Desde el regreso de la democracia, hoy podríamos decir que estamos
atravesando el cuarto ciclo, comenzó con el alfonsinismo, luego vino el
menemismo y el kichnerismo, y ahora se afianza el macrismo. El macrismo forma
parte de esos ciclos por errores, fragmentación, vanidad y mezquindad de la
oposición. Algunos se han presentado como oposición, pero son parte del mismo
proceso y su fin es dividir y así favorecer al macrismo - radicalismo. Ese
sector de la oposición es "colaboracionista" y cómplice del
oficialismo.
La oposición real, no supo o no quiso aglutinar, sintetizar y
representar, bajo propuestas programáticas, todas las demandas y protestas
sociales y laborales existentes.
Después de dos años en los que el gobierno aplicó políticas muy
distintas de las que había prometido en la campaña de 2015, Cambiemos ha
recibido un respaldo electoral cuya relevancia política no puede
menospreciarse.
Su capacidad de
comunicación y la concentración mediática han sido apoyos cruciales. Sin
embargo, de ninguna manera han sido el único factor.
Uno de los logros del
gobierno es su éxito del relato macrista, identificando el período de gobierno
anterior con un plan de corrupción y desmanejo económico.
Pero no se debe subestimar
o quedarse con el solo reproche de que la gente que lo voto está siendo
manejada por los medios y la efectiva comunicación. Las ideas habituales en 2016, de que “este
gobierno choca en seis meses” o que “terminan como el 2001” minimizaban la
capacidad política de Cambiemos. La idea
de una debacle, que incluso sostuve en anteriores escrito, es parte de la
experiencia en nuestro país y la suposición de que el neoliberalismo no es
económica y políticamente sustentable. Pero también esta tesis puede tener sus
errores, dado que en muchos de los países del mundo, donde esas políticas se
aplican llevan décadas sin estallidos. Las situaciones económicas y políticas
dependen de una multiplicidad de factores. Nada es automático. Macri y Cambiemos
tienen el plan de aplicar su proyecto y darle sustentabilidad económica y
política. Eso es lo nuevo.
Este gobierno logro ganar
las elecciones de medio término, como lo han hecho los gobiernos que lo
precedieron desde el regreso de la democracia, excepto De La Rua, anunciando
ajustes, aumentos, seguir con el acelerado endeudamiento externo y
modificaciones en lo laboral, provisional y fiscal. Han logrado convencer a sus
votantes que todo ello es por culpa del anterior gobierno y la necesidad de
ordenar las cuentas. Cosa que no es así, dado que ellos aplicaron políticas
económicas que claramente beneficia a su sector social: poderoso y que todos
los demás debemos pagar los beneficios que ellos se están adjudicando. Una vez más
los jubilados y los trabajadores cubrirán con la disminución de sus haberes, el
abultado déficit fiscal y no los que más tienen. El problema es que las
consecuencias de las políticas regresivas pueden derrotar a las resistencias
que se le oponen y también pueden generar expectativas e ilusiones. Podemos
estar en presencia del Síndrome de Estocolmo en masa.
Pero lo otro novedoso de
esta nueva etapa neoliberal que estamos viviendo, en comparación con las
anteriores, Martínez de Hoz, Dagnino Pastores, Alemán, Caballo, López Murphy
entre otros, es que la política está manejando lo económico. Entonces este
gobierno tiene bien evaluado a quienes beneficia, y a quienes les puede hacer
creer que se están beneficiando, logrando un piso de apoyo como para ser la
primera minoría. Mientras usa, mas desenfadadamente la chequera y el látigo con
gobernadores e intendentes de la "oposición", además de aprietes o
hostigamientos judiciales o "carpetazos" sobre dirigentes opositores
devenidos a colaboracionistas (Bossio, Pichetto, Massa), para aprobar sus
políticas.
También, como muestra del
manejo político, siguen manteniendo fuertemente el asistencialismo, con los
planes sociales a pesar del elevado déficit fiscal. Compran la paz social y cuidan
su caudal de votos.
El triunfo de las elecciones legislativas le ha dado al Gobierno y
a Macri, un impulso fenomenal, envalentonados han ido por todo. Exultante y
contundente, el presidente Mauricio Macri dijo que podemos “cambiar para
siempre”. En la cresta de la ola amarilla, en su mejor momento, puede olvidar
que las olas suben y bajan, que nada es “para siempre” y que los momentos pasan.
Además cuentan con una "justicia" que se ha transformado en el brazo
ejecutor de las decisiones del poder real, representado por este gobierno. Hoy
tenemos jueces parciales, con un estado de derecho suspendido y una democracia
de baja intensidad. Se ponen presos a ex funcionarios y opositores sin respetar
el derecho de inocencia, sin indagatoria ni juicio ni sentencia. Se los condena
y escracha públicamente y en general los jueces actúan “presionados” por los grandes
medios y funcionarios. Ni los genocidas de la dictadura fueron tratados de
igual forma. Mientras que los funcionarios actuales, familiares y amigos
denunciados, tampoco se los trata de igual forma, con mayor posibilidad de
entorpecer la investigación, según la doctrina Irurzum. Hay más de 50
funcionarios imputados: Panama Papers, Blanqueo de Familiares, Memorándum de
Qatar, Correo Gate, Dólar Futuro, Compra de gas a Chile sin Licitación a Shell,
Etc. Cada día aparecen más cuentas offshore de funcionarios evasores, pero eso
está bien visto en la City, no son acusados como estafadores sino como
inteligentes financistas, la ética pública queda por el suelo. La doble vara
con que todo se mide según el poder que se tenga. Esto me hace recordar a la
dictadura militar, donde había una mayoría silenciosa que callaba por miedo o
justificaba todas las aberraciones y una minoría activa que lo denunciaba con
los riegos que ello tenía. Ahora también usan el miedo para las políticas que
vienen.
Es bueno tener en cuenta
todo este proceso y el uso que están haciendo de los distintos poderes e
instituciones de la republica, para actuar de la misma forma con ellos cuando
abandonen el poder.
Una reflexión: El Pro llegó al gobierno gracias a
la estructura del Radicalismo, ahora recuerdo cuando El Dr. Raúl Alfonsin dijo
que su límite era Macri. Me parece increíble que los radicales de Alem,
Yrigoyen, Illia y Alfonsín no hayan creado una alternativa progresista y se
hayan quedado pegados al conservadurismo del ala de Alvear, de la Rúa, Saens y de
los neo liberales del Pro, por algunos cargos.
La oposición no puede
pensar en hacer política creyendo que es inevitable una crisis como la de 2001.
Es subestimar la capacidad del poder, que ha demostrado que ha aprendido de
errores anteriores. No se puede depender solo de las propias convicciones y
abandonar la vocación política por convencer a otros. No se saldrá del encierro
si creemos que uno tiene razón y quitarle importancia a una parte de la
sociedad cree que estás equivocado. No se puede quedar en el mero reproche, en
la revancha y ofuscados, hay que alejarse de la derrota y la frustración.
Debemos dedicar más tiempo a la creación, pensar y hacer cosas nuevas en
política. Crear nuevas esperanzas fundadas en la solidaridad, en un país más
justo y equitativo, de respeto a las instituciones, conectarnos con lo mejor
que tenemos individual y colectivamente. Saber que solo no se puede, hay que
sumar otros actores sociales y políticos, fundamentalmente bajo la premisa de
Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política. Pensar por
todos. Un cambio cultural profundo es necesario para derrotar esta cultura del
individualismo. Necesitamos más política. Las calles y las paredes deben
reflejar la realidad que el poder y sus medios nos quieren esconder. Ganar la
calle.
La oposición tiene el desafío de comprender este proceso que
llevan varios años y generar nuevas alternativas positivas y creativas, si
quiere derrotarlo. O quedarán condenados a repetir sus actuales estrategias con
iguales resultados, o sea ocho años de Macrismo. De ser así, costara mucho
cambiar el rumbo que le están imprimiendo y nos dejaran un país desquiciado del
cual será difícil volver.
Héctor Daniel Fernández
Noviembre 2017
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