Es indudable que estamos viviendo
momentos complicados, donde la inflación del año pasado estará por encima del
40%, la más alta desde 1991, por supuesto esto afecta a los sectores más
vulnerables. Aumentó la pobreza y la marginalidad. Aumentaron los despidos y el
cierre de empresas. Aumentan las tarifas de los servicios y la recesión se
agudiza. Se agudiza la falta de confianza, la lluvia de inversiones no llega y
la remisión de ganancias al exterior y de dividendos de las multinacionales a
las casas matrices es una de las más altas por años. El blanqueo de capitales
que el gobierno anunció como un éxito, una ínfima parte del capital declarado
ingreso al País, el grueso del dinero quedo en el exterior. El gobierno nacional llega a un nivel de
endeudamiento cercano al 50% del PBI. ¿Cuál fue la marca en los meses previos a
la debacle del 2001? 54% del PBI.
Las promesas iniciales de shock
de confianza y lluvia de inversiones, seguidas por las múltiples promesas de
bienestar y las expectativas de baja en la inflación y un próspero segundo
semestre, una a una se fueron cayendo hasta terminar el año con casi todos los
sectores económicos en franca caída. Hasta el propio FMI admitió que los
resultados decepcionantes, “Hay una menor expectativa de recuperación a corto
plazo en Argentina y Brasil”.
Es indudable que todo esto es
producto de la política económica del gobierno, que sigue haciendo una
fenomenal transferencia de recursos de los más pobres a los más ricos. Los
sectores ligados a los granos y oleaginosas, minerales y de extracción de gas
fueron los grandes beneficiarios de la política de precios e impuestos de la
actual gestión, pero ninguno de estos sectores genera importantes fuentes de
trabajo, por el contrario con el ingreso de mayor y mejor tecnología expulsa
trabajadores.
Producto de esta política
neoliberal que aplica el gobierno nacional, ha aumentado exponencialmente los
reclamos callejeros, piquetes, tomas de empresas en defensa de la fuente de
trabajo y manifestaciones sociales. Es que los trabajadores y organizaciones
sociales se ven avasalladas y no quieren perder los derechos adquiridos. Se
cierne sobre ellos un horizonte preocupante y amenazador, los sectores
pertenecientes al poder se sienten omnipotente y piensan que tienen vía libre
para avasallar los derechos hasta de los pueblos, como ocurrió en el Bolsón.
También modernizan términos para renombrar viejas recetas de flexibilización
laboral y de precarización del trabajo. Lo más grave es que cada reclamo
legítimo está siendo contenido con represión y en caso con excesiva violencia
por medio de las distintas fuerzas de seguridad.
Recientemente hubo una serie de
hechos que relejan la violencia e inseguridad que estamos viviendo, que no para
de crecer y por más policía que se ponga no se puede controlar. La única
realidad es la verdad y si no se repara en la desigualdad social, aquí no hay
ninguna solución, ni estabilidad, ni seguridad.
Este gobierno está echando nafta
al fuego. De aquella promesa de campaña, pobreza cero a esta cruda realidad. Profundiza
la grita social y cada día margina a más gente poniéndola en una encrucijada
con final abierto y que la represión no la solucionará, sino la agravara.
EL último informe sobre la
desigualdad social en Argentina dice que los argentinos más ricos son más ricos
y los más pobres son más pobres. El promedio de ingresos de la población más
rica en nuestro país es 25,5 veces más alto que el del segmento más pobre,
según el Indec. Los hogares más ricos ganaron 20 veces más que los más pobres. El
20% más rico ganó el 49,0 % de la riqueza y el 20% más pobre, apenas el 4,1%. La
mitad de los argentinos ganan menos de $ 8.000 mensuales, mientras se calcula
que la canasta básica alimentaria esta en los $ 12.500.- Igualmente Argentina
no escapa a la generalidad del mundo, donde los ocho hombres más ricos del
mundo tienen tanto como media humanidad.
Este es el verdadero problema, si
no se entiende esto, solo iremos retrocediendo y generando una masa
incalculable de lumpen, que pondrán en jaque a toda la estructura social del
País. Muchos de los marginados han perdido toda la fe en el sistema, que no les
da oportunidad y los colma de injusticias, y sienten que su vida no tiene
valor, por ende, menos valor tiene la vida de los demás. Otros pretenden
conseguir con prepotencia aquello que sienten que merecen y el sistema les
niega sistemáticamente.
Ese 20% más ricos y que hoy nos
gobiernan, deben entender que encerrados en sus country, estancias, puerto
madero y otros lugares aislados del país profundo, jamás podrán vivir
tranquilos, como así tampoco el resto de la sociedad con esta profunda
desigualdad que se va agrandando.
Bajo estas circunstancias el
gobierno nacional y parte de la sociedad siempre busca un atajo, más fuerzas de
seguridad, endurecer las penas, bajar la imputabilidad de los menores,
represión, tolerancia cero, libertad de circulación, etc., cuando saben que la
única salida real y verdadera es la solidaridad, la justicia social, mejorar la
distribución de la riqueza, trabajo, educación y salud pública de calidad y al
alcance de todos, si se quiere vivir en un país digno y en paz, es algo que
debemos entender todos.
Héctor Daniel Fernández
Enero 2017
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