Históricamente nuestra sociedad
ha sido educada y formada por una élite adinerada y prospera, bajo una fachada
de una educación eficiente y occidentalizada, burocratizando el saber y los
programas de estudio, con influencia francesa de principio de siglo, para
fabricar ciudadanos estereotipados y desarraigados, y sobre todo que la
sociedad en general defienda y proteja los intereses de una minoría poderosa,
en perjuicio propio. Ellos nos marcaron, exceptuando algunos momentos, lo que
es bueno o malo según los intereses de esa élite. Fueron ellos quienes marcaron
lo que es civilización o barbarie, según sus intereses.
Esta cultura, han llevado a miles
de personas que se encuentran por debajo o apenas por encima de la línea de la
indigencia a que se resignen, que crean que su destino o por mandato divino. La
práctica neoliberal ha cortado a su vez las débiles líneas de apoyo y
sustentación social desde el Estado, haciendo de éste una maquinaria de
endeudamiento, despojo y represión.
Nuestra sociedad vive una crisis
ética y cultural muy importante. Las minorías de poder han trabajaron constantemente
para que no se pueda construir una sociedad humanista y solidaria en la cual se
debe pensar en el bien común, se han opuesto a la construcción de teorías donde
se ponga en el centro al ser humano y que dieran una razón para existir. Nos
han querido erradicar la esperanza y fe, valores porque luchar, y en creer en
un futuro mejor para todos. Muchos han preferido asumir la servidumbre en la
seguridad al riesgo en la independencia. Arrastran consigo una vida material e
insignificante, sin darse cuenta que no hay logro más grande para un ser
humano, que oponerse a la domesticación, resistirse a la opresión y rechazar la
degradación. La resignación y el conformismo se ha instalado en algunos
sectores de la sociedad adulta y el desinterés y descreimiento en parte de la
juventud, doblegados ante un discurso aplastante que predica que el destino de
hombres y mujeres se juegan en el terreno del mercado - donde impera la ley del
más fuerte y el "sálvese quien pueda" - y no en el ámbito de la
sociedad, política y el Estado.
Hoy se habla con las palabras del
poder. Vemos sus imágenes. Decimos sus verdades y las defendemos como nuestras.
Somos lo que el lenguaje mediático ha hecho de nosotros. Se repite como propios
los pensamientos del poder. Hay que romper con el miedo que el poder logra
introducir en las conciencias. Hay que quebrar eso que la ideología del poder
ha hecho de nuestras conciencias. Las ha colonizado.
Los comunicadores del poder
fueron adiestrados para manejar los pensamientos. Colonizaron sus mentes con
ideología de odio, de fanatismos invencibles y de demonizaciones sin matices.
Crearon en un sector de la sociedad – propensa – que el otro es el mal, el otro
no pertenece a la misma condición de “ellos”. El “otro” es la negación de todo
lo que son y buscan ser. “ellos” son el
bien, la civilización, el occidente cristiano, la democracia, son los elegidos
por Dios. “ellos” son seres humanos, los “otros” son el mal, la escoria, los
negros, los antidemocráticos.
Al manejar su pensamiento, lo que
“ellos” son se decide en otra parte. Su destino no es el de él. No es dueño de
elegir lo que quiere ser. Lo que escuchas en la radio, lee en el diario, lo ve
en la tele o le dice un vecino o amigo, son otros los que eligen por él. Esos
otros los manipulan o los operan en favor de esa élite de poder. En definitiva pagaran
las consecuencias los ciudadanos comunes, porque los que deciden por nosotros
son inhallables, son ajenos a sacrificios y perjuicios a los que nos
someten.
También hay sectores pusilánimes
de intelectuales, periodistas y artistas que no han sabido buscar su propia voz
en la inmensidad de influencias.
Para muchos “la cultura” es solo
aquello que viene del exterior. Nunca se busca en nuestras raíces. Hay que
vencer, principalmente en sectores medios, sus perjuicios de donde vienen.
Quieren ser o parecer lo que no son o no serán nunca. Esto no es más que cubrir
con máscaras la propia y desnuda cara. Es no comprometerse en el fondo con
nuestra propia historia.
Husserl habla de la inversión de la corriente de pensamiento
cotidiano, de tal modo que si veo un árbol no me conformo con la simple
percepción, sino que, al reflexionar,
puedo terminar por pensar en qué consiste ver un árbol, por qué hay árboles y
peor aún, por qué en suma, estoy reflexionando.
Tal como sugiere Jauretche en Los profetas del odio y la
yapa: “en la Argentina, el establecimiento de una verdadera cultura lleva
necesariamente a combatir la “cultura” ordenada por la dependencia colonial.
Implica, por lo pronto, una revisión respecto del pasado nacida de la búsqueda
de las propias raíces que obliga a restaurar el prestigio de quienes fueron
sumergidos por no ingresar a las jerarquías oficializadas; el impulso que
destruye los falsos héroes consagra paralelamente a otros que responden a las
exigencias de una verdadera cultura nacional.”
Daniel Fernández
Julio 2020
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