Estamos
próximos a una nueva elección presidencial, oportunidad para aquellos que nos
interesa la política y procuramos ser críticos de aquellos que los medios de
comunicación nos dicen o nos quieren hacer pensar, tratemos de hacer nuestras
propias evaluaciones, en mi caso por las experiencias vividas y mi conformación
ideológica, esto no quieren decir que sean acertadas, pero seguramente no serán
influenciadas por intereses de terceros.
Además
como lo vengo haciendo hace años, dejo escrito lo que pienso, cosa de no poder
acomodar en el tiempo mi opinión según mi conveniencia o situación meramente
personal, como ocurre muy seguido con muchas personas. Si cambio es porque la
realidad me mostro otra cosa o me contradijo.
Estas
elecciones se dan en un marco mundial y en particular latinoamericano bastante
complejo y que ira variando para peor. En Europa hay países que no pueden salir
de la recesión. Países que son “apretados” por el Fondo Monetario y la Unión
Europea a aplicar recetas recesivas como ocurrió en Argentina durante los años
90 y principio del 2.000, pero detrás de estas concebidas políticas recesivas esta
Alemania, quien domina parte de Europa con su dinero. El caso más relevante por
hoy día es Grecia, con un nuevo gobierno que trata de resistirse a la troika,
que le reclama aplicar más ajustes a los que ya se han aplicado y que repercuten
seriamente en la economía popular, se calcula más de un 25% de desocupados. La
comunidad Europea no está dispuesta a ceder, porque puede ser motivo de
contagio para otros Países en su misma situación, caso España donde sectores de
izquierda no tradicionales, que nacieron de las protestas del 15 M – Indignados
y que ahora vienen ganando elecciones comunales, cuestionan seriamente las
medidas tomadas por el gobierno de derecha del PP, que produjo millones de
desocupados. Caso similar están Portugal, Irlanda entre otros Países.
En
Estado Unidos, después de la crisis internacional que estallo en el 2008, aún
no ha podido recomponerse. La crisis
iniciada en 2008 ha sido señalada por muchos especialistas internacionales como
la «crisis de los países desarrollados», ya que sus consecuencias se observan
fundamentalmente en los países más ricos del mundo. América
Latina ha tratado de sobrellevar esta crisis con medidas anti cíclicas, alentando
el consumo interno para que no caiga el trabajo y el desendeudamiento en
algunos casos, pero también por tener esencialmente materias primas o commodities.
Después de mucho machacar por parte de la derecha neo liberar aliada a los
grandes monopolios económicos y de comunicación, además de cierto deterioro
económico, se están debilitando los gobiernos populares caso Venezuela, Brasil,
Ecuador, Chile, entre otros. Algo parecido ocurrió en los años 60 - 70 con los
gobiernos populares, nada más que terminaron con dictaduras sangrientas con
miles de muertos, Chile, Perú, Bolivia, Argentina, Brasil, Uruguay, Panamá, por
enunciar algunos, como si todo tuviera un ciclo. El poder real permite un
tiempo de libertad a los pueblos para elegir sus conductores y luego ellos
imponer por largo tiempo sus políticas a cargo de gerentes. El desarrollo de
esta crisis, tanto en Estados Unidos y Europa seguramente como ha sido siempre,
afectara a los países en desarrollo como los nuestros. Caída del precio de los
commodities, falta de inversión, reducción de personal de las empresas, entre
otras cosas.
A
raíz de todo esto, hace tiempo que vengo sosteniendo y expresando que en
Argentina se avecina un cambio hacia la derecha. Pareciera que la única salida
para superar estas crisis que ocurren en otros países o continentes, y que no
originan los trabajadores o personas comunes, sino los grandes capitales, es
aplicando políticas o medidas de “austeridad”, cayendo el mayor sacrificio
sobre los que menos tienen, trabajadores, jubilados, empleados públicos, nunca
sobre el capital especulativo, bancos o financieras. Seguramente no volverá la
derecha de antes, porque aprendieron la lección que causo la repulsa de una
gran parte de la gente. Procuraran tener el cuidado de no cometer los mismos
errores de los 90, pero al final será lo mismo. No solo hay nuevas derechas
recreadas en oposición a los gobiernos “populares”, sino que hay nuevas
derechas en los países donde las políticas neoconservadoras se han mantenido
con regularidad (Paraguay, Colombia, Honduras, entre otros). La idea es que se
van mimetizando según las épocas para captar a los ciudadanos descuidados.
En
los fines de los 80 principio de los 90, ante un contexto de disolución social
y una nueva corriente, los partidos tradicionales redefinieron su apoyo al
neoliberalismo, desestructurando las fronteras ideológicas que antes los
separaban. El neoliberalismo era presentado como un nuevo momento de progreso. Se
proclamó el fin de las ideologías. El capitalismo y los deseos de los
ciudadanos “parecían” reconciliados, hasta que se rompió esa reconciliación,
producto de la pobreza, la desigualdad, la desindustrialización, desocupación y marginación. La derecha lo volvió hacer,
engatusó a la ciudadanía con sus cantos de sirena, hasta que los destruyo. Hoy
sucede algo parecido, muchos de los que se beneficiaron y salieron a flote con
este proceso, ahora lo aborrecen y reclaman a gritos cambios drásticos,
creyendo nuevamente que el mercado les concederá los beneficios que ellos
pretenden, aunque para ello comprometan el futuro del País. La economía será
manejada por los organismos financieros internacionales y generara daños en amplios
sectores que les costarán, sangre, sudor, lágrimas y años recuperarse.
Debemos
recordar que estas políticas produjeron serios enfrentamientos sociales y un
agotamiento que posibilitaron el advenimiento de nuevos gobiernos que colocaron
al Estado en el centro de la escena articulando las demandas sociales y las
exigencias del mercado. Las políticas de estos nuevos gobiernos generaron una
fórmula de distribución de la riqueza y de la incorporación al mercado de
amplias capas que habían quedado marginados, lo que generó bienestar para los
ciudadanos y rentabilidad para los grupos empresarios. Estos gobiernos
volvieron a instalar los discursos ideológicos y la incorporación de la juventud
a la política.
En
principio la derecha y su discurso perdieron terreno ante estas políticas y
comenzaron a ensayar nuevas oposiciones para recuperar espacio, como rechazar
el carácter confrontativo de los planteos ideológicos y mostrarse como
dirigentes “buena onda”, con buenos modales, dialoguistas, republicanos y
reclamaron consensuar las políticas. Incluso públicamente se muestran ahora de
acuerdo con algunas políticas inclusivas, con la promesa de seguirlas, aunque
en realidad en el Congreso se opusieron o no las votaron.
El
primer cambio de la derecha, se da en Venezuela ante los reiterados intentos,
sin éxito, de derrotar al gobierno de Hugo Chávez y luego a Maduro. La
oposición acérrima encarada por Capriles cambio en las elecciones de 2012, aplicó
una nueva táctica, planteando que no era la “oposición” sino la “solución” y
que mantendría una serie de políticas de probada popularidad o “mantener lo
bueno y cambiar lo malo”. Se presentan como candidatos “atemperados” frente a
presidentes que éstos consideran como “crispados” y conflictivos. Esta
estrategia, si uno sigue los distintos procesos en la región, la ve cómo se
replica calcada. Pero esta derecha no está sola, está estrechamente acompañada
con aquellos grupos económicos que crecieron con los gobiernos progresistas,
pero que se vieron regulados en sus rentabilidades o acotadas sus influencias.
Igualmente
en las próximas elecciones se confrontaran dos modelos, dentro de una misma
tendencia, que se hace llamar “moderada”.
Uno
será el Neoconservadurismo, que representara a los grandes capitales
concentrados, grupos multinacionales, Bancos Privados, UIA, medios de
comunicación hegemónicos y la Sociedad Rural (G6 + o = Círculo Rojo), a cargo
de su gerente el Ing. Mauricio Macri, quien administrara el poder de otros, en
este caso el poder económico, como alguna vez lo fue el Ing. Alsogaray,
Martínez de Hoz y que luego se presentó trasvertido en el Peronismo con Carlos
S. Menem, primero con un ministro de economía puesto por Bunge y Born y luego Domingo
Cavallo y su equipo, con muchos economistas que hoy diagraman las futuras
políticas del Ing. Marcri de llegar a la presidencia. La famosa teoría del
derrame, que terminó derramando desocupación y pobreza. El criterio dominante o eje de esta política es de un estado pequeño,
donde el mercado es el gran regulador.
El
establishment, ligado a Macri, viene proponiendo achicar el gasto público,
devaluar, cobrar menos impuestos, eliminar retenciones y subsidios, acordar con
los buitres, endeudarse, acabar con las paritarias, flexibilización laboral y
terminar con el populismo industrial. Por otro lado el Ing. Macri se esfuerza
en tratar de prometer que va a mantener el futbol para todos, no reprivatizar
YPF ni Aerolíneas, ni plantear la vuelta de las AFJP o hacer que su partido
vote a favor de la nacionalización de los ferrocarriles, nadie le cree. Porque
sus economistas siguen sosteniendo que los social es un gasto, que todo hay que
evaluarlo si da ganancias o pérdidas y no la función social que cumple.
Recordemos para cerrar todo esto la famosa frese de Carlos Menem “Si hubiera dicho lo que iba a hacer, no me votaba nadie",
Digamos
aquí que menciono al Ing. Macri, a pesar que en las PASO se enfrenta al radical
Ernesto Sanz y a la Eliza Carrio. Para no hacerlo muy largo, está todo
preparado para que gane Macri, la derecha del radicalismo representada por Ernesto
Sanz le presta el aparato a Macri en todo el País que este no tiene y además se
aseguran la candidatura de algunos gobernadores, intendentes y legisladores.
Los demás radicales, que no aceptan la candidatura de Macri, se dispersan entre
Margarita Stolbizer, Massa y el Frente para la Victoria. Lo de Eliza Carrio es
meramente testimonial, pretende mostrarse como el reaseguro moral de la Nación,
aunque dista mucho de serlo.
Es
indudable que el “Círculo Rojo” está haciendo todo lo posible para que se una
todo el arco opositor contra el candidato oficial e intentará cualquier
artilugio (operación económica, mediática o política), ante alguna posibilidad
de que este gane en primera vuelta. Principalmente cuando se supo el alto
porcentaje de imagen positiva que tiene Cristina Kirchner y el 30% de votantes con el que contaría el
Frente para la Victoria de piso. Ellos pensaban que a esta altura el gobierno
se iba a deshilachar, proclamaban el fin de ciclo, estallido económico -
financiero, un dólar a $ 20, que muchos iban a abandonar el barco para pasarse
a las huestes opositoras (Massa), pero nada de lo planeado ocurrió, por la indudable
capacidad de manejo político de la Presidenta, la relativa estabilidad política
y económica actual que se expresa en múltiples aspectos. Hoy es el Gobierno
Nacional (Cristina), a pocos meses de finalizar su mandato, el único que marca
la agenda política, cosa impensada en la democracia Argentina. Esta estrategia
por derrotar al kirchnerismo a cualquier costo, hace cometer errores a los
dirigentes o estrategas de la oposición y subestimar a la sociedad.
El
otro modelo, estaría representado por Scioli – Zannini, será mucho más
contemplativo que el de CFK, sin ser este un gobierno “revolucionario” o
“extremo”. De llegar al gobierno Scioli, por ser Argentina un modelo
hiperpresidencialista, tiene las facultades amplias de aplicar las políticas
deseadas, nombrar colaboradores y ministros, pero se le dificultara si pretende
retroceder en las conquistas alcanzadas en esta década (YPF, AA, AUH,
Convenciones Colectivas permanentes, Ley de Medios, pagar a los Buitres lo que
quieren, PROCREAR o quitar conquistas sociales, entre otras cosas, o volver a
las privatizaciones, a las relaciones carnales, sobre endeudar el país con
organismos internacionales o echar para atrás los juicios por delitos de lesa
humanidad, o sea “ir para atrás”). Sostendrá la participación directa del
estado en la regulación del mercado. Quizás no avanzara, pero no quitara
beneficios a los que menos tienen, como ocurrió a los fines de los 90 – 2.000.
Deberá ser lo suficiente sagaz para aprovechar el campo de acción del que
dispondrá, como así también deberá introducir los cambios necesarios en la
política económica de modo gradual, “ni ajuste ni shock”. Reivindicará lo hecho
y dirá que irá por lo que falta (la famosa sintonía fina) desde adentro y sin
sacar los pies del plato.
Desde
la visión latinoamericana y los cambios políticos-económicos que se vislumbran
en el horizonte, se podría sostener la presunción de que se instaló fuertemente
en la ciudadanía menos politizada un consenso sobre el nuevo perfil de los
postulantes, esto sería la “caprilización” o “moderación” de los candidatos.
Ante esta alternativa, el oficialismo optó que surja uno del universo
oficialista antes que instalar uno que sólo responda al núcleo duro de
kirchnerismo, para no cederle ese electorado a la oposición, o sea que se
privilegió un mix de cambio y continuidad, además de ser creíble al electorado,
es aquí donde Daniel Scioli salió triunfante. El que entiende algo de política
sabe que nadie hace lo que quiere, sino lo que más le conviene para sostener un
proceso. Perón decía “Algunos creen que
gobernar o conducir es hacer siempre lo que uno quiere. Grave error. En el
gobierno, para que uno pueda hacer el cincuenta por ciento de lo que uno
quiere, ha de permitir que los demás hagan el otro cincuenta por ciento de lo
que ellos quieren. Hay que tener la habilidad para que el cincuenta por ciento
que le toque a uno sea lo fundamental”.
La
elección de Scioli – Zannini, como única fórmula oficial, produjo sorpresa e
infinidad de análisis. La designación de la formula, se hizo como fue
históricamente en el Peronismo y no dista mucho, si uno repasa las
nominaciones, de lo hecho por los demás partidos. La realidad que el kirchnerismo
tenía serios problemas, porque no supo, no quiso o no pudo, urgir un candidato
o fórmula presidencia que lo representase cabalmente. La alternativa de Scioli
fue resistida a pesar de su constante fidelidad. La opción de Randazo (no un kirchnerista
puro) no dio resultado, Scioli ganaría con cierta amplitud en todo el país, siendo
apoyado por la mayoría de gobernadores e intendentes peronistas, como así
también de dirigentes gremiales. El presentar dos listas podría ocasionar un
desgaste y roces entre los candidatos que perjudicaría en las elecciones
definitivas. Además el triunfo de Scioli, traería aparejado un triunfo
personal, el cual le daría más poder y la conformación de una lista, al menos
diferente. Ante esta alternativa, la “jefa” respondiendo a la tradición
peronista, jugo fortísimo situando de vice a su funcionario de mayor confianza
y el armando de la lista de diputados y senadores, que le dará cierta garantía
de que la continuidad del modelo no sufra grandes cambios.
De
esta forma Scioli se garantizó haber logrado captar el voto de sectores que lo
resistían dentro del kirchnerismo y el kirchnerismo el voto del electorado más
“moderado”. Esta actitud dejo desubicada y perpleja a la oposición, como si
hubieran esperado una postura más mesurada por parte de aquellos que la acusan
de ser autoritaria. Esto es el peronismo y en consecuencia el poder.
Sergio
Massa, se presentó como el otro “Crapriles”, proponiendo transitar la amplia
vía del medio, de apuntalar las cosas buenas y cambiar aquellas que estaban
mal. Con este discurso gana las elecciones legislativas de 2013. Impulsado por
ese triunfo se lanza a la candidatura a Presidente y comienza a producir un
cambio en su discurso, sostiene que el modelo está agotado y que la sociedad
pide un cambio y no la continuidad. Sus posicionamientos políticos, internacionales
y sociales de los últimos meses lo alejan de esa perspectiva intermedia y lo
llevan a los brazos de la derecha local y regional. Esta nueva postura se
asemeja mucho a la de Macri, por lo tanto los “capitales o circulo rojo” y la
gente se queda con el verdadero y no con el que lo imita, por lo tanto comienza
a perder adeptos y crece su soledad política. Tal como ocurrió con Francisco de
Narvaes en el 2009. Hay que tener en cuenta que el electorado suele ser más
conservador a la hora de elegir los ejecutivos. Cuando todos creían que el
gobierno se caía, estimaron que los gobernadores, intendentes y legisladores
iban a pegar el gran salto, cosa que no ocurrió, sino todo lo contrario, muchos
de los que se pasaron al Frente Renovador en las elecciones del 2013, volvieron
al Frente para la Victoria. Lo que demuestra el poder que aún mantiene el
gobierno, que no existe el famoso “fin de ciclo” y la habilidad política de
Cristina Kirchner.
El
renombrado “Círculo Rojo” (Techint, UIA y Clarín sobre todo) aconsejaba que la
derecha se uniera y que Massa fuera como candidato a Gobernador de la Provincia
de Buenos Aires. Cosa que Macri no acepto, dado que quería sólo candidatos
“puros” del PRO.
Ante
la gran sangría que sufrió el Frente Renovador, Massa dudo en seguir su carrera
presidencial, pero grupos empresarios le aseguraron la financiación, porque si
se bajaba, el grueso de sus votantes podría ser recapturado por Daniel Scioli.
En suma, Massa no se bajó y así le dio una mano a Macri.
Ahora
el marketing electoral nos vende a Macri como un cambio para vivir mejor, en un
país más republicano, sin embrago todos los argentinos hemos visto como
maltrato a un potencial aliado como Massa. No ha querido abrirle ni un poco el
juego, intimándolo a una rendición incondicional. Esto demuestra que si gana
tampoco gobernara con consenso.
Igualmente,
sea el que fuera elegido presidente, le resultará bastante difícil dar marcha atrás
con la pequeñas, medianas e importantes conquistas de estos doce años, pero
todo es posible.
A
pesar de la gran politización ciudadana que se recreó durante estos años y la
participación juvenil, la proporción de población que vota con determinado
marco ideológico-partidario no alcanza a superar a los que votan básicamente
por sentimientos o emociones. Mucha de la gente no vota porque cree en una
propuesta o plataforma política, ni por su posicionamiento ideológico o porque
piense que el candidato es de derecha o izquierda. El voto es mucho menos
racional de lo que pensamos. Por lo tanto el resultado de las elecciones,
generalmente se basa más en el clima socioemocional del momento en que se
produce el sufragio, es decir, la “sensación” que la gente tiene acerca de la
situación socio-política del país o aquel que cree que más se le parece.
Por lo tanto
“El cambio se vislumbra como más peligroso que la continuidad”.
Héctor Daniel Fernández
Julio 2015
4 comentarios:
Compañero, como siempre nuestra sintonías están afinadas en iguales direcciones. Coincido en todo lo principal. Tal vez mis preocupaciones o miradas se posen en aspectos menores. A mi en estos tiempo de avanzar, retroceder, cambiar o continuar, se me han pasado algunos pensamientos que tienen que ver con las posibilidades históricas de que exista cambio o continuidad, términos que como vimos cualquiera cita en su favor, aunque ya sabemos que quiere decir cambio según quien lo diga.
Y he pensado que llegado el momento de enfocar estos momentos que vivimos y la situación de cambio de gobierno (en eso no hay duda que hay cambio) vale la pena reflexionar brevemente sobre qué bases ocurre y cómo puede influir el pasado inmediato.
Me parece claro que hay distintas circunstancias históricas respecto de los más importantes relevos desde el restablecimiento de la democracia.
Los últimos años de Alfonsín fueron un terreno fértil para lo que venía. La defección que experimentó el saludable impulso político y económico respecto a ciertas medidas de su primer gabinete y el intento respecto al poder militar y los juicios a las juntas, se fue desvaneciendo (con desmayos pronunciados) hasta llegar al pacto de Olivos donde se perfiló el estado de decadencia del radicalismo frente al renaciente poder de la reacción a través de la cooptación del peronismo formal. Unos por defección y otros por traición, los dos partidos mayoritarios se vieron enfrentados a una gran derrota de sus principios, instrumentada con la entrega de sus banderas a la nueva historia que no podían haber contado los reaccionarios si hubieran esperado a tener votos propios.
Tal vez no haya sido la primera vez que se producía en la historia ese continuismo acordado sobre la resignación de principios, pero no parece que ese momento vuelva a repetirse con las condiciones históricas actuales. Tanto el radicalismo como el peronismo tardaron más de una década en reaccionar (y el radicalismo no ha podido aún reunirse alrededor de su ideología histórica). En cuanto al peronismo, su estructura no pudo dar cuerpo a la reacción interior que se experimentó en los movimientos sociales y organizaciones sindicales, y la escuálida y esmerilada organización de cuadros juveniles políticos. No fue de menor importancia un clima social de abandono del conflicto político por parte de las otrora movilizadas capas medias, que asumieron el rol principal, a la hora de votar, en alianza social con los factores económicos dominantes y sus valores e intereses que fue lo que sostuvo al menemismo en el poder. Es que la restauración de las formas democráticas no tuvo la fuerza suficiente de trasladarse a la democracia esencial a través de una agenda de reconquista de la igualdad y la justicia. El pasado, casi sin solución de continuidad iniciado en 1955, horadó la estructura social y pulverizó la superestructura normativa protectoria de derechos destinados a la valorización humana de esa sociedad. Así el final de ese ciclo se pareció al principio: la muerte en las calles, el abandono y marginación de los más necesitados y la destrucción del Estado.
La actualidad aparece como la contracara de lo que fueron 1983, 1999 y 2003. La propia ratificación estadística de la base social partidaria y su extensión en un universo de acuerdos (aún sin adhesión política total) con los rumbos generales que encarnaron el proyecto K, fija conductas colectivas que difícilmente puedan ser atacadas por el desánimo, el abandono, el desinterés o la resignación. Mucho menos será posible que un gran colectivo ciudadano abandone la politización con que hoy enfrenta casi naturalmente su futuro. Tal vez en esos puntos lejanos con aquél pasado esté el mayor logro del proyecto cuya continuidad se dice que será ratificada con el triunfo electoral. Digo se dice, ya que siempre cabe la posibilidad de que no se trate de la continuidad esperada o deseada: en ese punto entra el valor de lo ya obtenido no sólo en lo material sino en esas inmaterialidades que mencionaba más arriba. Tal vez aquí, debamos disentir con el Gran Jefe en las proporciones en que se deban repartir los deseos y las realizaciones (aquello del 50 y 50). Tengamos en cuenta el pasado del que venía Perón en cada oportunidad en que hablaba de política, sobre todo no estando en el gobierno. Aunque como idea fuerza para impulsarnos al sostenimiento de lo conquistado sea buena la motivación de comenzar pensando que vamos perdiendo la mitad de lo que falta y no podemos ceder nada más. Quién sabe si el viejo zorro no quería hacernos sentir eso.
Concluyo: desde mi punto de vista no creo que haya Scioli que cambie sustancialmente el rumbo sin una importante conmoción social positiva, es decir, que lo haga o intente sin generar resistencia ostensible y con aptitud correctiva del desvío. Puede haber un intercambio de avance y retroceso con alguna pérdida y leve corrimiento del eje del conflicto. Pero también es cierto que el conflicto que planteó hasta aquí el proyecto K no es precisamente el principal. Esto ya es una cuestión distinta. Sin entrar en ella, creo que mientras el Kirchnerismo sostenga que su mejor esfuerzo es el impulso de objetivos compatibles con un desarrollismo nacional no habrá mayor lugar para que Scioli se diferencie demasiado en lo que pueda ser su ámbito de autonomía. No así si el proyecto evolutivo K pasara por insinuar o plantear alternativas al desarrollismo/capitalismo con cara humana, etc., ya no dentro del mismo. Pero creo que de eso estamos aún lejos. Lo importante sedrá no perder el rumbo.
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