jueves, 26 de enero de 2017

LA CGT ANTE GOBIERNO NEO LIBERALES

Es algo llamativo el comportamiento que lleva adelante la CGT, en su conjunto, ante los gobiernos neo-liberales, principalmente desde la recuperación de la democracia hacia adelante.
En aquellos gobiernos “pro” obrero, donde se ha podido avanzar en las conquistas de derechos para los trabajadores, sin mayores sacrificios o presiones, dado que tanto los gobiernos y el poder legislativo han legislado positivamente, logrando mejorar las condiciones de trabajo y el poder adquisitivo de los salarios. Al gobierno anterior, un sector de la CGT, le ha hecho varios paros reclamando la eliminación del Impuesto a la Ganancias.
En contrapartida, con los gobiernos neoliberales, especialmente con el de Carlos Saúl Menem y el actual, de Mauricio Macri, la CGT toma una postura negociadora y tolerante, a pesar de que las políticas económicas y laborales adoptadas llevan al desempleo, caída del poder adquisitivo, cierre de empresas, aumento de servicios y flexibilización laboral. El debilitamiento de los gremios, por la caída del empleo y por ende de la afiliación, es tolerado con cierta pasividad y resignación. Hay protestas puntuales de los trabajadores que se quedan sin trabajo, de las fábricas que cierran, de algunos sindicatos de base o el apoyo de organizaciones gremiales más combativas, pero el núcleo de las organizaciones gremiales que se encuentran agrupadas en la CGT, deberían actúan en conjunto y demostrando su poder, a los efectos de poner un freno a las medidas que llevan a perjudicar a los trabajadores formales e informales, se advienen subordinadamente a negociar, a tolerar la presión del gobierno y silenciar el reclamo de las bases.
No deja de ser paradójico, son cautos y negociadores, con aquel que toma medidas adversas a los trabajadores y sus organizaciones gremiales, y en cierta forma exigente y condicionante con aquel que es “pro” obrero.
Haciendo una simple comparación, de varios paros reclamando por la eliminación del impuesto a las ganancias a los sueldos, a negociar o simplemente reclamar ante los miles de despedidos, cientos de empresas y negocios cerrados, la perdida de los salarios ante la inflación y la modificación de los convenios colectivos de trabajo, aplicando una nueva flexibilización laboral.
También se da el caso de las divisiones, a pesar de la inusual unidad de la actual CGT, existen fracciones o gremios más combativos, como fue en 1994 el nacimiento del MTA, como forma de resistencia contra las políticas neoliberales del gobierno menemista y la actitud cómplice de la entonces conducción de la CGT ante la alarmante situación del país. Como principales líderes de este movimiento aparecen Hugo Moyano (camioneros) y Marcelo Palacios (UTA), que posteriormente se separa de la CGT, sumándose muchos otros gremios.
Ahora algo similar está ocurriendo con Corriente Federal de Trabajadores, que se nutre con algunos gremios que quedaron de aquel MTA, más la suma de otras corrientes y que es liderada por Sergio Palazzo (Bancarios) y Amichetti (Gráficos).  A esta corriente hay que sumarle las dos CTA, que enfrentan estas políticas neoliberales, que los afecta directamente, dado que permanentemente buscan achicar el estado.
Mientras las bases reclaman a los gremios la defensa de sus derechos, los dirigentes negocian, una y otra vez, siempre cediendo ante los reclamos de gobiernos que representan los intereses de las empresas. Un claro hecho de “debilidad” o de excesiva “prudencia”, es la presión que ejercieron ante el poder legislativo para que sacaran una ley anti despidos. Una vez que es aprobada el presidente la veta y la CGT, no reacciona ante el veto. Los despidos siguieron y se acrecentaron. Posteriormente el gobierno se reúne con la cúpula de la CGT y saca por DNU, la modificación al sistema de ART y prepara una serie de medidas para modificar contrato de trabajo e incorporar las pasantías, con el fin de modificar el costo de las empresas. La CGT esboza un tibio reclamo por la forma y no el fondo. Hasta donde llega posibilitar la gobernabilidad y los derechos de sus representados. Hasta donde llegan los intereses personales y políticos de los dirigentes gremiales como para permitir medidas económicas que afectan directamente a toda la clase trabajadora. Porque una actitud desafiante ante un gobierno que accede a incrementar los derechos de los trabajadores y una actitud cauta y genuflexa ante un gobierno que ataca a los trabajadores.
Es evidente que nada que no se obtiene con sacrificio y lucha se valora y se entrega con facilidad. 
Nada ha quedado de la CGT, que se unió para rescatar a Perón, la que resistió a los militares y trajo nuevamente a Perón, a la CGT Autentica, a la de los argentinos o a la de Saúl Ubaldini.

Enero 2017

Héctor Daniel Fernández 

UN PAÍS CADA VEZ MÁS DESIGUAL

Es indudable que estamos viviendo momentos complicados, donde la inflación del año pasado estará por encima del 40%, la más alta desde 1991, por supuesto esto afecta a los sectores más vulnerables. Aumentó la pobreza y la marginalidad. Aumentaron los despidos y el cierre de empresas. Aumentan las tarifas de los servicios y la recesión se agudiza. Se agudiza la falta de confianza, la lluvia de inversiones no llega y la remisión de ganancias al exterior y de dividendos de las multinacionales a las casas matrices es una de las más altas por años. El blanqueo de capitales que el gobierno anunció como un éxito, una ínfima parte del capital declarado ingreso al País, el grueso del dinero quedo en el exterior.  El gobierno nacional llega a un nivel de endeudamiento cercano al 50% del PBI. ¿Cuál fue la marca en los meses previos a la debacle del 2001? 54% del PBI. 
Las promesas iniciales de shock de confianza y lluvia de inversiones, seguidas por las múltiples promesas de bienestar y las expectativas de baja en la inflación y un próspero segundo semestre, una a una se fueron cayendo hasta terminar el año con casi todos los sectores económicos en franca caída. Hasta el propio FMI admitió que los resultados decepcionantes, “Hay una menor expectativa de recuperación a corto plazo en Argentina y Brasil”.
Es indudable que todo esto es producto de la política económica del gobierno, que sigue haciendo una fenomenal transferencia de recursos de los más pobres a los más ricos. Los sectores ligados a los granos y oleaginosas, minerales y de extracción de gas fueron los grandes beneficiarios de la política de precios e impuestos de la actual gestión, pero ninguno de estos sectores genera importantes fuentes de trabajo, por el contrario con el ingreso de mayor y mejor tecnología expulsa trabajadores.
Producto de esta política neoliberal que aplica el gobierno nacional, ha aumentado exponencialmente los reclamos callejeros, piquetes, tomas de empresas en defensa de la fuente de trabajo y manifestaciones sociales. Es que los trabajadores y organizaciones sociales se ven avasalladas y no quieren perder los derechos adquiridos. Se cierne sobre ellos un horizonte preocupante y amenazador, los sectores pertenecientes al poder se sienten omnipotente y piensan que tienen vía libre para avasallar los derechos hasta de los pueblos, como ocurrió en el Bolsón. También modernizan términos para renombrar viejas recetas de flexibilización laboral y de precarización del trabajo. Lo más grave es que cada reclamo legítimo está siendo contenido con represión y en caso con excesiva violencia por medio de las distintas fuerzas de seguridad.     
Recientemente hubo una serie de hechos que relejan la violencia e inseguridad que estamos viviendo, que no para de crecer y por más policía que se ponga no se puede controlar. La única realidad es la verdad y si no se repara en la desigualdad social, aquí no hay ninguna solución, ni estabilidad, ni seguridad.
Este gobierno está echando nafta al fuego. De aquella promesa de campaña, pobreza cero a esta cruda realidad. Profundiza la grita social y cada día margina a más gente poniéndola en una encrucijada con final abierto y que la represión no la solucionará, sino la agravara.
EL último informe sobre la desigualdad social en Argentina dice que los argentinos más ricos son más ricos y los más pobres son más pobres. El promedio de ingresos de la población más rica en nuestro país es 25,5 veces más alto que el del segmento más pobre, según el Indec. Los hogares más ricos ganaron 20 veces más que los más pobres. El 20% más rico ganó el 49,0 % de la riqueza y el 20% más pobre, apenas el 4,1%. La mitad de los argentinos ganan menos de $ 8.000 mensuales, mientras se calcula que la canasta básica alimentaria esta en los $ 12.500.- Igualmente Argentina no escapa a la generalidad del mundo, donde los ocho hombres más ricos del mundo tienen tanto como media humanidad.
Este es el verdadero problema, si no se entiende esto, solo iremos retrocediendo y generando una masa incalculable de lumpen, que pondrán en jaque a toda la estructura social del País. Muchos de los marginados han perdido toda la fe en el sistema, que no les da oportunidad y los colma de injusticias, y sienten que su vida no tiene valor, por ende, menos valor tiene la vida de los demás. Otros pretenden conseguir con prepotencia aquello que sienten que merecen y el sistema les niega sistemáticamente.
Ese 20% más ricos y que hoy nos gobiernan, deben entender que encerrados en sus country, estancias, puerto madero y otros lugares aislados del país profundo, jamás podrán vivir tranquilos, como así tampoco el resto de la sociedad con esta profunda desigualdad que se va agrandando.
Bajo estas circunstancias el gobierno nacional y parte de la sociedad siempre busca un atajo, más fuerzas de seguridad, endurecer las penas, bajar la imputabilidad de los menores, represión, tolerancia cero, libertad de circulación, etc., cuando saben que la única salida real y verdadera es la solidaridad, la justicia social, mejorar la distribución de la riqueza, trabajo, educación y salud pública de calidad y al alcance de todos, si se quiere vivir en un país digno y en paz, es algo que debemos entender todos.   

Héctor Daniel Fernández
Enero 2017




EL VALOR DE LA PALABRA

Sabemos que no es de ahora que las promesas de campaña no se cumplen, pero con este gobierno quedó más evidenciado que nunca. Mucho más después del debate que tuvo Macri con Daniel Scioli. Donde Macri lo trato de mentiroso, de hacer una campaña de miedo cuando esté adelantaba todas las medidas que Mauricio iba a tomar si ganaba.
Cumplió con el campo, le saco las retenciones como les prometió, también le saco las retenciones a las mineras, cosa que no prometió pero lo hizo igual, también eliminó el impuesto a las rentas presuntas y bienes personales, o sea cumplió con creces con los sectores más ricos del País, empresas extranjeras e especuladores financieros, como así también el pago compulsivo a los fondos buitres, con la esperanza de que vinieran los capitales. Con estas medidas profundizó el déficit fiscal, que se está cubriendo con un endeudamiento peligroso, como ya tenemos experiencia.
Prometieron bajar la inflación y la duplicaron. Del 17% que anuncio el Ministro de Hacienda a más del 40%. Prometió no devaluar y devaluaron. La salida del cepo no se iba a trasladar a los precios porque todos los empresarios facturaban al valor dólar que ellos lo iban a llevar, no ocurrió, todo se trasladó a los precios y más por las dudas. Eso se llama falta de confianza y especulación, algo muy conocido por los argentinos y habitual en el accionar de los industriales. Que no iban a ajustar y se vinieron los tarifazos luz, gas y agua.  Que las cosas iban a mejorar en el primer semestre, luego en el segundo semestre y después en 2017, y ahora para cambiar se necesita una generación, como se dice futbolísticamente, nos corren el arco todo el tiempo. Prácticamente eliminaron los precios cuidados y retenciones que contenían o regulaban en algo los precios, como el aceite, que ahora se cotiza a precio internacional al sacarle cierto tipo de ajustes. Así muchas otras cosas que se podrían enumerar.
Como así también dijeron cosas en campaña que no iba hacer y terminaron haciendo.

También prometieron dar el 82% móvil a los jubilados. Eliminar el impuesto a las ganancias de los salarios. Pobreza cero, mantener el poder adquisitivo del salario. Generar 2 millones de puestos de trabajo genuino y sólo hubo miles de despidos en todos lados, cierre de empresas y comercios. Prometió continuar con el avance de la Ciencia, recortó el presupuesto y restringió el ingreso de científicos y 60%. Algo mucho más superficial, pero promesa de campaña, mantener el Futbol para Todos hasta 2019.
Nada de lo que beneficiaria directamente a los trabajadores y jubilados se hizo, solo dan excusas. El justificativo es que las cuentas no les dan o que, como la pobreza cero, era una utopía. Entonces donde queda la responsabilidad de las palabras dichas. Pura especulación, falta de capacidad para analizar el País, o directamente este es el programa económico diseñado y que trata de maquillar con una poderosa campaña de marketing y con el apoyo de los medios de comunicación hegemónicos que forman parte del gobierno.
No hay que ser muy despierto para advertir que todo el ajuste y benéficos que le otorgó y otorga a los más ricos, lo está pagando el resto de la población.
Ahora, lo que se debe evaluar es el valor de la palabra, el valor de las promesas de campaña. Se toma con una liviandad total, es como que lo que se promete en campaña no tiene valor, pero lo tiene y mucho, porque muchos votan sintiéndose identificado con esas promesas. Algo similar ocurrió con Carlos Saúl Menem. De la Revolución productiva a una de la más alta desocupación de la historia y la creación de un cementerio de empresas.
En los últimos días del año pasado, hubo una gran actividad detrás del impuesto a las ganancia o impuesto al trabajo, si ese, que en campaña el Sr. Presiente prometió eliminar y seguramente muchos trabajadores que la pagaban, lo votaron, confiando en su palabra. Es una realidad que este impuesto al trabajo no afecta a la mayoría de los trabajadores, que la mayoría ni llega por casualidad y cada vez quedan más lejos con las paritarias negociadas por debajo de la inflación. El no haber hecho una verdadera corrección en este tema, fue una de los más graves errores del gobierno anterior y que durante años le fue quitando apoyo. En su momento el actual oficialismo y toda la oposición y parte de la CGT, reclamaban su eliminación, mientras el gobierno sostenía que lo pagaba sólo un 11% de los trabajadores y que servía para financiar otros planes. Un capricho y un cambio profundo que debía afrontar y no lo hizo. Como no tocar la especulación financiera, el juego, ni hacer una reforma impositiva.
El gobierno mando al Congreso para extraordinaria, un proyecto de ley para reformar este impuesto, donde en definitiva, como ocurrió con la modificación anterior, terminaran pagando más trabajadores y jubilados que antes. Lo que significa que los trabajadores seguirán cubriendo en algo el déficit fiscal que han aumentado con la transferencia que han hecho de recursos hacia los más ricos o sea, los que nos gobiernan. Por mal manejo o por excesiva confianza, como ha ocurrido con otros proyectos cuestionables (fondo buitres, blanqueo, reparación histórica) sus aliados y colaboracionistas del Congreso lo iban a apoyar y sino, le queda apretar a los Gobernadores. Práctica que cuestionaban del anterior gobierno, decían que gobernaban con el látigo y la chequera. Tras el disfraz del diálogo y con mucho marketing, aplican la misma política, demostrando que nada cambio. Se hace lo que ellos quieren, si no represalia.
Al parecer se confiaron demasiado, nos acércanos a un año electoral y los colaboracionistas necesitan de alguna forma diferenciarse en algo del gobierno si quieren tener alguna posibilidad electoral. Son de esos que quieren parecerse a los que ganaron, para ver si pueden atraer votantes. Resultó que toda la oposición armó un proyecto que beneficiaba a mayor cantidad de trabajadores y jubilados, cumpliendo en algo con las promesas de campaña y con lo que no había hecho y debía hacer el anterior gobierno. Este proyecto fue aprobado y tildado por el Gobierno como irresponsable, y comenzaron los aprietes a los Gobernadores, amenazándolos que si lo votaban en senadores si iban a quedar sin plata ni obras. Entre idas y vueltas, el Gobierno encauso la discusión, convocó a la CGT e hicieron un arreglo, que no satisface ni cumple con lo prometido, pero que mejoró en algo lo presentado por el gobierno. La Ley se aprobó, pero los trabajadores y jubilados seguirán pagando un impuesto más al salario. La promesa de campaña quedó enterrada.
Volvemos sobre el valor de la palabra. Como individuos nos ponemos muy mal cuando, algún otro, no nos cumplen con lo que nos prometen en cosas personales, ahora no actuamos de igual forma con las promesas electorales. Es como que asumimos desde el vamos que nos están mintiendo, cuando debemos exigir que sea un compromiso irrenunciable y si no lo cumplen, se pueda revocar su mandato. Es una cuestión de principio, de ética y de respeto, no puede ser que nos quieran engañar con discursos muy retóricos y deslindando responsabilidades. El que llega al gobierno de estar preparado para afrontar lo que recibe y cumplir con su propuesta programática.
Aquellos que están más cerca de la política pueden saber la tendencia de cada candidato, su ideología y postura política. Que políticas puede llevar adelante un gobierno u otro, y a que sectores beneficiar. Pero no todos están tan imbuidos como para comprender o ver qué intereses hay detrás de cada candidato y a que sectores beneficiará.
Es por ello que es necesario rescatar el valor de la palabra, el valor de las promesas y castigar, política y electoralmente, a aquellos que mienten tan descaradamente.

Héctor Daniel Fernández

Diciembre 2016 

SON MUY PELIGROSOS

      Mientras estos patéticos y cobardes se disfrazan para juegan a los soldaditos, y creen que todo es como en un vídeo juego, viven tan a...