lunes, 19 de mayo de 2025

DIRIGENCIA PERONISTA Y EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

 




SÍNODO = “CAMINAR JUNTOS”

Con la muerte del Papa “Francisco” puede descubrí este documento, el cual contenía mucho de lo que hace tiempo vengo –humildemente- sosteniendo y escribiendo, por supuesto que mucho mejor expresado de lo que lo puedo hacer yo. Aclaro que me sentí más cerca de Francisco que de Bergoglio.

Después de más de un año y medio, que nuestra dirigencia, la del “peronismo” aún sigue en sus disputas internas y sin entender demasiado los motivos porque el “pueblo” eligió un individuo como Milei, más allá de sus ideas políticas y económicas, con serios trastornos psicológicos y de pobre calidad humana, sería bueno que leyeran algunas de las ideas y propuestas del Sínodo “Caminar Juntos” para revertir esta realidad.

Quizás abandonando algo la soberbia de creer que se la saben todas y tienen las mejores propuestas, primero hay que “escuchar” al pueblo y vivir con ellos su realidad, su decepción, su frustración, su sufrimiento y sus miserias. Por qué se hartaron de muchas cosas. Eso solo se logra “caminando juntos”, estando con ellos despojados de todo.   

Para revertir esta historia nefasta, se necesita humildad y decisión para cambiar esta realidad cada vez más esquiva. Mucho por errores propios y aciertos ajenos.

El presente informe que presentamos como Conferencia Episcopal Argentina busca sintetizar en pocas páginas algunos aspectos de la labor evangelizadora de la comunidad cristiana presente a lo largo y ancho del territorio de la República Argentina.

El Documento completo se  pueden ver en:

tps://episcopado.org/assetsweb/cont/3469/argentina_sintesis_final_sinodo_21-23.pdf

Algunos puntos para tener en cuenta:                                                                               

Ideas principales. Escucharnos es el primer paso para construir una Iglesia Sinodal, pero requiere una mente y un corazón abiertos, sin prejuicios. Escuchar al Espíritu para que nos ayude a escuchar a nuestros compañeros de camino. Todos estamos invitados a hablar con valentía y parresía, es decir, con libertad, verdad y caridad.

Queremos que nuestra escucha sea humanizadora, que disponga de tiempo fraterno para atender a aquellos que desean ser escuchados en sus necesidades. Una escucha, como la de Jesús, desde el corazón recibiendo la vida así como viene, y aprendiendo a reducir nuestros prejuicios. La escucha se concreta, sobre todo, cuando se atiende a las voces que incomodan. Este es uno de los ejes que los informes diocesanos subrayan como relevante, o bien por estar viviendo los frutos de haber practicado esta experiencia, o bien porque se aspira a una mejora en este aspecto. Se dijo: “se dio apertura de corazón para escuchar y esto motivó espacios de escucha”.

La palabra “camino” y la expresión “estar en camino”, fueron palabras claves en los informes regionales. Con estas expresiones se alude al hecho de estar haciendo un proceso nuevo que denominamos Iglesia en salida. Sentimos que “Caminar es también escuchar y compartir” y que cada comunidad está llamada a ser “posta de caminantes impulsados a dar el pan y el catecismo”. Queremos construir una Iglesia más compañera, que sepa ponerse a la par de la sociedad, pero también se pide compañerismo al interior de las comunidades. Deseamos que “los sacerdotes sean verdaderamente hermanos” y aspiramos a que, cada vez en mayor medida, “la Iglesia esté donde está la gente”.

Es importante construir un modelo institucional sinodal como paradigma eclesial de desestructuración del poder piramidal que privilegia las gestiones unipersonales. Porque la única autoridad legítima en la Iglesia debe ser la del amor y el servicio, como lo hizo el Señor. El evangelio nos da una clave: “El que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos” (Cfr. Mc 10,44). Para ello se necesita un proceso de conversión del corazón para vivir la sinodalidad con audacia y libertad. La práctica de un liderazgo sinodal, atento a la escucha y la creatividad, alienta y propicia la formación de ministerios laicales. Nos alegra constatar que donde se ha avanzado en esta modalidad, el proceso ha llevado a un mayor involucramiento de las distintas instancias diocesanas, con rasgos más pastorales, buscando discernir juntos y acompañarse en el caminar. Esto ha producido que las personas que se integran a las actividades de la Iglesia se sientan acogidas. Resurge la conciencia de implementar o reforzar el funcionamiento de los órganos de corresponsabilidad comunitaria existentes en nuestra Iglesia, tanto a nivel diocesano como parroquial, como los consejos de pastoral, de administración y económico.

Constatamos que uno de los principales obstáculos para la sinodalidad, es la cultura clericalista. Desafío pendiente que se refleja en: lucha y abuso de poder, estilo infantilizante de conducción, control y vigilancia, burocratización institucional, autosuficiencia autoritaria, auto- referencialidad, mentalidad de superioridad, autoridad no al servicio de los fieles, modelo de Iglesia centrada en los sacerdotes. Deshacer este modelo eclesial no será posible si los seminarios y los ministros ya ordenados, no optan real y definitivamente por convertir la mentalidad para formarse en el ejercicio de un liderazgo sinodal. Es necesario “propiciar y acompañar a los laicos para que asuman protagonismo como pueblo de Dios en la participación y toma de decisiones”. El clericalismo, tanto de los clérigos como del laicado, ha llegado a ser descripto como “…una autoridad que ahuyenta y que da miedo”. Como ejemplo se ha dicho: “cuando hay cambio de sacerdote en una parroquia, en lugar de éste iniciar un proceso de escucha y conocimiento de la historia de la comunidad, deja apagar o elimina procesos propios de la dinámica comunitaria”. Todos estamos llamados a la conversión de conductas clericalistas, promoviendo en la conducción un estilo de participación y comunión que haga de los laicos no meros obedientes a disposiciones sino verdaderos actores y protagonistas de la evangelización. Particularmente revalorizando el liderazgo “de la mujer en la iglesia, los espacios que ocupa, su lugar en la toma de decisiones”.

Necesitamos más que nunca una Iglesia Católica que crezca en el respeto a otras expresiones religiosas. No caer en la práctica de la soberbia, creyéndonos poseedores de la verdad, perdiendo la escucha fraterna y con ello la caridad, cerrando las puertas a los que creen que la Iglesia católica los deja fuera. Sería un cambio grande que la sociedad vea cómo los cristianos nos encontramos y estamos más unidos. La unidad de los cristianos contribuiría en mucho a la unidad del mundo, mostrando en obras que vamos detrás del mismo objetivo: amar a Dios y al prójimo. Valoramos positivamente las actividades comunes de estudio, oración y de caridad. Para ello será oportuno promover más encuentros ecuménicos con otras iglesias cristianas, acentuando lo que nos une. Un esfuerzo similar debe aplicarse en el diálogo interreligioso con otros modos de vivir lo sagrado. En este aspecto nos parece fundamental el encuentro con los pueblos originarios, poseedores de una espiritualidad que tiene mucho que enseñar a una civilización que está destruyendo la “casa común”. Valoramos el gran tesoro de generosidad y bondad que existe entre las personas no creyentes o no practicantes. Por lo tanto, nos urge formar agentes para las relaciones ecuménicas, interreligiosas e interculturales.

Nos entristece que en algunas comunidades se hable de violencia institucional, violencia de género, abusos de poder, abusos sexuales, como males de la sociedad que afectan también a la Iglesia, “Encontramos personas con baja autoestima, espacios súper controlados y vigilados por las mismas autoridades que llevan años en el poder y no dejan que sean reemplazadas, creyéndose que se saben todo, nos impide ser activos y generar espacios para replantear los paradigmas de la misión.”. En definitiva, constatamos tensiones no resueltas que entorpecen el camino sinodal.


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