lunes, 17 de septiembre de 2012

Enrique Santos Discépolo - 1951

“Resulta que antes no te importaba nada y ahora te importa todo. Sobre todo lo chiquito. Pasaste de náufrago a financista sin bajarte del bote. Vos, sí, vos, que ya estabas acostumbrado a saber que tu patria era la factoría de alguien y te encontraste con que te hacían el regalo de una patria nueva, y entonces, en vez de dar las gracias por el sobretodo de vicuña, dijiste que había una pelusa en l a manga y que vos no lo querías derecho sino cruzado. ¡Pero con el sobretodo te quedaste! Entonces, ¿qué me vas a contar a mí? ¿A quién le llevas la contra? Antes no te importaba nada y ahora te importa todo. Y protestas. ¿Y por qué protestas? ¡Ah, no hay té de Ceilán!. Eso es tremendo. Mirá qué problema. Leche hay, leche sobra; tus hijos, que alguna vez miraban la nata por turno, ahora pueden irse a la escuela con la vaca puesta. ¡Pero no hay té de Ceilán! Y, según vos, no se puede vivir sin té de Ceilán. Te pasaste la vida tomando mate cocido, pero ahora me planteas un problema de Estado porque no hay té de Ceilán. Claro, ahora la flota es tuya, ahora los teléfonos son tuyos, ahora los ferrocarriles son tuyos, ahora el gas es tuyo, pero…, ¡no hay té de Ceilán! Para entrar en un movimiento de recuperación como este al que estamos asistiendo, han tenido que cambiar de sitio muchas cosas y muchas ideas; algunas, monumentales; otras, llenas de amor o de ingenio; ¡todas asombrosas! El país empezó a caminar de otra manera, sin que lo metieran en el andador o lo llevasen atado de una cuerda; el país se estructuró durante la marcha misma; ¡el país remueve sus cimientos y rehace su historia! Pero, claro, vos estás preocupado, y yo lo comprendo: porque no hay té de Ceilán. ¡Ah… ni queso!.¡No hay queso! ¡Mirá qué problema! ¿Me vas a decir a mí que no es un problema? Antes no había nada de nada, ni dinero, ni indemnización, ni amparo a la vejez, y vos no decías ni medio; vos no protestabas nunca, vos te conformabas con una vida de araña. Ahora ganas bien; ahora están protegidos vos y tus hijos y tus padres. Sí; pero tenés razón: ¡no hay queso! Hay miles de escuelas nuevas, hogares de tránsito, millones y millones para comprar la sonrisa de los pobres; sí, pero, claro, ¡no hay queso! Tenés el aeropuerto, pero no tenés queso. Sería un problema para que se preocupase la vaca y no vos, pero te preocupas vos. Mira, la tuya es la preocupación del resentido que no puede perdonarle la patriada a los salvadores. Para alcanzar lo que se está alcanzando hubo que resistir y que vencer las más crueles penitencias del extranjero y los más ingratos sabotajes a este momento de lucha y de felicidad. Porque vos estás ganando una guerra. Y la estás ganando mientras vas al cine, comes cuatro veces al día y sentís el ruido alegre y rendidor que hace el metabolismo de todos los tuyos. Porque es la primera vez que la guerra la hacen cincuenta personas mientras dieciséis millones duermen tranquilas porque tienen trabajo y encuentran respeto. Cuando las colas se formaban no para tomar un ómnibus o comprar un pollo o depositar en la caja de ahorro, como ahora, sino para pedir angustiosamente un pedazo de carne en aquella vergonzante olla popular, o un empleo en una agencia de colocaciones que nunca lo daba, entonces vos veías pasar el desfile de los desesperados y no se te movía un pelo, no. Es ahora cuando te parás a mirar el desfile de tus hermanos que se ríen, que están contentos… pero eso no te alegra porque, para que ellos alcanzaran esa felicidad, ¡ha sido necesario que escasease el queso!. No importa que tu patria haya tenido problemas de gigantes, y que esos problemas los hayan resuelto personas. Vos seguís con el problema chiquito, vos seguís buscándole la hipotenusa al teorema de la cucaracha, ¡vos, el mismo que está preocupado porque no puede tomar té de Ceilán! Y durante toda tu vida tomaste mate! ¿Y a quién se la querrás contar? ¿A mí, que tengo esta memoria de elefante?. ¡No, a mí no me la vas a contar!" Enrique Santos Discépolo, 1951

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido amigo y compañero:
No he podido comentar tus últimas y valiosas publicaciones por imposibilidades laborales, también por estar algo embarazado de ideas y necesito tiempo para procesar. Los años no vienen solos. Pero te resumo a cuenta.
1)No ha pasado nada nuevo, si alguien se sorprendió es porque no vive en Buenos Aires y no conoce la Argentina de los últimos 60 años ni su historia anterior.
2)No coincido con los queridos cumpas que reflexionan sobre qué hacer por lo que ocurrió y asumen que hay cuestiones que pueden cambiarse para convencer a esos grupos. Que se hayan juntado 10 o 20 mil más que otras veces no quiere decir que no sean los mismos. Siempre estuvieron, están y estarán. No me da ninguna culpa que me culpen por lo bueno que hemos hechos. Y el buen gesto de decir que vamos a escuchar no reporta nada porque ni siquiera quieren que los escuchemos.
3)Coincido sí con lo dicho por Aliverti en su No Quiero; yo tampoco los quiero, lo único que faltaría a esta altura del dolor descarnado que vivimos y de la esperanza recuperada es querer tener esos conocidos o amigos. Yo recupero la palabra enemigo en política, no es mala palabra, tampoco lo son el conflicto, el debate, la crisis y la lucha. En los grados de conflicto están los adversarios y lo enemigos; adversarios de cualquier signo que disputan el poder democráticamente o la parte que se puede tener de él, que pueden o no entender esas hegemonías o la igualdad como nosotros; pero los enemigos para el peronismo y sus herederos y compañeros de sueños e inclusive, para los adversarios democráticos, son los que ponen en peligro la vida de los más débiles, los que quieren vivir en injusticia, los que hacen prevalecer la propiedad sobre la vida, el privilegio sobre la igualdad, y quienes, tarde o temprano, van a tratar de destruir literalmente a quienes defienden la justicia y la igualdad como parte esencial de la democracia. Son, como decía un poeta, los artesanos de la burla y el desprecio. Son lo peor de esta sociedad, que debe contenerlos, pero debe imponerles el respeto a la ley que emana de las mayorías igualitaristas. La sociedad no es posible si ellos tienen el poder.
4)Eso sí, tengo una duda sobre quién es peor, si quienes así se expresan y desnudan su miedo burgués, o los que (no sintiendo lo mismo) los siguen sólo para hacer número.
Un abrazo. Juan Carlos.

SON MUY PELIGROSOS

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