Sabemos que
no es de ahora que las promesas de campaña no se cumplen, pero con este
gobierno quedó más evidenciado que nunca. Mucho más después del debate que tuvo
Macri con Daniel Scioli. Donde Macri lo trato de mentiroso, de hacer una
campaña de miedo cuando esté adelantaba todas las medidas que Mauricio iba a
tomar si ganaba.
Cumplió con
el campo, le saco las retenciones como les prometió, también le saco las
retenciones a las mineras, cosa que no prometió pero lo hizo igual, también
eliminó el impuesto a las rentas presuntas y bienes personales, o sea cumplió
con creces con los sectores más ricos del País, empresas extranjeras e
especuladores financieros, como así también el pago compulsivo a los fondos
buitres, con la esperanza de que vinieran los capitales. Con estas medidas
profundizó el déficit fiscal, que se está cubriendo con un endeudamiento
peligroso, como ya tenemos experiencia.
Prometieron
bajar la inflación y la duplicaron. Del 17% que anuncio el Ministro de Hacienda
a más del 40%. Prometió no devaluar y devaluaron. La salida del cepo no se iba
a trasladar a los precios porque todos los empresarios facturaban al valor
dólar que ellos lo iban a llevar, no ocurrió, todo se trasladó a los precios y
más por las dudas. Eso se llama falta de confianza y especulación, algo muy
conocido por los argentinos y habitual en el accionar de los industriales. Que
no iban a ajustar y se vinieron los tarifazos luz, gas y agua. Que las cosas iban a mejorar en el primer
semestre, luego en el segundo semestre y después en 2017, y ahora para cambiar
se necesita una generación, como se dice futbolísticamente, nos corren el arco
todo el tiempo. Prácticamente eliminaron los precios cuidados y retenciones que
contenían o regulaban en algo los precios, como el aceite, que ahora se cotiza
a precio internacional al sacarle cierto tipo de ajustes. Así muchas otras
cosas que se podrían enumerar.
Como así también dijeron cosas
en campaña que no iba hacer y terminaron haciendo.
También
prometieron dar el 82% móvil a los jubilados. Eliminar el impuesto a las
ganancias de los salarios. Pobreza cero, mantener el poder adquisitivo del
salario. Generar 2 millones de puestos de trabajo genuino y sólo hubo miles de
despidos en todos lados, cierre de empresas y comercios. Prometió continuar con
el avance de la Ciencia, recortó el presupuesto y restringió el ingreso de
científicos y 60%. Algo mucho más superficial, pero promesa de campaña,
mantener el Futbol para Todos hasta 2019.
Nada de lo
que beneficiaria directamente a los trabajadores y jubilados se hizo, solo dan
excusas. El justificativo es que las cuentas no les dan o que, como la pobreza
cero, era una utopía. Entonces donde queda la responsabilidad de las palabras
dichas. Pura especulación, falta de capacidad para analizar el País, o
directamente este es el programa económico diseñado y que trata de maquillar
con una poderosa campaña de marketing y con el apoyo de los medios de
comunicación hegemónicos que forman parte del gobierno.
No hay que
ser muy despierto para advertir que todo el ajuste y benéficos que le otorgó y
otorga a los más ricos, lo está pagando el resto de la población.
Ahora, lo que
se debe evaluar es el valor de la palabra, el valor de las promesas de campaña.
Se toma con una liviandad total, es como que lo que se promete en campaña no
tiene valor, pero lo tiene y mucho, porque muchos votan sintiéndose
identificado con esas promesas. Algo similar ocurrió con Carlos Saúl Menem. De
la Revolución productiva a una de la más alta desocupación de la historia y la
creación de un cementerio de empresas.
En los
últimos días del año pasado, hubo una gran actividad detrás del impuesto a las
ganancia o impuesto al trabajo, si ese, que en campaña el Sr. Presiente prometió
eliminar y seguramente muchos trabajadores que la pagaban, lo votaron,
confiando en su palabra. Es una realidad que este impuesto al trabajo no afecta
a la mayoría de los trabajadores, que la mayoría ni llega por casualidad y cada
vez quedan más lejos con las paritarias negociadas por debajo de la inflación.
El no haber hecho una verdadera corrección en este tema, fue una de los más
graves errores del gobierno anterior y que durante años le fue quitando apoyo. En
su momento el actual oficialismo y toda la oposición y parte de la CGT, reclamaban
su eliminación, mientras el gobierno sostenía que lo pagaba sólo un 11% de los
trabajadores y que servía para financiar otros planes. Un capricho y un cambio
profundo que debía afrontar y no lo hizo. Como no tocar la especulación
financiera, el juego, ni hacer una reforma impositiva.
El gobierno
mando al Congreso para extraordinaria, un proyecto de ley para reformar este
impuesto, donde en definitiva, como ocurrió con la modificación anterior,
terminaran pagando más trabajadores y jubilados que antes. Lo que significa que
los trabajadores seguirán cubriendo en algo el déficit fiscal que han aumentado
con la transferencia que han hecho de recursos hacia los más ricos o sea, los
que nos gobiernan. Por mal manejo o por excesiva confianza, como ha ocurrido
con otros proyectos cuestionables (fondo buitres, blanqueo, reparación
histórica) sus aliados y colaboracionistas del Congreso lo iban a apoyar y
sino, le queda apretar a los Gobernadores. Práctica que cuestionaban del
anterior gobierno, decían que gobernaban con el látigo y la chequera. Tras el
disfraz del diálogo y con mucho marketing, aplican la misma política,
demostrando que nada cambio. Se hace lo que ellos quieren, si no represalia.
Al parecer se
confiaron demasiado, nos acércanos a un año electoral y los colaboracionistas
necesitan de alguna forma diferenciarse en algo del gobierno si quieren tener
alguna posibilidad electoral. Son de esos que quieren parecerse a los que
ganaron, para ver si pueden atraer votantes. Resultó que toda la oposición armó
un proyecto que beneficiaba a mayor cantidad de trabajadores y jubilados,
cumpliendo en algo con las promesas de campaña y con lo que no había hecho y
debía hacer el anterior gobierno. Este proyecto fue aprobado y tildado por el
Gobierno como irresponsable, y comenzaron los aprietes a los Gobernadores,
amenazándolos que si lo votaban en senadores si iban a quedar sin plata ni
obras. Entre idas y vueltas, el Gobierno encauso la discusión, convocó a la CGT
e hicieron un arreglo, que no satisface ni cumple con lo prometido, pero que
mejoró en algo lo presentado por el gobierno. La Ley se aprobó, pero los
trabajadores y jubilados seguirán pagando un impuesto más al salario. La
promesa de campaña quedó enterrada.
Volvemos
sobre el valor de la palabra. Como individuos nos ponemos muy mal cuando, algún
otro, no nos cumplen con lo que nos prometen en cosas personales, ahora no
actuamos de igual forma con las promesas electorales. Es como que asumimos
desde el vamos que nos están mintiendo, cuando debemos exigir que sea un
compromiso irrenunciable y si no lo cumplen, se pueda revocar su mandato. Es
una cuestión de principio, de ética y de respeto, no puede ser que nos quieran
engañar con discursos muy retóricos y deslindando responsabilidades. El que
llega al gobierno de estar preparado para afrontar lo que recibe y cumplir con
su propuesta programática.
Aquellos que
están más cerca de la política pueden saber la tendencia de cada candidato, su
ideología y postura política. Que políticas puede llevar adelante un gobierno u
otro, y a que sectores beneficiar. Pero no todos están tan imbuidos como para
comprender o ver qué intereses hay detrás de cada candidato y a que sectores
beneficiará.
Es por ello que es necesario
rescatar el valor de la palabra, el valor de las promesas y castigar, política
y electoralmente, a aquellos que mienten tan descaradamente.
Héctor Daniel Fernández
Diciembre 2016
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