Recordemos aquellos trabajadores
que se comprometieron, lucharon y dieron su vida para el logro de las
conquistas laborales que aún hoy nos quedan.
En estos momentos tan críticos para
los trabajadores y para el pueblo en general, quiero hacerles llegar parte del
documento de la CGT de los Argentinos:
«Mensaje a los trabajadores y el pueblo», el cual conserva una vigencia increíble,
como si el tiempo no hubiera pasado. https://sonambula.com.ar/cgt-de-los-argentinos-mensaje-a-los-trabajadores-y-el-pueblo/
Conocido como el Programa de
la CGT de los Argentinos o Programa del Primero de Mayo de 1968, este texto
elaborado por Rodolfo Walsh fue publicado en el primer número del periódico de
la nueva central sindical, nacido del encuentro entre el escritor y el
dirigente de los gráficos y nuevo secretario General Raimundo Ongaro. La nueva
CGT planteaba una perspectiva explícitamente revolucionaria, en un
enfrentamiento decidido con el viejo gremialismo colaboracionista. Esta rebelde
Central obrera también organizó actos públicos por el 1º de Mayo, pese a las
prohibiciones de la dictadura del General Juan Carlos Onganía. Un documento
histórico que hoy cumple 50 años.
“Grandes países que salieron devastados de la guerra, pequeños países
que aún hoy soportan invasiones e implacables bombardeos, han reclamado de sus
hijos penurias mayores que las nuestras. Si un destino de grandeza nacional, si
la defensa de la patria, si la definitiva liquidación de las estructuras
explotadoras fuesen la recompensa inmediata o lejana de nuestros males, ¿qué
duda cabe de que los aceptaríamos en silencio?
Pero no es así. El aplastamiento de la clase obrera va acompañado de la
liquidación de la industria nacional, la entrega de todos los recursos, la
sumisión a los organismos financieros internacionales. Asistimos avergonzados a
la culminación, tal vez el epílogo de un nuevo período de desgracias.
Durante el año 1967 se ha completado prácticamente la entrega del
patrimonio económico del país a los grandes monopolios norteamericanos y
europeos. En 1958 el cincuenta y nueve por ciento de lo facturado por las cincuenta
empresas más grandes del país correspondía a capitales extranjeros; en 1965 esa
cifra ascendía al sesenta y cinco por ciento; hoy se puede afirmar que tres
cuartas partes del gran capital invertido pertenece a los monopolios.
La empresa que en 1965 alcanzó la cifra más alta de ventas en el país,
en 1968 ha dejado de ser argentina. La industria automotriz está descoyuntada,
dividida en fragmentos que han ido a parar uno por uno a los grupos
monopolistas. Viejas actividades nacionales como la manufactura de cigarrillos
pasaron en bloque a intereses extranjeros. El monopolio norteamericano del
acero está a punto de hacer su entrada triunfal. La industria textil y la de la
alimentación están claramente penetradas y amenazadas.
El método que permitió este escandaloso despojo no puede ser más
simple. El gobierno que surgió con el apoyo de las fuerzas armadas, elegido por
nadie, rebajó los aranceles de importación, los monopolios aplicaron la ley de
la selva —el dumping—, los fabricantes nacionales, hundiéronse. Esos mismos
monopolios, sirviéndose de bancos extranjeros ejecutaron luego a los deudores,
llenaron de créditos a sus mandantes que con dinero argentino compraron a
precio de bancarrota las empresas que el capital y el trabajo nacional habían
levantado en años de esfuerzo y sacrificio.
Este es el verdadero rostro de la libre empresa, de la libre entrega,
filosofía oficial del régimen por encima de ilusorias divisiones entre
“nacionalistas” y “liberales”, incapaces de ocultar la realidad de fondo que son
los monopolios en el poder.
Este poder de los monopolios que con una mano aniquila a la empresa
privada nacional, con la otra amenaza a las empresas del Estado donde la
racionalización no es más que el prólogo de la entrega, y anuda los últimos
lazos de la dependencia financiera. Es el Fondo Monetario Internacional el que
fija el presupuesto del país y decide si nuestra moneda se cotiza o no en los
mercados internacionales. Es el Banco Mundial el que planifica nuestras
industrias claves. Es el Banco Interamericano de Desarrollo el que indica en
qué países podemos comprar. Son las compañías petroleras las que cuadriculan el
territorio nacional y de sus mares aledaños con el mapa de sus inicuas
concesiones. El proceso de concentración monopolista desatado por el gobierno
no perdonará un solo renglón de la actividad nacional. Poco más y sólo faltará
desnacionalizar la tradición argentina y los museos.
La participación que se nos pide es, además de la ruina de la clase
obrera, el consentimiento de la entrega. Y eso no estamos dispuestos a darlo
los trabajadores argentinos.”
Nos queda entonces la obligación
de reflexionar –aunque más no sea brevemente- sobre lo que representa este 1°
de Mayo para los trabajadores argentinos: Habitando una tierra que muestra un
notorio crecimiento económico, pero se niegan a distribuir esa renta entre sus
habitantes de manera justa; que sigue pariendo pequeñas elites de privilegiados
mientras que para ello deja en la más absoluta exclusión del campo laboral a
millones de compatriotas. Estamos hablando de una Argentina que cada día abre
más la brecha que separa a los ricos de los pobres; hablamos de un país que
pareciera no tener tiempo ni siquiera para mirar de reojo a los pobres e indigentes;
estamos diciendo en definitiva, que habitamos un país rico, pero totalmente
injusto.
NADA PARA FESTEJAR - MUCHO PARA
LUCHAR!!!
Daniel Fernández
1 de mayo 2025
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