en especial y si una característica del capitalismo. Es una verdadera ilusión pretender una burguesía "nacional", pero tal vez no haya en el estado actual del mundo un modo de pasar a estados de mayor justicia distributiva sin intentarlo o haciendo concesiones a esa burguesía aparentemente interesada en el crecimiento equitativo (algo de lo que está pasando en este momento). Será cuestión de que no nos coman el hígado. Pero mientras tanto es bueno tenerlos contenidos fuertemente por un Estado que no permita que se dilapide el esfuerzo productivo (hay algunos controles que se están intentando para evitar sas fugas de capitales) y por sindicatos que representen los intereses de los trabajadores y estén presentes en las empresas. No para conceder, sino para exigir.
Un abrazo
Juan Carlos Padin.

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