SÍNODO = “CAMINAR JUNTOS”
Con la muerte del Papa “Francisco”
puede descubrí este documento, el cual contenía mucho de lo que hace tiempo
vengo –humildemente- sosteniendo y escribiendo, por supuesto que mucho mejor
expresado de lo que lo puedo hacer yo. Aclaro que me sentí más cerca de Francisco
que de Bergoglio.
Después de más de un año y medio,
que nuestra dirigencia, la del “peronismo” aún sigue en sus disputas internas y
sin entender demasiado los motivos porque el “pueblo” eligió un individuo como
Milei, más allá de sus ideas políticas y económicas, con serios trastornos psicológicos
y de pobre calidad humana, sería bueno que leyeran algunas de las ideas y
propuestas del Sínodo “Caminar Juntos” para revertir esta realidad.
Quizás abandonando algo la
soberbia de creer que se la saben todas y tienen las mejores propuestas,
primero hay que “escuchar” al pueblo y vivir con ellos su realidad, su decepción,
su frustración, su sufrimiento y sus miserias. Por qué se hartaron de muchas
cosas. Eso solo se logra “caminando juntos”, estando con ellos despojados de
todo.
Para revertir esta historia
nefasta, se necesita humildad y decisión para cambiar esta realidad cada vez
más esquiva. Mucho por errores propios y aciertos ajenos.
El presente informe que
presentamos como Conferencia Episcopal Argentina busca sintetizar en pocas
páginas algunos aspectos de la labor evangelizadora de la comunidad cristiana
presente a lo largo y ancho del territorio de la República Argentina.
El Documento completo se pueden ver en:
tps://episcopado.org/assetsweb/cont/3469/argentina_sintesis_final_sinodo_21-23.pdf
Algunos puntos
para tener en cuenta:
Ideas principales. Escucharnos es el primer paso
para construir una Iglesia Sinodal, pero
requiere una mente y un corazón abiertos, sin prejuicios. Escuchar al Espíritu para que nos ayude a
escuchar a nuestros compañeros de camino. Todos estamos invitados a hablar con
valentía y parresía, es decir, con libertad, verdad y caridad.
Queremos que nuestra escucha sea humanizadora, que disponga de tiempo
fraterno para atender a aquellos que desean ser escuchados en sus necesidades.
Una escucha, como la de Jesús, desde el
corazón recibiendo la vida así como viene, y aprendiendo a reducir nuestros
prejuicios. La escucha se concreta, sobre todo, cuando se atiende a las voces
que incomodan. Este es uno de los ejes que los informes diocesanos subrayan
como relevante, o bien por estar viviendo los frutos de haber practicado esta
experiencia, o bien porque se aspira a una mejora en este aspecto. Se dijo: “se
dio apertura de corazón para escuchar y esto motivó espacios de escucha”.
La palabra “camino” y la
expresión “estar en camino”, fueron palabras claves en los informes regionales.
Con estas expresiones se alude al hecho
de estar haciendo un proceso nuevo que denominamos Iglesia en salida. Sentimos que “Caminar es también escuchar y
compartir” y que cada comunidad está llamada a ser “posta de caminantes
impulsados a dar el pan y el catecismo”. Queremos
construir una Iglesia más compañera, que sepa ponerse a la par de la sociedad,
pero también se pide compañerismo al interior de las comunidades. Deseamos que
“los sacerdotes sean verdaderamente hermanos” y aspiramos a que, cada vez en
mayor medida, “la Iglesia esté donde
está la gente”.
Es importante construir un modelo institucional sinodal como paradigma
eclesial de desestructuración del poder piramidal que privilegia las gestiones
unipersonales. Porque la única autoridad legítima en la Iglesia debe ser la
del amor y el servicio, como lo hizo el Señor. El evangelio nos da una clave: “El que quiera ser el primero, que se haga
servidor de todos” (Cfr. Mc 10,44). Para
ello se necesita un proceso de conversión del corazón para vivir la sinodalidad
con audacia y libertad. La práctica de un liderazgo sinodal, atento a la
escucha y la creatividad, alienta y propicia la formación de ministerios
laicales. Nos alegra constatar que donde se ha avanzado en esta modalidad, el
proceso ha llevado a un mayor involucramiento de las distintas instancias
diocesanas, con rasgos más pastorales,
buscando discernir juntos y acompañarse en el caminar. Esto ha producido que las personas que se integran a las actividades de
la Iglesia se sientan acogidas. Resurge la conciencia de implementar o
reforzar el funcionamiento de los órganos de corresponsabilidad comunitaria
existentes en nuestra Iglesia, tanto a nivel diocesano como parroquial, como
los consejos de pastoral, de administración y económico.
Constatamos que uno de los
principales obstáculos para la sinodalidad, es la cultura clericalista. Desafío
pendiente que se refleja en: lucha y
abuso de poder, estilo infantilizante de conducción, control y vigilancia,
burocratización institucional, autosuficiencia autoritaria, auto-
referencialidad, mentalidad de superioridad, autoridad no al servicio de los
fieles, modelo de Iglesia centrada en los sacerdotes. Deshacer este modelo
eclesial no será posible si los seminarios y los ministros ya ordenados, no
optan real y definitivamente por convertir la mentalidad para formarse en el
ejercicio de un liderazgo sinodal. Es
necesario “propiciar y acompañar a los laicos para que asuman protagonismo como
pueblo de Dios en la participación y toma de decisiones”. El clericalismo,
tanto de los clérigos como del laicado, ha llegado a ser descripto como “…una
autoridad que ahuyenta y que da miedo”. Como
ejemplo se ha dicho: “cuando hay cambio de sacerdote en una parroquia, en lugar
de éste iniciar un proceso de escucha y conocimiento de la historia de la
comunidad, deja apagar o elimina procesos propios de la dinámica comunitaria”.
Todos estamos llamados a la conversión
de conductas clericalistas, promoviendo en la conducción un estilo de
participación y comunión que haga de los laicos no meros obedientes a
disposiciones sino verdaderos actores y protagonistas de la evangelización.
Particularmente revalorizando el liderazgo “de la mujer en la iglesia, los
espacios que ocupa, su lugar en la toma de decisiones”.
Necesitamos más que nunca una
Iglesia Católica que crezca en el respeto a otras expresiones religiosas. No caer en la práctica de la soberbia,
creyéndonos poseedores de la verdad, perdiendo la escucha fraterna y con ello
la caridad, cerrando las puertas a los que creen que la Iglesia católica los
deja fuera. Sería un cambio grande
que la sociedad vea cómo los cristianos nos encontramos y estamos más unidos.
La unidad de los cristianos contribuiría en mucho a la unidad del mundo,
mostrando en obras que vamos detrás del mismo objetivo: amar a Dios y al
prójimo. Valoramos positivamente las actividades comunes de estudio, oración y
de caridad. Para ello será oportuno promover más encuentros ecuménicos con
otras iglesias cristianas, acentuando lo
que nos une. Un esfuerzo similar debe aplicarse en el diálogo
interreligioso con otros modos de vivir lo sagrado. En este aspecto nos parece
fundamental el encuentro con los pueblos originarios, poseedores de una
espiritualidad que tiene mucho que enseñar a una civilización que está destruyendo la “casa común”. Valoramos el
gran tesoro de generosidad y bondad que existe entre las personas no creyentes
o no practicantes. Por lo tanto, nos urge formar agentes para las relaciones
ecuménicas, interreligiosas e interculturales.
Nos entristece que en algunas
comunidades se hable de violencia institucional, violencia de género, abusos de
poder, abusos sexuales, como males de la sociedad que afectan también a la
Iglesia, “Encontramos personas con baja
autoestima, espacios súper controlados y vigilados por las mismas autoridades
que llevan años en el poder y no dejan que sean reemplazadas, creyéndose que se
saben todo, nos impide ser activos y generar espacios para replantear los
paradigmas de la misión.”. En definitiva, constatamos tensiones no resueltas
que entorpecen el camino sinodal.
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