miércoles, 1 de julio de 2020

LA LIBERACIÓN ES ROMPER LA COLONIZACIÓN CULTURAL



Históricamente nuestra sociedad ha sido educada y formada por una élite adinerada y prospera, bajo una fachada de una educación eficiente y occidentalizada, burocratizando el saber y los programas de estudio, con influencia francesa de principio de siglo, para fabricar ciudadanos estereotipados y desarraigados, y sobre todo que la sociedad en general defienda y proteja los intereses de una minoría poderosa, en perjuicio propio. Ellos nos marcaron, exceptuando algunos momentos, lo que es bueno o malo según los intereses de esa élite. Fueron ellos quienes marcaron lo que es civilización o barbarie, según sus intereses.
Esta cultura, han llevado a miles de personas que se encuentran por debajo o apenas por encima de la línea de la indigencia a que se resignen, que crean que su destino o por mandato divino. La práctica neoliberal ha cortado a su vez las débiles líneas de apoyo y sustentación social desde el Estado, haciendo de éste una maquinaria de endeudamiento, despojo y represión.
Nuestra sociedad vive una crisis ética y cultural muy importante. Las minorías de poder han trabajaron constantemente para que no se pueda construir una sociedad humanista y solidaria en la cual se debe pensar en el bien común, se han opuesto a la construcción de teorías donde se ponga en el centro al ser humano y que dieran una razón para existir. Nos han querido erradicar la esperanza y fe, valores porque luchar, y en creer en un futuro mejor para todos. Muchos han preferido asumir la servidumbre en la seguridad al riesgo en la independencia. Arrastran consigo una vida material e insignificante, sin darse cuenta que no hay logro más grande para un ser humano, que oponerse a la domesticación, resistirse a la opresión y rechazar la degradación. La resignación y el conformismo se ha instalado en algunos sectores de la sociedad adulta y el desinterés y descreimiento en parte de la juventud, doblegados ante un discurso aplastante que predica que el destino de hombres y mujeres se juegan en el terreno del mercado - donde impera la ley del más fuerte y el "sálvese quien pueda" - y no en el ámbito de la sociedad, política y el Estado.
Hoy se habla con las palabras del poder. Vemos sus imágenes. Decimos sus verdades y las defendemos como nuestras. Somos lo que el lenguaje mediático ha hecho de nosotros. Se repite como propios los pensamientos del poder. Hay que romper con el miedo que el poder logra introducir en las conciencias. Hay que quebrar eso que la ideología del poder ha hecho de nuestras conciencias. Las ha colonizado.
Los comunicadores del poder fueron adiestrados para manejar los pensamientos. Colonizaron sus mentes con ideología de odio, de fanatismos invencibles y de demonizaciones sin matices. Crearon en un sector de la sociedad – propensa – que el otro es el mal, el otro no pertenece a la misma condición de “ellos”. El “otro” es la negación de todo lo que son y buscan ser.  “ellos” son el bien, la civilización, el occidente cristiano, la democracia, son los elegidos por Dios. “ellos” son seres humanos, los “otros” son el mal, la escoria, los negros, los antidemocráticos.  
Al manejar su pensamiento, lo que “ellos” son se decide en otra parte. Su destino no es el de él. No es dueño de elegir lo que quiere ser. Lo que escuchas en la radio, lee en el diario, lo ve en la tele o le dice un vecino o amigo, son otros los que eligen por él. Esos otros los manipulan o los operan en favor de esa élite de poder. En definitiva pagaran las consecuencias los ciudadanos comunes, porque los que deciden por nosotros son inhallables, son ajenos a sacrificios y perjuicios a los que nos someten. 
También hay sectores pusilánimes de intelectuales, periodistas y artistas que no han sabido buscar su propia voz en la inmensidad de influencias.
Para muchos “la cultura” es solo aquello que viene del exterior. Nunca se busca en nuestras raíces. Hay que vencer, principalmente en sectores medios, sus perjuicios de donde vienen. Quieren ser o parecer lo que no son o no serán nunca. Esto no es más que cubrir con máscaras la propia y desnuda cara. Es no comprometerse en el fondo con nuestra propia historia.
Husserl habla de la inversión de la corriente de pensamiento cotidiano, de tal modo que si veo un árbol no me conformo con la simple percepción, sino que,  al reflexionar, puedo terminar por pensar en qué consiste ver un árbol, por qué hay árboles y peor aún, por qué en suma, estoy reflexionando.
Tal como sugiere Jauretche en Los profetas del odio y la yapa: “en la Argentina, el establecimiento de una verdadera cultura lleva necesariamente a combatir la “cultura” ordenada por la dependencia colonial. Implica, por lo pronto, una revisión respecto del pasado nacida de la búsqueda de las propias raíces que obliga a restaurar el prestigio de quienes fueron sumergidos por no ingresar a las jerarquías oficializadas; el impulso que destruye los falsos héroes consagra paralelamente a otros que responden a las exigencias de una verdadera cultura nacional.”

Daniel Fernández
Julio 2020 


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